Hace unos días un amigo me enseñó una joya del cine español que hacía años que quería ver, “Los peces rojos”, rodada en 1954 por ese genio del cine español –y además falangista, con lo cual lo tiene todo- que se llamó José Antonio Nieves Conde y a quien tuve el enorme privilegio de conocer tres años antes de su muerte en 2006.
Dado que en su día publiqué un artículo en el número 81 de la revista “No Importa”, creo oportuno reproducirlo íntegramente, aunque no sin antes decir una cosa: “Los peces rojos” es una obra maestra del cine negro, una película de intriga que nada tiene que envidiar al mejor Alfred Hitchcock y que debería ser rescatada del olvido. ¿Cómo es posible que un director como Nieves Conde sea tan desconocido y sea tan difícil ver sus películas?
Supongo que ser católico –casi todas sus películas exaltan los valores tradicionales y religiosos, aunque siempre de una forma suave y sutil, sin histrionismos- y ser falangista tendrá algo que ver…
Aún recuerdo cuando en 2003 le conocí, en el Centro Cultural de Colón, con ocasión de una proyección especial de “Surcos” con un debate posterior al que asistió, además de él, también una de sus protagonistas, María Asquerino, quien hizo una loa a Nieves Conde y su condición de falangista de verdad que dejó al auditorio de piedra (y a mí el primero). Se levantó y tomó la palabra “para hacer un homenaje a aquéllos honestos falangistas que, como Nieves Conde, tanto hicieron en España y a quienes hoy no se les reconoce ninguno de sus méritos; porque mientras en el resto del mundo era la izquierda la que hacía películas sociales, en España fueron los falangistas los que en todos los ámbitos, incluido el cine, hicieron esa labor social; y ese mérito ya es hora de que se les empiece a reconocer”. Sí, sí, María Asquerino dixit, aunque su conocida militancia izquierdista pueda hacer difícil creer que de su boca pudieran salir esas palabras. Yo las oí perfectamente y así las trascribí en el diario que entonces llevaba bien al día, y aunque aquí no las haya reproducido escrupulosamente tal y como las pronunció –las cito de memoria-, doy fe de que fueron esencialmente esas y de que consiguió poner en pie a todos los presentes, quienes nos pusimos a aplaudir con unas ganas que sólo podían salir del alma…
En fin, les dejo con mi semblanza de Nieves Conde tras su muerte en 2006:
Dado que en su día publiqué un artículo en el número 81 de la revista “No Importa”, creo oportuno reproducirlo íntegramente, aunque no sin antes decir una cosa: “Los peces rojos” es una obra maestra del cine negro, una película de intriga que nada tiene que envidiar al mejor Alfred Hitchcock y que debería ser rescatada del olvido. ¿Cómo es posible que un director como Nieves Conde sea tan desconocido y sea tan difícil ver sus películas?
Supongo que ser católico –casi todas sus películas exaltan los valores tradicionales y religiosos, aunque siempre de una forma suave y sutil, sin histrionismos- y ser falangista tendrá algo que ver…
Aún recuerdo cuando en 2003 le conocí, en el Centro Cultural de Colón, con ocasión de una proyección especial de “Surcos” con un debate posterior al que asistió, además de él, también una de sus protagonistas, María Asquerino, quien hizo una loa a Nieves Conde y su condición de falangista de verdad que dejó al auditorio de piedra (y a mí el primero). Se levantó y tomó la palabra “para hacer un homenaje a aquéllos honestos falangistas que, como Nieves Conde, tanto hicieron en España y a quienes hoy no se les reconoce ninguno de sus méritos; porque mientras en el resto del mundo era la izquierda la que hacía películas sociales, en España fueron los falangistas los que en todos los ámbitos, incluido el cine, hicieron esa labor social; y ese mérito ya es hora de que se les empiece a reconocer”. Sí, sí, María Asquerino dixit, aunque su conocida militancia izquierdista pueda hacer difícil creer que de su boca pudieran salir esas palabras. Yo las oí perfectamente y así las trascribí en el diario que entonces llevaba bien al día, y aunque aquí no las haya reproducido escrupulosamente tal y como las pronunció –las cito de memoria-, doy fe de que fueron esencialmente esas y de que consiguió poner en pie a todos los presentes, quienes nos pusimos a aplaudir con unas ganas que sólo podían salir del alma…
En fin, les dejo con mi semblanza de Nieves Conde tras su muerte en 2006:
José Antonio Nieves Conde, un revolucionario del cine español
El pasado 14 de septiembre falleció en Madrid, a los 94 años de edad, José Antonio Nieves Conde, uno de los directores de cine más importantes que ha habido en España y camisa vieja de Falange Española de las JONS.
Nacido en Segovia el 22 de diciembre de 1911, estudiaba Derecho en Madrid cuando conoció el Nacionalsindicalismo, una ideología que satisfacía plenamente sus dos inquietudes fundamentales: el ansia de justicia social y el patriotismo. El estallido de la Guerra Civil le impidió terminar sus estudios, marchando al frente como voluntario en las milicias de FE de las JONS y terminando la contienda como Alférez provisional.
Nieves Conde vivió como una auténtica tragedia el Decreto de Unificación de 1937 por el cual el General Franco acababa con la independencia política de la Falange y diluía a ésta en un conglomerado políticamente amorfo bajo su mando personal, FET y de las JONS, donde cabían, cual cajón de sastre, todos los grupos políticos que apoyaron el Alzamiento Nacional, desde la revolucionaria Falange hasta la derecha más rancia y antisocial, pasando por los monárquicos tradicionalistas. Nieves Conde, que había apostado decididamente por apoyar a Manuel Hedilla como sucesor de José Antonio Primo de Rivera en la Jefatura Nacional de la Falange durante los tristes sucesos de Salamanca que antecedieron al citado Decreto, se sintió profundamente defraudado y decidió alejarse políticamente de un régimen que para él no podía ser considerado falangista de ninguna manera. Los avatares posteriores no hicieron sino confirmar que, efectivamente, Franco no tenía la menor intención de hacer la Revolución Nacionalsindicalista, y Nieves Conde optó primero por cumplir con sus obligaciones militares hasta que finalizara la guerra, pues a pesar de todo sería mucho peor aún perderla, y después por dedicarse a su gran pasión: el cine.
Terminada la guerra volvió a Segovia y trabajó en prensa y radio, regresando poco tiempo después a Madrid para trabajar como crítico cinematográfico en el diario “Pueblo” y ejercer como redactor de la revista de cine “Primer Plano” entre 1939 y 1942.
Ya en 1941 trabajó como ayudante de dirección de su amigo Rafael Gil, repitiendo en otras cuatro ocasiones hasta 1946, año en que se decide a dirigir la que sería su primera película, la policíaca “Senda ignorada”. A ella le siguen otras dos interesantes producciones, “Angustia” (1947) y “Llegada de noche” (1948), aunque su gran éxito comercial llegaría en 1950 con “Balarrasa”, protagonizada por Fernando Fernán Gómez y con guión de Vicente Escrivá.
Aunque dirigió cerca de treinta películas, la que sin duda ha pasado a la historia del cine español por méritos propios es “Surcos” (1950), una obra maestra que revolucionó el cine nacional rompiendo con los esquemas argumentales tradicionales y con las interpretaciones y diálogos teatrales e incluso forzados que caracterizaron hasta entonces nuestro cine. Se puede decir incluso, sin ser ello ninguna exageración, que hay un antes y un después de “Surcos” en el cine español. Con argumento de Eugenio Montes y guión de Gonzalo Torrente Ballester, ambos también falangistas, “Surcos” es una encendida crítica social del capitalismo y de la sociedad económicamente injusta y desarraigada que éste genera, desarbolando a la familia de sus valores tradicionales, religiosos, de autoridad paterna e incluso de moralidad. Se trata de una película que debe incardinarse dentro de la corriente del neorrealismo, algo entonces popular en Italia, pero inédito en España, lo que explica el impacto que generó en su momento.
Pese a ser una encendida reivindicación de la sociedad y de los valores tradicionales, inexplicablemente el censor eclesiástico movió todas sus influencias para prohibir su exhibición argumentando que se trababa de una película “gravemente inmoral y sin arreglo posible”… José María García Escudero, a la sazón Director General de Cinematografía, hizo todo lo humanamente posible para no permitir semejante barbaridad, y aunque no pudo evitar la eliminación de las escenas finales más dramáticas, al menos logró mantener el crédito sindical para la producción y que fuera considerada “de interés nacional” frente a la otra que aspiraba a tal distinción, “Alba de América”, de Juan de Orduña. El empeño le costó a García Escudero el puesto, pero a cambio logró salvar para la historia una de las mejores películas españolas de todos los tiempos.
Menos suerte corrió “El inquilino” (1958), película que, a decir de quienes han logrado ver la versión original, superaba en calidad cinematográfica a “Surcos”, que ya de por sí era difícil de superar. Nieves Conde empeñó incluso su dinero personal, fundamentalmente ganado gracias a “Balarrasa”, en producir la que debería haber sido su obra maestra, pero la crítica al siempre actual problema de la vivienda supuso que el régimen no le permitiera mantenerla en la cartelera sin someterla previamente a tremendas mutilaciones. Años después lograría estrenarla, aunque con un resultado muy alejado de su proyecto inicial. Al parecer, según informaciones procedentes del propio Nieves Conde, hace unos años, cuando ya era impensable que pudiera ser recuperada, apareció una copia de aquella versión original, copia que esperemos que, debidamente restaurada, pueda ser visionada algún día. Algo muy parecido sucedió con la película del falangista Carlos Arévalo “Rojo y negro” (1942), incomprensiblemente prohibida y destruida por el régimen, aunque afortunadamente recuperada en 1994 y restaurada por la Filmoteca Española para la historia del cine en general y del falangista en particular.
Arruinado a causa de “El inquilino”, Nieves Conde se vio abocado a trabajar desde entonces por encargo para poder mantener a su familia, pese a lo cual siempre intenta introducir algún elemento social y salvar en lo posible la calidad de guiones y argumentos muy flojos en unos casos, e incluso verdaderamente imposibles en otros. Pero como la censura le persiguió implacablemente hasta el final, cuando en 1975 vuelve a introducir el elemento político en “Casa manchada”, con Stephen Boyd encarnando a un falangista secuestrado por los maquis, se encuentra con una nueva prohibición, no pudiendo estrenarla hasta años más tarde, ya en plena transición. La cerrazón del régimen no le dio tregua ni en 1975…
Entre sus numerosas películas también merecen ser recordadas “Rebeldía” (1952), “Los peces rojos” (1954) y “Todos somos necesarios” (1956), toda una muestra de su profundo humanismo cristiano, igual que “Don Lucio y el hermano Pío” (1960).
Nieves Conde fue uno de esos falangistas de verdad que, precisamente por serlo, se desencantó con un régimen que demostró no ser el suyo y que, además, lo maltrató de forma inmisericorde. Y precisamente por ser falangista se encontró también después con el rechazo y el olvido de un mundo del cine que le jubiló prematuramente en 1976, y que sólo en los últimos años del pasado siglo comenzó tímidamente a reconocer su auténtica valía y sus grandes aportaciones, aunque sin duda no con la intensidad que merecía.
Para él todo hubiera podido ser muy fácil simplemente con ser un poco más complaciente con los gobernantes de turno, tal y como hicieron otros, pero él no era así. No lo fue durante el régimen de Franco y mucho menos estaba dispuesto a serlo después. Él prefirió mantener su dignidad hasta el final, y hasta en eso demostró ser un falangista íntegro. Por eso para nosotros José Antonio Nieves Conde seguirá estando siempre ¡presente!
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