sábado, 4 de julio de 2009

Dos formas muy diferentes de entender el sacerdocio católico


Cuando se habla de la enorme crisis de fe y de identidad que asola a la Santa Iglesia de Cristo, muchas veces se pierde la perspectiva de hasta qué punto esto es así. Y digo esto porque leyendo el sermón de Monseñor Fellay en las ordenaciones sacerdotales del pasado 29 de junio, a poco que se compare con cualquiera de los habituales sermones de muchos otros obispos (no de todos, ¡afortunadamente!) no puede uno dejar de ver diferencias abismales de contenido. Muchos de esos otros sermones -dirijidos a las personas que están siendo ordenadas en el diaconado o en presbiteriado, no lo olvidemos- no es que sean necesariamente escandalosos -en ocasiones también-, sino que simplemente suelen ser de una mediocridad y de una insustancialidad verdaderamente deprimentes. En casos extremos se llega a sermones que de católicos tienen más bien poco.

A propósito del sermón de Ms. Fellay de hace unos días, he buscado aleatoriamente otro también de este año y de una diócesis cualquiera y que, ciertamente, tampoco es de los peores que he leído, pero que muestra claramente ese diferente concepto al que me refiero: el sacerdote como "buena persona", como ejemplo de solidaridad, como persona piadosa e imitadora de Cristo, etc. Todo ello es algo muy bueno, no digo que no (¡faltaría más!), pero es que lo que caracteriza a un buen sacerdote no es sólo eso... Conozco a muy buenas personas solidarias, humanitarias, que intentan imitar a Cristo (eso es lo que significa ser cristiano, aunque no se tenga vocación sacerdotal, pero es que ésta supone asumir el papel de instrumento sacertotal de Cristo y participar de él en otra dimensión por decirlo de alguna manera), etc. y que de vocación sacerdotal no tienen nada de nada. ¡¡¡Que ser sacerdote no es simplemente ser buena persona o tener mucha fe (que también)!!!

No voy a caer en la tentación de explicar lo que es la vocación sacerdotal sencillamente porque es difícil encontrar una explicación más perfecta que la dada por Monseñor Bernard Fellay: http://radiocristiandad.wordpress.com/2009/07/02/sermon-de-mons-fellay-en-las-ordenaciones-de-econe/

Luego si quiere el lector comparar, puede hacerlo con uno de tantos sermones "light" (y este no es ni mucho menos de los peores, sino uno buscado al azar en google) que ofrecen otros obispos, aquí tiene una reciente muestra de uno de Monseñor Luis Stöckler, obispo de Quilmes: http://www.aica.org/index2.php?pag=stockler090325

Se supone que ambos son obispos de la misma Iglesia Católica y hablando de un mismo sacramento del orden y en una misma época (año 2009), pero desde luego no hace falta ser un lince para darse cuenta de que su concepción del sacramento no tiene precisamente el mismo enfoque: uno habla del sacerdote salvador de almas y el otro del sacerdote humanitario (y que preside no sé qué "asamblea" y determinados actos de carácter más social que sacramental...). Y los diferentes enfoques desgraciadamente obedecen a razones mucho más profundas (de aquí precisamente el problema), de tal manera que hay más apariencia de identidad que identidad real (se parecen más las formas que el fondo).

Y es que aquí radica probablemente la principal causa de la actual crisis de la Iglesia creo yo. Unos tienen muy claro lo que supone el sacerdocio y otros me temo que pueden no tenerlo tan claro. Y luego pasa lo que pasa...

5 comentarios:

  1. Comparto tu opinión, Jorge.
    El “aggiornamiento” post Vaticano II ha traído unas consecuencias a todas luces desastrosas sobre lo que más importa; la Fe.
    No obstante, Dios escribe derecho sobre renglones torcidos y ya Cristo, al fundar sobre el pilar de Pedro su Iglesia, nos dejó advertido que las fuerzas del mal no prevalecerían sobre Ella. Yo, así lo creo.

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  2. Deolavide: completamente de acuerdo. Es verdad de fe el que las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia de Cristo, y también es cierto que Dios tiene una forma de actuar imposible de comprender humanamente, pero real y efectiva. Nunca se sabe por qué suceden las cosas, por qué Dios permite ciertos problemas en el mundo o en su Iglesia, pero la Providencia actúa pese a todo y en ocasiones los instrumentos más imprevistos sirven para fines maravillosos.

    Pero sí, sin duda alguna el bien espiritual más preciado es el de la Fe, y en su defensa lo demás ha de situarse siempre en un papel secundario. Si se obra de una manera, incluso aparentemente equivocada, pero con ello realmente se defiende la Fe, esa actuación esta plenamente justificada.

    Un saludo.

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  3. "Algunos" saben que, en su día, ya en su lecho de muerte, el Santo Padre, Juan XXIII, manifestó su "arrepentimiento" por haber convocado el Concilio Vaticano II....al menos, en ese momento....
    Las fuerzas heréticas tuvieron un triunfo importante, sobre todo a raíz de la mala interpretación de ciertas conclusiones pastorales.
    La buena fe de S. Santidad excluye su culpabilidad, no así las de aquéllos que, bajo una piel de cordero, han callado y siguen callando frente a la ignominia.

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  4. Francisco: suscribo plenamente tu reflexión.

    Me alegra verte por aquí y espero que se repita.

    Saludos.

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  5. Siempre a tus órdenes, camarada.

    ¡AE!

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