martes, 16 de agosto de 2011

Prometeo y la Jornada Mundial de la Juventud

Llevo bastante tiempo sin poder sacar un rato para comentar alguna de tantas cosas que quisiera publicar en este humilde blog, y tras este desahogo ocasional creo que al menos así seguiré como hasta mediados de octubre por lo menos. Ruego a mis lectores un poco de comprensión, pues razones profesionales y personales me tienen casi completamente dedicado a otras cosas más urgentes.

El martes 16 de agosto, cuando llegaba a mi casa a cenar, pude ver por la televisión la parte final -a partir de la comunión- de la Misa inaugural de la Jornada Mundial de la Juventud y nuevamente me inundó un sentimiento contradictorio: por un lado, mucha alegría por la visita del Santo Padre, por ver cientos de miles de jóvenes comprometidos con la Iglesia, por ver como algunas partes de la Misa se hicieron en latín (al menos la bendición final y el "ite Misa est" de ese día, pero también en días sucesivos); por otro lado, una cierta tristeza al ver que en la Misa esos jóvenes no mantenían siempre la actitud debida (aplaudiendo y gritando antes del fin de la Misa, por ejemplo, predominando más el ambiente festivo que el de piedad -como han hecho en demasiadas ocasiones a lo largo de esta festiva peregrinación, tal y como puede verse pinchando aquí y aquí, si bien creo que siempre fueron excepciones-) y, sobre todo, al escuchar las palabras que les dirigió Monseñor Stanislaw Rylco (Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos) para hablarles de lo que significa la fe...

No puedo citar textualmente las palabras de Ms. Rylco, pero recuerdo que básicamente giraron en torno a lo importante que era la fe para el hombre, de la alegría y la felicidad que nos daba la fe, de cómo en esa Jornada Mundial de la Juventud se iba a experimentar la fe, de cómo la fe nos ayuda a conocernos, del sentido que la fe da a nuestra vida en cuanto nos hace ser verdaderos hombres y nos eleva como tales... Todo muy bonito y cierto, no digo que no, pero ¿eso es lo importante de la fe católica? ¿No será que de tanto hablar de cosas secundarias se olvidó hablar de lo principal: de que la Fe verdadera y la Cruz que supone para nosotros -aunque uno deba llevarla con alegría- es importante sobre todo para la salvación de nuestra alma? De esto no se acordó Ms. Rylco, como tampoco se acordó del pecado, ni del demonio, ni del infierno, ni de nada que pudiera parecer "negativo". A la inversa de como parodiaban hace años a aquel entrenador del F. C. Barcelona, Luis van Gaal, "siempre positivo, nunca negativo"... Y es que yo me pregunto: si la fe sólo sirviera para hacernos mejores y más felices, para elevarnos como hombres (casi le faltó decir que para elevarnos a la categoría de superhombres o incluso de dioses), para seguir un camino recto que nos ayude a conocernos y todo eso, ¿por qué uno debe ser católico y no budista, por poner un ejemplo? ¿Acaso esos fines secundarios y meramente humanos a los que se refería Ms. Rylco no se pueden alcanzar por medio de otras religiones o filosofías de vida? ¿No ha pensado que quizá a los jóvenes se les debería explicar que la razón fundamental es que la religion católica es la única verdadera y que es, por lo tanto, la única por medio de la cual se puede salvar el alma?

Luego la veneración pública de la reliquia del Beato Juan Pablo II, quien está siendo tratado y venerado como si ya hubiera sido declarado santo, algo que -conviene recordarlo- aún no ha sucedido, por lo que se supone que no está autorizada su veneración pública universal... Creo que eso poco importaba ese día (con el beato Juan Pablo II no importaron ni los requisitos legales exigibles para comenzar su proceso).

Los días posteriores, ya con el Santo Padre presente, también depararon sorpresas de todo tipo (y no me extenderé en lo referente a sus entrevistas con el Rey que ha firmado las leyes del aborto, el matrimonio homosexual y el divorcio; tampoco a las realizadas con el Presidente o con Mariano Rajoy, a quienes espero que haya influido positivamente y que finalmente cambien sus posturas inmorales sobre esos y otros temas -aunque yo sea escéptico al respecto-). Unas agradables (como la celebración según el Cánon romano de la Misa en la Catedral de Ntra. Sra. de la Almudena) y otras no tanto (como la iconografía masónica del altar en Cuatro Vientos, algo de cuyo asombro aún no he podido salir...; pero bueno, de su "acacia masónica" hablaré más adelante).

Respecto a los confesionarios situados en El Retiro, siendo magnífica la idea, me decepcionó que el sacramento no fuera denominado oficialmente como Penitencia o Confesión, sino como "Fiesta del Perdón"... Nuevamente los nombres tienen una intención, y es el quitar "dramatismo" al asunto, y como eso de hacer penitencia y confesar suena mal a algunos, mejor es hablar de "fiesta" y de "perdón" (aunque siempre será mejor que hablar de "reconciliación", como lo denominan algunos casi que haciendo del asunto una especie de perdón mutuo entre Dios y el hombre...). Una televisión entrevistaba a uno de esos jovenes recién confesados acerca de qué le había parecido, y su respuesta fue: "Muy bien, los sacerdotes son muy divertidos y lo hacen bonito". Pues qué bien...

La celebración del Vía Crucis me llamó mucho la atención, ya que no fue ni según las 14 estaciones del tradicional, ni según las 15 del Vía Crucis ecuménico de Juan Pablo II (quien modificó el tradicional para eliminar las referencias que no coincidían con las creencias protestantes). Esta vez se trató de una especie de Vía Crucis mixto que incluía estaciones de los dos y una distinta al final en honor a la Vírgen. Vamos, que en realidad fue una particular meditación de la Pasión más que un Vía Crucis propiamente dicho, pero bueno, al meno se vio en general bastante recogimiento y piedad entre los asistentes, cosa que es muy de agradecer.

En cambio, la iconografía de esta Jornada Mundial de la Juventud ha sido la modernista habitual: crucifijos con imágenes de Cristo deformado, un gigantesto "árbol de la vida" en el lugar de la tradicional iconografía católica, etc. Respecto al mencionado "árbol de la vida", lo cierto es que yo no sabía al principio si se introdujo en referencia más bien al "árbol de la ciencia del bien y del mal", pero luego comprobé estupefacto que se trataba claramente de una acacia, el árbol simbólico de la Masonería...; no es que sea yo muy entendido de los asuntos masónicos, pero es que hasta una de las revistas oficiales de los masones españoles se llama "La Acacia", y el barrio madrileño diseñado masónicamente también es el Paseo de las Acacias... ¿Acaso se encargó el diseño a un arquitecto masón y nadie comprobó nada después? En cualquier caso, ¡¡¡increíble!!!

La JMJ sobre todo me ha dado la impresión más de un espectáculo lúdico-festivo (incluso con no pocas mujeres en sujetador en Cuatro Vientos con la excusa del calor, algo absolutamente fuera de lugar y que dió lugar a más de una llamada de atención) que de una peregrinación religiosa (aunque también hubo momentos de verdadero recogimiento y piedad: el del "Vía Crucis" y el de la exposición del Santísimo, por ejemplo). No niego que seguramente habrá habido muchos buenos frutos en esta Jornada, pero mi sentimiento general es contradictorio y no puedo dejar de reconocer que la decepción me inunda.

Las homilías y discursos del Santo Padre me parecieron en general buenos, aunque muy genéricas (me hubiera gustado escuchar respuestas más concretas a las muy buenas preguntas que le plantearon varios jóvenes en Cuatro Vientos y que para cualquiera que lo viera dieron la impresión de no haber sido respondidas; no obstante, bien pudiera ser que sí estuvieran previstas esas respuestas, sólo que figuraran entre las palabras que al final no pronunció Su Santidad a causa de la tormenta, en cuyo caso es una pena que todo quedara en los interrogantes...). Además, sus palabras estuvieron siempre dentro de esa línea "buenista" ya mencionada al hablar de Ms. Rylco: nada de hablar expresamente del peligro de la condenación y de la necesidad de salvar nuestra alma, ni del pecado, ni de la importancia de los sacramentos para estar en estado de gracia y así poder alcanzar el Cielo... No es que dijera nada propiamente incorrecto, no, pero la sensación que me quedó es la de "sí, pero no"; era cierto lo que decía, desde luego, pero yo creo que las respuestas que necesitan escuchar los jóvenes han de ser más claras, completas y precisas, aunque algunas cosas no guste escucharlas. Pero yo entiendo que lo que no gusta también hay que decirlo, al menos cuando se trata de la salvación de las almas.

Y aquí viene muy a cuento recordar que este mismo verano la Fundación San Pio X ha publicado en España el libro del R. P. Álvaro Calderón titulado "Prometeo. La religión del hombre", una obra magnífica y muy ilustrativa a la hora de explicar a fondo el profundo cambio operado en la Iglesia por el Concilio Vaticano II y que queda patente en eventos como el de la Jornada Mundial de la Juventud, donde se han dado una imagen y un mensaje del catolicismo tan "humanista" que casi se olvida hablar de Dios y de lo que significa para nosotros la salvación de nuestra alma. Todo el mundo "es bueno", la fe es una "experiencia vital", la fe "nos hace mejores", la fe es una "alegría", Cristo "busca al hombre" (no tanto el hombre a Cristo), la fe es "para el hombre"... ¿Seguro que es esa la fe católica? ¿No será que a fuerza de querer hacerla más presentable nos hemos esforzado tanto por el "continente" que nos hemos olvidado de gran parte del "contenido"?

El R. P. Álvaro Calderón analiza todas estas cosas en su magnífico libro de una manera rigurosa y profunda, llegando a la conclusión de que se ha producido una enorme mutación -sin precedentes en los 2.000 años anteriores- en el centro de la fe católica, pasando de ser este ocupado por Dios (al cual nos debemos todos con sumisión, humillación y penitencia, en la línea del "publicano" de la parábola), a ser ocupado por el hombre (al cual es Dios quien busca y ama por sí mismo, y al cual se debe para hacerle más y mejor hombre, algo más en la línea del "fariseo" de la misma parábola...).

¿Cuál de los dos mensajes es el que dan las jerarquías católicas actualmente? ¿Quién de los dos se supone que debe ocupar el centro de la religión católica -y por ende, de nuestros altares-, Dios -en el centro de la teología y en el Sagrario- o el hombre -sacerdote o fiel-? ¿Es el hombre el que tiene que dirigirse a Dios, o Dios quien tiene que dirigirse a nosotros para que le respondamos?

He ahí un gran motivo para la reflexión de todo católico de hoy en día.