miércoles, 25 de marzo de 2009

Una oración y un cuadro: el clasicismo religioso en pleno siglo XX



Hoy he querido compartir con los lectores de este blog dos ejemplos de arte clásico religioso de primer nivel en pleno siglo XX: un cuadro y un soneto.

Posiblemente el cuadro más famoso y difundido del excéntrico y genial pintor Salvador Dalí (quien tenía en su casa de Figueras un retrato de José Antonio Primo de Rivera presidiendo el salón, cuadro retirado ilegalmente por los actuales gestores de la Fundación Dalí que están a cargo de ella y que tenían la obligación legal de mantener la casa exactamente igual a como la tenía el pintor) sea “El Cristo de San Juan de la Cruz”, pintado en 1951.

Pertenece a su época mística-clásica que comenzó en los años 40 del pasado siglo XX y que dio lugar a pinturas magníficas, con un domino absoluto del dibujo, muy trabajadas y con composiciones espléndidas. El -a mi juicio- sobrevalorado Picasso comentó en esta época de Dalí que era "el último pintor renacentista que le queda al mundo”. Por una vez, y sin que sirva de precedente, comparto plenamente la reflexión de Picasso.

Curiosamente la llamativa posición del Cristo no es idea original del pintor, sino que al parecer se basó en un cuadro conservado en el Monasterio de la Encarnación de Ávila realizado por San Juan de la Cruz (de ahí el título de la obra). Además del Cristo crucificado, incluye un paisaje de Port-Lligat tan dibujado y estudiado anteriormente, y un espacio casi infinito. El Cristo en sí esta incluido en una perspectiva basada en la Ley renacentista de la Divina Proporción. Esta situación, la eliminación de cualquier elemento dramático -sangre, heridas, dolor-, y la plasmación de la serenidad, hace que el Cristo proyecte su presencia sobre toda la tierra.

La oración que reproduzco a continuación, que merece estar entre las grandes poesías místicas de todos los tiempos, se debe a la pluma del magnífico escritor Rafael Sánchez Mazas, cofundador de Falange Española, autor de otra magnífica oración en prosa (la “Oración por los muertos de la Falange”) y auténtico forjador del “estilo falangista” (al que algunos ignorantes de empeñan en tratar de negar su sentido esencialmente católico; empeño vano por ridículo y carente de todo fundamento, pero ya se sabe que la ignorancia es atrevida…), y se la dedicó a Miguel de Unamuno (quien debía andar bastante necesitado espiritualmente tras publicar su novela “San Manuel, bueno, mártir”):

Delante de la Cruz, los ojos míos,
quédenseme, Señor, así mirando
y, sin ellos quererlo, estén llorando
porque pecaron mucho y están fríos.

Y estos labios, que dicen mis desvíos,
quédenseme, Señor, así cantando
y, sin ellos quererlo, estén rezando
porque pecaron mucho y son impíos.

Y así, con la mirada en Vos prendida,
y así, con la palabra prisionera,
como la carne a vuestra cruz asida,

quédeseme, Señor, el alma entera,
y así clavada en vuestra cruz mi vida,
Señor, así, cuando queráis, me muera.

1 comentario:

  1. Excelente informacion. No tenia ni idea que Dali se habia basado en un cuadro de San Juan de la Cruz para pintar su, en mi concepto, obra maestra el "Cristo de Dali."

    Muchas gracias por tan interesante resena.

    Alma Penitente

    ResponderEliminar