viernes, 11 de mayo de 2012

Inminente regularización canónica de la Hermandad Sacerdotal San Pío X: un nuevo escenario lleno de peligros y oportunidades para la Iglesia

Parece ser que a finales de este mes de mayo el Santo Padre, Benedicto XVI, depués de la respuesta dada por Ms. Fellay al Preámbulo Doctrinal que le ha propuesto el Vaticano (al que ha puesto una serie de objeciones), tomará una decisión definitiva respecto a la Hermandad Sacerdotal San Pío X, ese heroico y creciente grupo de sacerdotes (más de 500), fundado por el no menos heroico Arzobispo francés Marcel Lefebvre en 1.970, y que ha sabido mantener con firmeza hasta hoy la doctrina y la liturgia tradicionales católicas frente al maremoto modernista que lo anegó todo tras el pastoral -que no dogmático- Concilio Vaticano II. Gracias a la HSSPX no han desaparecido la doctrina católica de siempre ni la Misa tradicional, la verdadera Misa, la que se mantiene fiel al canon apostólico, la que no admite nuevas -y dudosas- fórmulas en la consagración, la que no permite que se alteren las palabras de Nuestro Señor Jesucristo en la oración que Él mimo nos enseñó (el Padre Nuestro), la que ha servido para la santificación de tantas almas a lo largo de 2.000 años... Y no sólo eso. Gracias a la HSSPX se ha mantenido el verdadero sacerdocio católico. Y con él, los verdaderos sacramentos. Sin cambios ni adulteraciones, sin riesgos de invalidez ni de herejía. ¿Qué hubiera sido de la Iglesia si Ms. Lefebvre no hubiera fundado la HSSPX? ¡¡¡Qué claro se ve hoy en día lo providencial de aquella decisión y, sobre todo, de la de 1.988 de consagrar cuatro obispos para impedir la desaparición de su obra!!!

Ahora, sin embargo, se percibe una clara división de opiniones dentro de la propia HSSPX sobre el camino a seguir en el futuro: ¿hay que aceptar la regularización que ofrece el Papa -con los inmensos peligros doctrinales y oportunidades pastorales que ello supondría-, o es mejor dejar las cosas como hasta ahora a la espera de que Roma vuelva claramente a la Tradición? La autoridad en la HSSPX la tiene el Superior General, Monseñor Fellay (junto a su Consejo General), pero siendo ello cierto, no se puede ignorar la gran autoridad moral que tienen los otros tres obispos también consagrados por Ms.Lefebvre y Ms. de Casto Mayer en 1.988: Ms. de Galarreta, Ms. Tissier y Ms. Williamson.

Tengo una enorme estima por estos cuatro extraordinarios obispos, por cuya heroica lucha durante estas décadas tanto agradecimiento deberíamos manifestar todos los católicos del mundo. Por eso me duele tanto ver que esta previsible regularización está dividiendo y enfrentando posturas dentro de la HSSPX, con tres obispos contrarios a la misma y otro -el Superior General- partidario de ella, y todos ellos con buenos argumentos y con numerosos partidarios entre los sacerdotes y los fieles... En este artículo, cuyo contenido básicamente comparto, se explica bastante bien la complicada situación actual: http://santaiglesiamilitante.blogspot.com.es/2012/05/el-sabotaje-y-afines-editorial.html

Como a la inmensa mayoría de los fieles de la HSSPX, y aunque yo no sea teólogo ni canonista, todo este asunto de la inminente regularización canónica de la misma me preocupa muchísimo y me tiene dividido interiormente, pues en realidad creo que ambas posiciones tienen de su parte de razón, sostenida siempre sobre argumentos muy sólidos. Pero el fondo del asunto no es nada simple y exige delimitar algunos conceptos básicos. Yo siempre he sostenido que la HSSPX se justifica por dos  estados de necesidad y no sólo por uno:

El primero, que es el que está en origen de todo, es el estado de necesidad doctrinal y litúrgico que pone en peligro la propia fe católica: el modernismo sostenido por la mayoría de los sacerdotes y jerarquías de la Iglesia, tras el pastoral -que no dogmático- Concilio Vaticano II, actualmente infesta la doctrina y pervierte la liturgia y los sacramentos, lo que crea un estado de necesidad claro, cierto, real, concreto y actual para mantener la sana doctrina, la liturgia y los sacramentos válidos tradicionales, que son garantía de ortodoxia y santidad. Es decir, existe la necesidad de defender y mantener la integridad de la fe católica.

El segundo es el estado de necesidad canónico: como consecuencia del anterior (e íntimamente relacionado con él, lo que no impide su distinción), existe un estado de necesidad canónico derivado del hecho de que las autoridades modernistas, pero al mismo tiempo legítimas (un mal padre no deja de ser padre, por mucho que queramos), de la Iglesia hasta ahora no permiten que la HSSPX mantega la necesaria regularidad canónica para ejercer su apostolado (algo especialmente importante para los sacramentos de la Penitencia y del Matrimonio). Y es en orden a ese segundo estado de necesidad añadido (y también claro, concreto, actual y real) que se justifica la jurisdicción de suplencia que prevé la Iglesia en estos casos para satisfacer el primer estado de necesidad (el doctrinal-litúrgico). 

Y ahora surge la gran pregunta, la que está en el meollo de todo este problema actual y a la cual hemos de responder en conciencia y con toda la honradez posible: ¿qué pasa si, aun manteniéndose el estado de necesidad doctrinal-litúrgico, el Papa está dispuesto a conceder una regularización canónica que no suponga impedimento a la lucha que se mantiene en orden a ese primer estado de necesidad? ¿No supondría la desaparición del estado de necesidad canónico el hecho de su rechazo?  ¿Se puede rechazar ese ofrecimiento y al mismo tiempo sostener que sigue existiendo el estado de necesidad canónico que justifica la jurisdicción de suplencia? Es decir, ¿se puede legítimamente seguir apelando a la jurisdicción de suplencia cuando se ha rechazado una regularización canónica que realmente no suponga concesiones de níngún tipo en lo referente a la fe? Sinceramente, la respuesta teórica es muy fácil (no se puede rechazar y luego apelar al estado de necesidad canónico, desde luego), pero la respuesta práctica en este caso concreto no me parece nada fácil, pues la hostilidad de la mayor parte de las autoridades eclesiásticas hacia la HSSPX y su previsible intento de combatirla aprovechándose de su autoridad son un peligro evidente... Pero ese peligro, ¿es cierto, real, actual y concreto, o sólo posible o previsible, en cuyo caso habría que responder en consecuencia cuando lo sea, pero no antes? Además, sin conocer el contenido real del Preámbulo doctrinal que la HSSPX tendría que suscribir para alcanzar su regularización canónica, me resulta imposible contestar de forma tajante (hasta ahora no se sabe las implicaciones doctrinales que supondría) a si hay peligro cierto, real, actual y concreto para la fe o no. 

Por ello, partiendo del principio de que la Autoridad sólo debe ser resistida si la obediencia a ella supone un peligro cierto, real, actual y concreto contra la fe (más allá de las hipótesis, de las meras especulaciones sobre posibles peligros futuros a los que considero que sólo se puede responder legítimamente cuando realmente se produzcan), hoy por hoy me inclino ligeramente por la opinión de Ms. Fellay, aunque mis reservas a causa de los peligros que se ciernen sobre  la HSSPX son tantas que, sinceramente lo reconozco, no logro alcanzar la plena tranquilidad de conciencia. 

Hoy por hoy creo (con todas las dudas que ya he manifestado) que lo más prudente posiblemente sea aceptar la regularización y mantenerse doctrinalmente tan firme como hasta ahora (para lo cual considero imprescindible mantener la unidad interna de la HSSPX), y si ello se trata de impedir y como consecuencia de ello vuelve a surgir un estado de necesidad canónico que obligue a regresar al punto de partida, hay que estar dispuestos a hacerlo sin dudarlo un momento (lo que exige mantener una firme concienciación del fondo del problema que sigue sin solución). Porque sinceramente lo creo: si se acepta la regularización -y me cuesta justificar moralmente su rechazo- a medio o largo plazo no sería descartable que, como consecuencia del manteniento de la misma firmeza doctrinal y litúrgica que hasta ahora, la HSSPX tuviera que volver a la irregularidad canónica (especialmente si un futuro Papa demostrara menos benevolencia que Benedicto XVI, quien -sin ser tradicionalista- es obvio que ha querido dar pasos muy importantes hacia la Tradición, y ello a pesar del desgaste que, humanamente hablando, le ha supuesto tal decisión). Dios no lo quiera y ojalá que la Tradición se abra paso en la Iglesia hasta volver a ser lo que nunca debió dejar de ser, pero tal escenario de vuelta a la irregularidad canónica no creo que sea en absoluto descartable, y precisamente por eso creo que todos deberíamos concienciarnos de ello.

¡¡¡Qué momento tan difícil!!! ¡¡¡Qué importante sería que se mantuviera a toda costa la unidad de la HSSPX, sea cual sea la decisión que finalmente se tome!!! Y es que, sinceramente lo creo, ambas posturas me parecen necesarias para no perder la correcta perspectiva de las cosas.

Hoy más que nunca son necesarias las oraciones y la asitencia del Espíritu Santo.

Comentario añadido el 14-V-2012: Marcelo González ha publicado sobre este tema un magnífico artículo en "Panorama Católico Internacional" que recomiendo vívamente: http://panoramacatolico.info/articulo/de-tensiones-sueltas-y-lenguas-refrenadas