viernes, 27 de marzo de 2009

¿Qué tendrá El Escorial?


Algo debe tener El Escorial que desde tiempo inmemorial ha estado relacionado con lo tenebroso y oscuro, con fuerzas extrañas y conspiraciones de todo tipo. Claro, que aquéllos eran otros tiempos y los personajes involucrados en todas esas historias solían tener una cierta categoría. Serían malos, perversos incluso, pero al menos no solían ser simples aficionados. Es más, incluso los protagonistas del “famoseo” de entonces y sus defensores tenían cierto caché, no como los famosetes de tres al cuarto de nuestros días –su caché es meramente monetario- y sus leguleyos de pacotilla (esos que cuando alguna de las fulanas de nuestra telebasura actual acusa a otra de acostarse con su “amigo” sale presuroso a prepararle la oportuna demanda; cosas de la caballerosidad moderna supongo: “señorita –o señorito, que ahora enseguida te acusan de machista, y a fin de cuentas señoritos haberlos haylos-, si tiene usted un problema con alguien no se preocupe, que yo me ofrezco gentilmente a ayudarla y le preparo una demanda que vamos…”). Son siempre demandas de risa, claro, pero ¿a que queda bien eso de demandar? ¿Qué sería de ellos si no pudieran incluir en su currículo el haber puesto unas cuantas de esas cutre-demandas? Es que eso siempre da cierta categoría, ya se sabe. Cutre, pero categoría a fin de cuentas.

Bueno, el caso es que de una de esas extrañas conjuras urdidas en El Escorial (¿qué culpa tendrán los pobres escurialenses de que a esa gente históricamente le guste ubicarse allí?) ha salido una magnífica película dirigida magistralmente por Antonio del Real. Sí, sí, ese que decidió darse de baja junto a algunos otros notables del cine español –directores y productores- de la Academia del Cine cuando su politización con el “no a la guerra” (y que conste que yo tampoco estaba a favor de nuestra intervención en Iraq, aunque no por los mismos motivos que la progresía).

No les voy a contar la película a los lectores de este humilde blog, pues acaba de salir en dvd y es una buena oportunidad de comprarla, verla una o varias veces, reflexionar sobre el buen cine español –esta película demuestra que no todo es bazofia, como más de uno piensa no sin cierta base-, apoyar a un buen director y, ya que estamos, reflexionar acerca de las conjuras, contubernios y conspiraciones que tantas veces se gestaron en El Escorial… ¿Qué tendrá El Escorial?

Eso sí, en épocas pretéritas cada personaje solía tener claro cuál era su historia, y por eso me sorprende ver a Hernández (¿o será Fernández?) en el cartel de una película que nada tiene que ver con las historias de Tintín… Y el caso es que está (sí, sí, fíjese el lector). Todos sabemos que Hernández no tenía el papel más lucido en las historias de Tintín (Fernández tampoco), aunque al menos sí era en cierta forma simpático, pero de ahí a complicarse la vida en historias protagonizadas por gente de tan mal vivir… Chico, quién te ha visto y quién te ve. Hay que cuidar esa bilis, que luego pasa lo que pasa.

¡¡¡Qué sorpresas da la vida, oiga!!!

De todas formas la Historia enseña que Dios es justo y que los conjurados nunca se salen con la suya. Los Antonio Pérez y las princesas de Évoli siempre salen malparados en estas historias, y aunque a Felipe II le ocasionaron algún contratiempo –justo cuando más debía centrarse en los problemas de la España imperial, pero es que los traidores ya se sabe que nunca piensan en esas cosas; bastante tienen con pensar en sí mismos-, lo cierto es que tampoco necesitó demasiado esfuerzo para ponerles en su sitio. Antonio Pérez –y todos los traidores que se precien no pueden evitar imitar al maestro- logró huir aprovechando el respeto del Rey a las normas que regían la institución del Justicia de Aragón, y tras echarse en brazos de los seculares enemigos de su Patria, fue el principal responsable de la creación de la “Leyenda Negra” que, aunque falsa, tanto daño sigue haciendo aún hoy a la imagen de España. Y aunque Antonio Pérez pueda ser el paradigma del traidor, que aunque siempre pierde no puede dejar de intentar morir matando, lo cierto es que no fue ni el primero ni el último. ¡Cuántos imitadores le han salido después!

Lo siento si le he chafado la película a alguien, pero es que así son siempre las cosas: quien se arrima demasiado al fuego lo tiene difícil para no salir chamuscado, y por eso luego reacciona como reacciona.

Así es la vida…

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