viernes, 17 de junio de 2011

Sobre el 15-M y la actitud de los falangistas

Recuerdo que varios meses antes de la fecha ya famosa del 15 de mayo un camarada nos comunicó a los miembros del Consejo Nacional de FE-JONS que se estaba gestando un gran movimiento denunciando una serie de fallos del Sistema que coincidían en gran medida con los que los falangistas llevamos décadas denunciando. Ese buen camarada nos proponía sumarnos a ese movimiento en aquél momento -creo recordar que allá por marzo-, cuando aún era viable entrar en él e influir de una forma más directa. Del inicial núcleo organizador -de extrema izquierda- ya entonces quedaba poco, pues eran muy numerosas las adhesiones de todo tipo que hacían que aquello no pudiera ser fácilmente controlable por nadie (ya entonces parecía que se les había ido de las manos).

Debatimos el asunto y adoptamos la decisión de no implicarnos a fondo todavía, ver qué pasaba y obrar en consecuencia. Y eso es lo que hicimos. Emitimos un comunicado de apoyo condicional y matizado e individualmente algunos falangistas hemos participado de forma más o menos activa en las asambleas del 15M (en mi caso, estoy en la Comisión de Economía y Empleo en la asamblea de mi barrio). El 15M fue un gran éxito, con participación de muchas personas de todo tipo e ideologías, y ni los propios organizadores pudieron controlarlo. Pero como los medios de comunicación de la derecha se obcecaron en combatirlo (algunos incluso con tal irracionalidad que han creido ver a Alfredo Pérez Rubalcaba detrás, sin percatarse de la patata caliente que para él ha supuesto esto como Ministro del Interior, pues hiciera lo que hiciera sería criticado por unos o por otros), al final están consiguiendo que los ciudadanos menos politizados se hayan ido asustando y hayan empezado a dejar de acudir, con lo cual al final sí lograrán que ciertos grupos de izquierda e incluso proetarras acaben por poder controlar lo que en ese momento no podían controlar. Desde el principio fue un movimiento muy plural en el que los impresentables de extrema izquierda también estaban, es cierto, pero representando una ínfima minoría que estaba diluída entre tantos miles y miles de personas absolutamente normales y que no estaban dispuestas a permitir manipulaciones políticas de ningún tipo.

Pues bien, todo esto creo que viene muy bien para reflexionar sobre varios puntos, y de forma especial sobre algunas carencias que se observan entre algunos falangistas y que creo que sirven perfectamente para entender por qué los falangistas llevamos tantas décadas en la política española fracasando una y otra vez. Y es que la cerrazón de algunos llega a unos extremos tales, que son incapaces de entender lo que es la lucha política.

La razón por la que desde FE-JONS se dio un apoyo crítico al 15M era tan clara como simple: las principales denuncias del 15M (falta de representatividad del sistema político, denuncia del poder financiero y de la injusticia social, etc.) eran denuncias perfectamente asumibles por los falangistas (aunque nuestras soluciones en gran medida fueran diferentes y aunque muchas otras denuncias no figuraran en esa lista), y que en la sociedad se diera ese debate era algo que nos convenía. Al menos nos convenía más que la pasividad y la modorra habituales que fomenta el propio Sistema para mayor tranquilidad suya. Eso no significa que creamos que el 15M es algo falangista o que pueda reconducirse hacia posturas falangistas. Yo honestamente creo que eso no es posible. No se trata de eso, se trata de que son problemas reales que la casta política calla y no soluciona, y que la indignación llegue a ponerlo sobre el tapete, es algo en sí mismo positivo. Simplemente eso.

Algunos camaradas (aunque las críticas -y también multitud de apoyos- han venido mucho más desde fuera de FE-JONS) no han estado de acuerdo con esa postura de buena fe y con argumentaciones sensatas, pero tampoco han faltado quienes han ido más allá y se han echado las manos a la cabeza asumiendo -consciente o inconscientemente- los discursos más impresentables y manipuladores de "Intereconomía", "Esradio", "Telemadrid" y otros medios de comunicación de la derecha más reaccionaria y casposa. Obviamente se puede estar más o menos de acuerdo o en desacuerdo con una estrategia concreta sin por eso ser más o menos, mejor o peor falangista, pero lo que no se puede hacer es asumir el discurso de la derecha (ni de la izquierda, claro): que si la democracia debe ser respetada y las manifestaciones estas coaccionaban el voto, que si a la democracia no se le pueden poner apellidos, que si hay que defender ante todo la libertad... Hombre, no estar de acuerdo con la estrategia es una cosa, pero asumir el discurso del Sistema para criticar al 15M no es una buena forma de defender nada desde el Nacionalsindicalismo. Para nosotros nunca han sido más importantes las formas que el fondo, y la defensa de la Justicia Social y de la Patria siempre serán lo primero.

De todas formas, no deja de llamarme la atención el hecho de que algunos utilicen una doble vara de medir según quiénes sean los convocantes de las manifestaciones que apoyamos. Los del 15M no son un grupo político concreto, e incluso hemos podido comprobar cómo se obligaba a retirar símbolos de izquierdas o banderas republicanas, o cómo se echaba a Cayo Lara por querer mezclar a IU con el 15M (llevándose incluso un buen chapuzón cuando le rociaron con agua en lo que quise ver una especie de "bautizo laico"), pero como el sentir general es que es gente más bien de izquierda, pues algunos ya echan pestes. Da igual que los lemas sean correctos y que se huya de los partidismos, que si el asunto huele a izquierda, ¡¡lagarto, lagarto!! Eso sí, si la manifestación es contra ETA, contra el aborto o contra los "matrimonios" homosexuales, entonces no hay problema, por muy derechones y "peperos" que sean los convocantes... En estos casos "lo importante es el tema que nos convoca", no los convocantes... ¡¡¡Qué curioso!!!

Yo a esta doble vara de medir le llamo hipocresía. O lo que debe importarnos es quién convoca, o que el motivo sea justo o las dos cosas al mismo tiempo, pero no una cosa u otra según si el tema es más de un signo o de otro, sino siempre utilizando el mismo criterio, porque los falangistas -yo pensaba que a estas alturas no era necesario recordarlo- no somos ni de izquierdas ni de derechas, y tan lejos estamos de los unos como de los otros.

Pero al final de todo el problema no es sólo ese, sino la falta de una estrategia que podamos definir claramente como revolucionariamente nacionalsindicalista. Y es que todo esto me recuerda al viejo debate de principios del siglo XX entre los comunistas leninistas, espartaquistas y trostkystas por un lado, y los ultraizquierdistas por otro que defendían que no había que colaborar con las instituciones burguesas (partidos políticos, elecciones, sindicatos, etc.). El debate no era tanto ideológico como estratégico, por lo que el mismo se da en todas las épocas y en todas las ideologías revolucionarias, sólo que algunos parece que todavía no se han enterado... Lenin publicó sobre este tema un pequeño pero muy interesante libro titulado "La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo", cuya lectura me parece muy recomendable (dejando a un lado lo ideológico y analizando lo puramente estratégico y táctico, claro).

La cuestión es la siguiente: para entablar una lucha contra el Sistema, las estrategias y tácticas a seguir pueden ser varias, y fundamentalmente dos, utilizar los medios del propio Sistema o defender la abstención y la desobediencia civil para intentar derrocarlo. Pretender derrocar un Sistema tan sólo con las propias fuerzas e ignorando las instituciones, permaneciendo al margen de todo movimiento contestatario que no sea "de los nuestros", no mezclándose con los demás partidos, sindicatos o asociaciones para no contaminarse y mantener la propia pureza, es puro infantilismo sectario y estéril. Sólo se puede hacer eso cuando se tiene un dominio total de las masas y se tiene suficiente fuerza como para poder sustituir realmente a las instituciones del Sistema, nunca si no se tiene.

La estrategia correcta -cuando no se tiene el apoyo mayoritario de la población- consiste en crear una organización fuerte, bien adoctrinada y cohesionada (y claramente diferenciada de las que aparenten ser similares), y desde ella apoyar todo lo que pueda coadyuvar al derrocamiento del Sistema o simplemente a erosionarlo, pero no dando "cheques en blanco" o confundiéndose con los demás, sino simplemente apoyándolo en la medida en que esa erosión se pueda producir realmente y también en la medida en que nos sirva para crear condiciones de mayor madurez y posible aceptación de nuestros postulados y soluciones y nos acerque a la realidad y al pueblo. Es decir, se trata de aplicar una estrategia cuasimilitar: flexible, dispuesta a retroceder si es lo aconsejable, no dando nunca batallas en situaciones desfavorables, reorganizándose y atacando en los flancos desprotegidos del enemigo, utilizando al enemigo de tu enemigo cuando las circunstancias así lo aconsejan (pero sin ponerse en sus manos y sin caer en la ingenuidad de considerar que ya por eso es nuestro amigo), etc.

Y además está lo que se ha dado en llamar "gimnasia revolucionaria", es decir, la necesaria práctica en la agitación, propaganda, organización, oratoria, etc. que se tiene que adquirir si algún día se quiere hacer una revolución, y que siempre se adquiere en este tipo de circunstancias. Es decir, sirve para que los militantes y cuadros dirigentes cojan experiencia y estén preparados para encabezar la revolución a la hora de la verdad, cuando la propia Organización pueda dar el paso decisivo.

Los leninistas, que se convirtieron en unos expertos de la subversión, siempre defendieron la aparente colaboración con el Sistema (en realidad, más bien su utilización) para después poder derrocarlo mejor (incluso aceptaron participar en la Duma del Zar, lo cual a quien desconozca su concepción revolucionaria puede parecer sorprendente y hasta contradictorio); defendían la participación en las elecciones y en las instituciones burguesas en las que no creían; el "entrismo" en los sindicatos de todo tipo -aunque fueran de derechas- para poder estar más cerca de los obreros y poder llevarles el mensaje del Partido Comunista -que es lo único que les interesaba-; la idea de "marchar separados, pero golpear juntos", es decir, la creación de estrategias de separación con los socialdemocrátas, pero en base a la idea del frente único; e incluso no dudaron en apoyar activamente revoluciones no comunistas e incluso burguesas en el convencimiento de que siempre serían un primer paso en el derrocamiento de un Sistema que ellos solos no podían derrocar -ya se desprenderían de esos circunstanciales compañeros de viaje más adelante para hacer su propia revolución-. Sólo quienes utilizaron esta estrategia lograron alcanzar el poder y hacer su revolución, y si a la postre fracasaron fue porque su ideología era en sí misma errónea y hasta criminal; pero quienes defendieron estrategias diferentes jamás pudieron alcanzar el poder, y si lo alcanzaron fue sólo de forma efímera.

Obviamente yo no voy a reivindicar el leninismo, ni en lo ideológico (sobra decir que estamos los falangistas a años luz de su concepto de revolución, de su materialismo, de su totalitarismo, de su estatalismo, de su concepto de propiedad, de su ateísmo, de su internacionalismo, etc.) ni en lo táctico (recurrieron al terror de forma sistemática contra sus enemigos, por ejemplo); el leninismo es absolutamente despreciable en todos esos aspectos, pero como completos profesionales de la subversión que eran, sus experiencias no dejan de ser aleccionadoras, y muy particularmente las ideas estratégicas generales que he mencionado, aunque haya sido someramente.

Yo creo que los falangistas tenemos tan poca influencia social y política que necesariamente hemos de situarnos en una de esas dos estrategias: o construir una alternativa antisistema desde fuera del propio Sistema y contando sólo con nuestras propias fuerzas (es decir, la del aislacionismo sectario), o bien construirla desde dentro del propio Sistema y apoyándonos en cualquier movimiento o protesta que pueda coadyuvar a nuestros fines al tiempo que mantenemos las distancias con ellos (es decir, la de marchar separados y golpear juntos en los casos concretos que nos interesen).

Yo desde luego me inclino por la segunda opción, pero me parece importante que todos seamos capaces de entenderla y asumirla, y eso no es tarea fácil con los falangistas, pues tenemos demasiada tendencia al individualismo (pensar y actuar por iniciativa propia y al margen de las directrices que puedan darse) y a la insumisión (desobedecer las directices que no gustan). Y para hacer la Revolución Nacionalsindicalista es imprescindible entender que hay que acabar con esos vicios y que debe imponerse una rigurosa disciplina revolucionaria, entendiendo que las opiniones personales nunca deben prevalecer en las cuestiones estratégicas o tácticas (que son la principal responsabilidad del mando, no de los militantes), pues de otra forma sólo se vive en la anarquía y la desorganización. Si uno acepta los principios ideológicos y morales, debe acatar las estrategias y tácticas que la Organización aprueba y los mandos diseñan, pues la insumisión sólo se justifica cuando se vulneran esos principios; en cambio todo lo que no son principios ideológicos y morales resulta accesorio, y aunque resulte opinable debe ser acatado en orden al bien común y a la consecución de los objetivos propuestos.

¡¡¡Cuánto avanzaríamos los falangistas si fuésemos capaces de entender y asumir todo esto!!! He ahí un gran reto...

Pues bien, en todo este contexto estratégico entiendo yo que debe situarse el apoyo condicional que FE-JONS ha dado al movimeinto del 15M. Simplemente eso. Así de sencillo. ¿Tan difícil es de entender que lo ideológico y lo estratégico son aspectos diferentes que, sin tener que contradecirse, tienen su propia dinámica? Es, a fin de cuentas, la vieja distinción entre Teoría y Praxis... Lo dicho: hay aquí un gran reto para los falangistas, el de asumir todo esto con racionalidad y comenzar a vanzar con las ideas claras no sólo de lo que somos, sino también de lo que debemos hacer.

sábado, 4 de junio de 2011

Entre el arte y la bazofia

Aunque escrito en 2003 con ocasión de la Bienal de Venecia, el artículo que reproduzco en esta entrada creo que puede ser interesante para más de uno de esos que tienen en tan alta estima el arte moderno y a pintores como Picasso. Nunca está de más saber que él mismo no tenía en gran estima su arte, o cómo el famoso "Guernica" se pintó dos años antes de lo que dicen los libros de arte e historia (como puede verse en la noticia que reproduzco juanto al artículo) para exaltar la fiesta de los toros (nada que ver, pues, con el famoso bombardeo de dicha ciudad).

ENTRE EL ARTE Y LA BAZOFIA

(Jorge Garrido San Román; 21-VI-03)

No hace falta tener una especial perspicacia para comprender que la degeneración de una sociedad supone también la de sus principales instituciones y manifestaciones externas, siendo el arte una de ellas. Así podemos comprobar como las sociedades que alcanzan su cenit como civilización perfilan su propio concepto del arte conforme a unos cánones que se consideran clásicos, en oposición a la imperfección anterior y a la degeneración posterior que, con mayor o menor gusto, se suele producir en el período de ocaso. Es éste del arte uno de los muchos detalles que delatan la crisis de la civilización occidental, y por ello no resulta extraño que hoy ya no se tenga claro qué es arte y qué no lo es, pues hoy en día nadie se atreve a decir claramente que una obra determinada pueda ser cualquier cosa menos arte. Quien ose opinar de esa manera puede encontrarse con que la “progresía” le llame de todo menos guapo. De entrada se tratará sin duda de un ignorante, carca, inculto y hasta puede que fascista.


En la reciente Bienal de Venecia el pabellón español fue encargado al presunto artista Santiago Sierra, quien no tuvo ocurrencia más “artística” que tapar con un plástico la palabra “España”, tapiar la entrada principal y permitir el acceso sólo por la puerta de atrás a los ciudadanos españoles que enseñasen el DNI a los vigilantes de seguridad contratados al efecto. Claro que lo mejor de todo era el interior del pabellón: un local a medio hacer y lleno de porquería, basura y escombros. Vamos una verdadera obra de arte que, además, le debió de llevar mucho trabajo al presunto artista –y eso por no entrar en la legitimidad de sus emolumentos, claro-. Según los “expertos” era toda una obra maestra que denunciaba el muro que le ponemos a los extranjeros para entrar en nuestros países que, en realidad son una mierda. Vamos, arte puro. ¡Pero si hasta llegó a ser finalista para el premio de la Bienal, pese que el jurado no pudo entrar para valorarlo!


Hay quien relaciona estas tendencias “artísticas” con la importancia del compromiso del creador, pero confunden los conceptos. Una cosa es el arte comprometido -es decir, el arte con un claro mensaje que, trascendiendo lo meramente sensitivo se proyecta a lo social-, y otra cosa es el compromiso sin arte. Por ello yo no dudo de la originalidad del mensaje del señor Sierra, aunque tampoco lo comparta, pero de ahí a decir que eso es arte... ¡por favor! El arte es otra cosa, es la materialización de un sentimiento por medio de una obra creativa conforme a criterios como belleza, armonía, perfección, originalidad, transmisión de sensaciones y/o mensajes, etcétera. No es que la obra de arte tenga que atenerse a todos los criterios en la misma medida, pues los distintos estilos surgen precisamente de la distinta importancia que se le da a cada uno, pero de eso a la bazofia del señor Sierra hay un abismo. Y es que entre el arte y la bazofia hay diferencias, y decir que lo del pabellón español era una bazofia no es exagerar, sino utilizar la palabra adecuada según la Academia de la Lengua: “1.- Mezcla de heces, sobras o desechos de comida. 2.- Cosa soez, sucia y despreciable.” ¿Acaso hay otra palabra que defina mejor a ese auténtico excremento con que el señor Sierra obsequió a los amantes del arte?


Claro, que bien visto la cosa tiene su gracia, pues ver a tanto “amante del arte” admirar esa “obra” y elogiarla como lo hacía más de uno es para desternillarse de risa. A mí me recordaba al espectáculo humorístico que hace casi dos años estrenó ese antiguo falangista llamado Pedro Reyes. En él se le veía apreciar un cuadro con evidente admiración. Se trataba de una auténtica obra de arte, con un mensaje muy profundo y una sensibilidad maravillosa. Era un cuadro magnífico y de un valor incalculable, pues por algo era de quien era. Claro que en plena explicación al auditorio de las maravillas de la obra pasó por allí el encargado y le dio la vuelta al cuadro, pues estaba del revés...

Claro que también hay artistas verdaderos que deciden dedicarse al pseudoarte por razones puramente monetarias pero no porque no sean capaces de hacer obras estimables. No lo reconocerán nunca en público, claro, pero ocasionalmente pueden tener arranques de sinceridad como aquél que tuvo Pablo Ruiz Picasso en una carta dirigida a Giovanni Papini. En ella Picasso reconocía cosas como éstas:


“Desde el momento en que el arte no es ya el primer alimento que nutre a los mejores, el artista puede ejercer su talento en todos los intentos de nuevas fórmulas, en todos los caprichos de la fantasía, en todos los expedientes de charlatanismo intelectual. En el arte, el pueblo ya no busca consolación y exaltación, sino que los refinados, los ricos, los ociosos, los destiladores de quintaesencia buscan lo nuevo, lo extraño, lo original, lo extravagante, lo escandaloso. Y yo mismo, desde el cubismo y más allá, he contentado a estos maestros y a estos críticos, con todas las cambiantes rarezas que me han pasado por la cabeza, y cuanto menos las comprendían, más me admiraban.


A fuerza de divertirme con todos estos juegos, con todas estas paparruchas, con todos estos rompecabezas, jeroglíficos y arabescos, me he hecho célebre, y muy rápidamente. Y la celebridad significa para un pintor: ventas, ganancias, fortuna, riqueza. Y hoy, como usted sabe, soy célebre, soy rico. Pero cuando estoy a solas conmigo mismo, no tengo valor de considerarme como un artista en el sentido grande y antiguo de la palabra. Grandes pintores fueron Giotto, el Ticiano, Rembrandt y Goya; yo soy solamente un entretenedor público que ha comprendido a su tiempo y se ha aprovechado lo mejor que ha podido de la imbecilidad, la vanidad, la avidez de sus contemporáneos. La mía es una amarga confesión, más dolorosa de lo que pueda parecer, pero tiene el mérito de ser sincera.”


¿Para qué añadir más?