viernes, 21 de agosto de 2009

El contenido "mundialista" de la última encíclica papal

He de reconocer que no he tenido oportunidad aún de leer la última encíclica del Santo Padre, "Caritas in veritate", por lo cual me resisto a dar una opinión personal en profundidad. De las dos referencias más o menos claras que tengo, a priori una me gusta y otra me disgusta bastante. Me gustan las referencias a su contenido social que he leído, y que aparentemente profundizan bastante en la línea emprendida por León XIII y que conforman la parte económica -de principios, no de programa- de la Doctrina Social de la Iglesia. No obstante, y dado que no la he leído el texto completo, prefiero abstenerme de entrar en más detalles.

Pero hay otra referencia que tengo que me preocupa más, y es la que hace referencia a la defensa que en la Encíclica se hace del mundialismo -lo siento, pero el mundialismo uniformador que pretende acabar con las patrias y con la soberanía de las naciones no puedo defenderlo de ninguna manera-, y de otros principios dudosos en materia más propiamente religiosa. No entraré en ellos por las razones ya dadas, pero no me resisto a trascribir este interesante artículo del Superior del Distrito de América del Sur de la HSSPX sobre este último aspecto.


LA RUPTURA CONTINÚA (Revista "Iesus Christus" Nº 123)

La encíclica Caritas in veritate, escrita por Benedicto XVI y sus colaboradores, terminada el 29 de junio y publicada el 7 de julio, es un documento largo, arduo, en el cual el Papa aborda “el desarrollo humano integral en la caridad y la verdad”. En los preliminares del documento, el Papa afirma que su enseñanza, y la de Pablo VI, la cual él quiere desarrollar, en modo alguno están en ruptura con la de León XIII y Pío XI: “La relación entre la Populorum progressio (1) y el Concilio Vaticano II no representa una fisura entre el Magisterio social de Pablo VI y el de los Pontífices que lo precedieron, puesto que el Concilio profundiza dicho magisterio en la continuidad de la vida de la Iglesia” (§ 12). El Papa se esforzó en justificar esta continuidad con su famoso discurso a la Curia Romana del 22 de diciembre de 2005.

Benedicto XVI parte de un presupuesto, el cual desarrollará a lo largo de toda su encíclica, a saber, la globalización que está en marcha es algo inevitable; por eso, hay que intentar acompañarla: “la globalización no es, a priori, ni buena ni mala. Será lo que la gente haga de ella” (§ 42). Ella tiene su fundamento en la unidad de la familia humana: “La verdad de la globalización como proceso y su criterio ético fundamental vienen dados por la unidad de la familia humana y su crecimiento en el bien. Por tanto, hay que esforzarse incesantemente para favorecer una orientación cultural personalista y comunitaria, abierta a la trascendencia, del proceso de integración planetaria” (§ 42).

El Papa, presa de cierta ingenuidad, no parece darse cuenta del peligro terrible que representa esta globalización,(2) que no podrá construirse sino sobre las ruinas de la Cristiandad. Querer bautizar la globalización implica querer bautizar un cadáver. Querer persuadir a los católicos para que se empeñen en ese proyecto, supone alentarlos a cavar sus propias tumbas. El mundialismo, para la política, es lo que el ecumenismo para la religión. Uno llevará a la paulatina desaparición de las patrias, connaturales a todo hombre; el otro conducirá a la desaparición de la Iglesia Católica, única religión revelada, que poco a poco será disuelta en una religión universal que el mundialismo procurará establecer, concretando así uno de los grandes ideales masónicos.

Para evitar “un poder universal”, en el que advierte un peligro, Benedicto XVI propone “el gobierno de la globalización”, que sería como una especie de instancia supranacional y mundial, que gracias a distintas instancias, regularía y moralizaría las relaciones entre los pueblos: “Para no abrir la puerta a un peligroso poder universal de tipo monocrático, el gobierno de la globalización debe ser de tipo subsidiario, articulado en múltiples niveles y planos diversos, que colaboren recíprocamente” (§ 57).

De hecho, Benedicto XVI da a entender así que los tiempos de la Cristiandad han terminado. Es por eso que no hace ninguna referencia a ella. Y es por eso también que hay que proponer un nuevo sistema. Esto, a su vez, es confrontado con el peligro que representa un mundialismo materialista ateo, que querría instalarse y que el Papa denuncia. Y así, es preciso ensayar una síntesis de los dos, “bautizando” el mundialismo y pidiendo para la Iglesia un “derecho de ciudadanía” (§ 56) en esta construcción mundial.

Fiel al ecumenismo que el Concilio Vaticano II ha oficializado, el Papa no pide que la Iglesia Católica tenga alguna exclusividad en esta misión, sino sólo la libertad de actuar hombro a hombro con las otras religiones: “otras culturas y otras religiones enseñan la fraternidad y la paz y, por tanto, son de gran importancia para el desarrollo humano integral” (§ 44).

El contraste de estas líneas con las enseñanzas que León XIII y Pío XI expusieron en sus encíclicas sociales revela una ruptura con la Tradición católica. Advirtamos lo que dice León XIII: “La Iglesia saca del Evangelio las enseñanzas en virtud de las cuales se puede resolver por completo el conflicto, o, limando sus asperezas, hacerlo más soportable; ella es la que trata no sólo de instruir la inteligencia, sino también de encauzar la vida y las costumbres de cada uno con sus preceptos; ella es la que mejora la situación de los proletarios con muchas utilísimas instituciones; ella es la que quiere y desea ardientemente que los pensamientos y las fuerzas de todos los órdenes sociales se alíen con la finalidad de mirar por el bien de la causa obrera de la mejor manera posible (…) Si hay que curar a la sociedad humana, sólo podrá curarla el retorno a la vida y a las costumbres cristianas”.(3)

A su vez, Pío XI afirmará con el mismo vigor que “A esta lamentable ruina de las almas, persistiendo la cual será vano todo intento de regeneración social, no puede aplicarse remedio alguno eficaz, como no sea haciendo volver a los hombres abierta y sinceramente a la doctrina evangélica, es decir, a los principios de Aquel que es el único que tiene palabras de vida eterna, y palabras tales que, aun cuando pasen el cielo y la tierra, ellas jamás pasarán”.(4) Benedicto XVI no reniega de estas palabras de sus predecesores, pero las entiende como expresión de un pensamiento que forma parte de una época que ya no es la nuestra.

Para comprender cabalmente la noción de Tradición que tiene el Papa, hay que remitirse a un discurso que hizo hace algunos años: “La Tradición es la comunión de los fieles en torno a sus pastores legítimos a lo largo de la historia; una comunión que el Espíritu Santo alimenta, asegurando la ligazón entre la experiencia de la fe vivida en la comunidad originaria de los discípulos y la experiencia actual de Cristo en su Iglesia”.(5)

Para el Papa actual, la Tradición es, prácticamente hablando, la fecundación que el Espíritu Santo hace de la experiencia vital de los fieles unidos a sus pastores a lo largo de la historia de la Iglesia, tal como la tercera Persona de la Trinidad lo hizo en la época apostólica. Por tanto, la Tradición es evolutiva. Esta definición es claramente distinta de la que aprendemos en el catecismo de San Pío X: “La Tradición es la palabra de Dios no escrita, sino comunicada de viva voz por Jesucristo y por los Apóstoles, transmitida sin alteración de siglo en siglo por medio de la Iglesia hasta nosotros”.(6) ¡Aquí la ruptura con el magisterio tradicional es evidente!

El hombre ocupa un puesto central en todo el sistema deseado por Benedicto XVI: “la fuerza más poderosa al servicio del desarrollo es un humanismo cristiano, que vivifique la caridad y que se deje guiar por la verdad, acogiendo una y otra como un don permanente de Dios” (§ 78). Para realizar tal programa, todos los hombres deben unirse: “Según la opinión casi unánime de creyentes y no creyentes, todo lo que existe en la tierra debe ordenarse al hombre como su centro y su culminación” (7) (§ 57). Recuperando una expresión de Pablo VI en Populorum progressio, Benedicto XVI llega incluso a afirmar que “todo trabajador es un creador” (§ 41).

Uno no puede más que quedarse boquiabierto ante estas cosas. La distinción entre el orden natural y el sobrenatural es pasada en silencio. No hay ninguna alusión a la necesidad de la redención; tampoco a la necesidad de la gracia para sanar el alma humana y para darle esperanzas de una eterna bienaventuranza. Este humanismo envenena toda la encíclica y parece salido de las logias, algo que nada tiene que ver con la Tradición católica. No puede negarse que esta encíclica muestra una indiscutible continuidad… pero con el Vaticano II, que en sí mismo está en ruptura con el magisterio tradicional. ¿Será quizás por eso que muchos hombres del mundo de la política alaban esta encíclica? Porque las voces discordantes son muy raras…

Hasta ayer los Papas enseñaban que la fe católica debía ser el alma de la sociedad. Así fue como se edificó la Cristiandad. En la actualidad, la Iglesia conciliar no reclama más que un miserable “derecho de ciudadanía” (§ 56), esto es, la libertad de existir junto a las otras religiones. No hay que olvidar que esta especie de “instancia supranacional” que Benedicto XVI desea para moralizar el mundialismo, era hasta no hace mucho una realidad concreta sostenida por la Iglesia Católica, que unificaba bajo sus alas a las naciones cristianas. Esa misma Iglesia, tras el último Concilio, ha renunciado a encarnar ese papel, difícil por cierto, pero indispensable en vistas de una restauración social. Allí también esta encíclica del Papa Benedicto XVI marca una ruptura con la doctrina constante de la Iglesia. Dado que, como dice el aforismo filosófico, “la naturaleza tiene horror del vacío”, ¡la vía queda expedita para edificar la Babilonia de las religiones y las naciones!

Es importante destacar asimismo que la encíclica Caritas in veritate no hace ninguna alusión al reinado social de Nuestro Señor Jesucristo. De hecho, para Benedicto XVI, eso ya no puede enseñarse, al modo como la Iglesia lo hacía hasta hace poco. Hay que marchar hacia una “sociedad laica de inspiración cristiana”,(8) en la que la libertad de conciencia será respetada y defendida, tal como lo pidió el Concilio Vaticano II.(9)

Así las cosas, es preciso rendirse ante la evidencia e indicar que esta encíclica está en ruptura con la enseñanza tradicional de la Iglesia. La religión católica no es una opción en términos de la restauración social, sino una necesidad para salvar a la sociedad del caos hacia el cual se precipita.

Recordemos —ya para terminar— las palabras de Pío XI: “si consideramos más atenta y profundamente la cuestión, veremos con toda claridad que es necesario que a esta tan deseada restauración social preceda la renovación del espíritu cristiano, del cual tan lamentablemente se han alejado por doquiera, tantos economistas, para que tantos esfuerzos no resulten estériles ni se levante el edificio sobre arena, en vez de sobre roca (…) Por lo tanto —y nos servimos de las palabras de nuestro predecesor—, si hay que curar a la sociedad humana, sólo podrá curarla el retorno a la vida y a las costumbres cristianas. En efecto, solamente ésta puede aportar el remedio eficaz contra la excesiva solicitud por las cosas caducas, que es el origen de todos los vicios; ésta es la única que puede apartar los ojos fascinados de los hombres y clavados en las cosas mudables de la tierra, y hacer que los levanten al cielo. ¿Quién negará que es éste el remedio que más necesita hoy el género humano?” (10)

La Fraternidad San Pío X, con motivo de las próximas discusiones doctrinales con las autoridades romanas, acometerá el difícil empeño de demostrar que el último Concilio y la enseñanza que se extrajo de él desde hace cuarenta años, constituyen una ruptura evidente y brutal con la enseñanza de siempre de la Iglesia.

Este objetivo parece sobrehumano; sin embargo, no olvidemos que la Iglesia es divina. A cada uno de nosotros corresponde rezar y hacer penitencia por esta intención, de modo que la Verdad triunfe, por la gloria de Dios, el honor de la Iglesia, la restauración de la sociedad y la salvación de las almas.

¡Que Dios los bendiga!

Padre Christian Bouchacourt
Superior de Distrito América del Sur

Notas:

1. Encíclica social de Pablo VI, 16 de marzo de 1962.
2. Para entender los peligros del mundialismo socialista, propiciado por las sectas masónicas en aras de edificar una sociedad internacional regida por los derechos del hombre contra los de Dios (cfr. Declaración Universal de los Derechos Humanos, del 10 de diciembre de 1948), se pueden leer con fruto Epiphanius, “Masonería y sectas secretas”, edit. “Sí Sí No No”, y Aníbal A. Rottjer, “La Masonería en la Argentina y en el mundo”, editorial Nuevo Orden.
3. León XIII, “Rerum Novarum”, 15 de mayo de 1891.
4. Pío XI, “Quadragesimo anno”, 15 de mayo de 1931.
5. Benedicto XVI, La Comunión en el tiempo: La Tradición. Discurso del 26 de abril de 2006, citado en “L’Osservatore Romano” nº 18, 2 de mayo de 2006. Cfr. Padre Jean-Michel Gleize, artículo de la revista “Fideliter” nº 179, págs. 21-26.
6. Catecismo de San Pío X, editorial Río Reconquista, pág. 113, nº 890.
7. Concilio Vaticano II, constitución “Gaudium et spes”, § 12.
8. Cfr. el excelente artículo de Monseñor Bernard Tissier de Mallerais en “Le Sel de la Terre” nº 69, Hermenéutica de Benedicto XVI.
9. Vaticano II, declaración “Dignitatis humanæ”, n° 2.
10. Pío XI, ibidem.

domingo, 16 de agosto de 2009

Mi última entrevista: sobre la denominada "memoria histórica"

El pasado 24 de julio me hicieron una entrevista para un estudio universitario sobre la "memoria histórica" que buscaba conocer la opinión oficial de Falange Española de las JONS sobre ese tema. Dado que se trata de la última entrevista que he concedido en 2009 y que no tiene como finalidad el ser publicada en ningún medio de comunicación de entidad, he considerado oportuno publicarla en mi blog por si le resulta interesante a alguno de mis habituales lectores.

1.- ¿Qué opinión le merece la Ley de Memoria Histórica presentada por el Partido Socialista y aprobada en diciembre del 2007?

Respuesta: La denominada Ley de Memoria Histórica ha supuesto una nueva oportunidad perdida para alcanzar una verdadera reconciliación entre los españoles. Para lograr esto hubiera bastado con igualar a todas las víctimas y a todos los verdugos, independientemente del bando en que militaran, porque víctimas inocentes y verdugos sanguinarios hubo en ambos bandos, y mientras esto no sea reconocido así, hablar de reconciliación o de justicia resulta simplemente un sarcasmo.

Además de hacer justicia y de fomentar la reconciliación sincera entre españoles -cosa que no hace-, esa ley debió respetar los monumentos, calles y símbolos de ambos bandos que existían en ese momento, ya que forman parte de nuestra historia y de nuestra cultura. Pues bien, tampoco lo ha hecho así. Pretender quitar los de uno solo de los bandos -el Nacional- y dejar las calles y monumentos de personajes del otro bando -el del Frente Popular; me niego a llamarle "republicano", ya que republicanos también había en el bando Nacional, como la Falange y otros-, es otra muestra de sectarismo e intolerancia más propia del integrismo fanático de los "talibán" afganos -los que dinamitaron los budas de Bamiyán por no ser islámicos- que de personas civilizadas.

La Historia debiera dejarse en manos de los historiadores, y no de los políticos, porque no se puede legislar la Historia. Una verdadera Ley de Justicia y de Verdad Histórica sería otra cosa y habría buscado eso. La propia denominación "memoria histórica" es elocuente: la "memoria" es algo subjetivo y parcial, y cada cual tiene la suya; la Historia es otra cosa y sólo busca la verdad y los datos objetivos.

En definitiva, se trata de una ocasión histórica perdida, basada en el sectarismo y el fanatismo político en vez de la Justicia y la Verdad, y seguramente motivada más por el afán de satisfacer el rencor de los socialistas, comunistas y separatistas más radicales y de desviar la atención de los verdaderos problemas de la España actual, que de las legítimas aspiraciones que dice pretender buscar.

2.- ¿Considera el movimiento de recuperación de memoria histórica puesta en marcha por asociaciones populares como un mero revisionismo para martirizar a los fallecidos del bando republicano?

Respuesta: No en todos los casos, pero sí en la mayor parte de ellos. Yo creo que hay algunas asociaciones -y sobre todo personas- que sólo buscan esclarecer los hechos luctuosos de aquella guerra fraticida y hacer justicia, rescatando cuerpos indignamente sepultados y rescatando la memoria de personas injustamente asesinadas. Eso me parece justo y hasta necesario, y la labor que hacen en ese sentido asociaciones como la Hermandad de los Mártires de Paracuellos del Jarama o la de los Mártires de Aravaca me parece encomiable: buscar la verdad y recuperar la dignidad y las sepulturas de miles de asesinados, pero sin buscar revanchismos extemporáneos ni fanatismos.

El problema viene precisamente cuando lo que se busca no es tanto la Justicia y la búsqueda de la verdad histórica, como el revanchismo y la criminalización del bando Nacional. Y esto es precisamente lo que yo creo que se está intentando hacer, y a falta de rigor histórico se recurre al Boletín Oficial del Estado, ¡como si la Historia pudiera ser decretada por medio del BOE! ¿Cómo puede establecerse por ley una visión concreta de un hecho histórico? Eso es una desfachatez más propia de un gobierno o un régimen totalitario que de una sociedad democrática, seria y civilizada.

Deberían desengañarse de una vez: por mucho que lo intenten, los herederos políticos del Frente Popular jamás van a ganar la Guerra Civil con carácter retroactivo.

3.- ¿Qué opina de la querella impuesta al juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón por prevaricación?

Respuesta: Me parece que ya era hora de que al señor Garzón se le pusiera en su sitio, y eso ya se está haciendo, independientemente de que al final resulte o no condenado. El señor Garzón se negó a tramitar causas contra conocidos criminales de guerra del bando del Frente Popular como Santiago Carrillo, y en cambio pretendió perseguir a los dirigentes históricos de Falange Española y a otros del franquismo -que son cosas distintas, aunque él las mezcle alegremente, lo que demuestra lo ignorante que es este señor en esa materia- precisamente por asuntos relacionados con la misma guerra. ¡Y en el caso de los dirigentes de Falange Española no por crímenes, sino por delitos políticos! Sencillamente increíble e intolerable, y si esto no es una conducta prevaricadora, desde luego se le parece mucho...

No obstante le informo que en los próximos días Falange Española de las JONS se personará en la causa y presentará una querella propia para resaltar un aspecto no incluido en las dos querellas anteriores: el intento de persecución jurídica por motivos políticos de antiguos y actuales dirigentes de Falange Española por parte del señor Garzón, particularmente de nuestro actual Jefe Nacional, Diego Márquez Horrillo.

Esto no ha hecho más que empezar.

4.- ¿Considera que debe haber una recuperación de la memoria histórica de las víctimas del bando nacional?

Respuesta: No. Ni creo que deba buscarse por ley ninguna "memoria histórica", ni creo que los políticos deban inmiscuirse en la Historia, ni tampoco creo que, una vez puestos a hacerlo, deban hacerlo por bandos. Ya que se meten donde no deben, bastaría con que la actual ley fuera objetiva y dejara a un lado revanchismos y fanatismos políticos; que a todas las víctimas se les reconozcan los mismos derechos y que deje de plantearse la Guerra Civil como una lucha entre buenos y malos. Los de cada bando siempre se considerarán los buenos, lógicamente, pero la legislación no puede ser partidista. No debe serlo.

5.- ¿Qué opina de la exhumación de cadáveres republicanos que se está llevando a cabo, sin presencia judicial en la mayoría de los casos, en algunos puntos de la geografía española?

Respuesta: Me parece que ese asunto se está llevando muy mal. Considero justo que los familiares quieran exhumar los restos de sus seres queridos, pero ello debe hacerse de una manera seria y legal. Recuerdo que en una de las fosas los cuerpos encontrados resultaron no ser de frentepopulistas, sino de falangistas, y después de profanar los cuerpos se les volvió a tapar quién sabe si eliminando restos o pruebas sin ningún control; en otro caso se amontonaron en el suelo los restos durante meses en un local no preparado para ello; en otra ocasión se trató de ocultar que los supuestos restos de frentepopulistas resultaron no ser humanos... Puestos a exhumar cadáveres eso debe hacerse seriamente, y además sin violentar la voluntad de los familiares, evitando situaciones tan absurdas como la del poeta García Lorca -amigo personal del fundador de Falange Española, José Antonio Primo de Rivera, y que fue asesinado por los militares, pese a estar protegido por los falangistas granadinos-, cuyo cadáver se empeñan algunos en exhumar incluso en contra de la voluntad de su familia.

Es una pena que en pleno siglo XXI los españoles sigamos avivando estos traumas históricos que ya parecían superados, como pena fue que no se cumpliera aquél deseo generoso del propio José Antonio Primo de Rivera, escrito en su testamento la víspera de su asesinato por parte del gobierno del Frente Popular: "Ojalá Fuera la mía la última sangre española que se vertiera en discordias civiles. Ojalá encontrara ya en paz el pueblo español, tan rico en buenas cualidades entrañables, la Patria, el Pan y la Justicia".


Jorge Garrido San Román

Vicesecretario General de FE-JONS