martes, 12 de octubre de 2010

Dos gestos prometedores en la Iglesia



Leo en el magnífico blog católico "Secretum meum mihi" un par de noticias que, como católico que intenta ser fiel a la Tradición de la Iglesia, me llenan de moderado optimismo en la recuperación del espíritu tradicional que tanto necesita nuestra amada Iglesia de Cristo.

El primero es la decisión del Santo Padre Benedicto XVI de recuperar en el escudo papal (como puede verse en la imagen superior) la tiara pontificia -que data del siglo XIV- a la que renunciaron expresamente Pablo VI en 1963 y todos sus sucesores en el pontificado. Incluso Benedicto XVI inicialmente renunció a ella, optando por una simple mitra de obispo (como puede verse en la imagen inferior), y así el Vaticano hizo pública una nota que decía: "El Santo Padre Benedicto XVI decidió no poner ya la tiara en su emblema personal oficial, sino sólo una simple mitra, que por tanto ya no tiene encima una pequeña esfera y una cruz, como sucedía con la tiara."

Pues bien, el pasado 10 de octubre el Santo Padre estrenó nuevo escudo papal con ocasión del rezo del Ángelus y decidió recuperar la tiara, una decisión muy significativa que rompe con la línea marcada por todos los papas tras el Concilio Vaticano II. Y es que este gesto -que está en líea con una anterior decisión suya de renunciar al báculo de Juan Pablo II, que representaba un Cristo crucificado medio retorcido de estilo modernista, y recuperar el de Juan XXIII, con un crucifijo mucho más clásico- tiene mucho más mensaje del meramente estético, pues, como muy bien saben los entendidos en heráldica, los símbolos no son meros signos y siempre suponen la transmisión de un mensaje.

La tiara es el símbolo del poder de la Iglesia, y su corona de tres franjas simboliza el poder del Papa como padre de los reyes, rector del mundo y vicario de Cristo.

La otra noticia que me alegra, es que S.E. Monseñor Jean-Claude Boulanger, Obispo de Bayeux y Lisieux (Francia), cedió a la Hermandad Sacerdotal San Pio X la catedral de Saint-Pierre de Lisieux para la celebración de la Santa Misa con la que finalizó una pregrinación organizada por dicha Hermandad, lo que unido a la cesión el pasado año de la Basílica de Nuestra Señora de Lourdes para que pudiera oficiar el Obispo de la HSSPX Monseñor Tissier de Mallerais la Misa de clausura de otra peregrinación, supone una considerable mejora de las relaciones de buena parte de la jerarquía eclesiástica francesa con la HSSPX. Lo mismo sucedió este verano en España con ocasión de la pergrinación del Camino de Santiago, de forma que todos los días hubo Misa tradicional en las parroquias por las que se pasó.

Sin duda se trata de dos simples gestos, pero muy significativos y que nos llenan de esperanza y de moderado optimismo a quienes soñamos con la vuelta de la jerarquía eclesiástica a la Tradición de la Iglesia.

5 comentarios:

  1. Estimado camarada y amigo: Que Dios en su infinta Sabiduría nos guíe hacia la santa unidad bajo un solo báculo, señal inequívoca que Él está con nosotros y que ha de reunirse el rebaño antes de que oscurezca.

    ¡AMÉN!

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  2. Desde luego que sí: unidad en la fe, unidad en la doctrina y como consecuncia de ello, unidad en la jerarquía. La unidad como medio indispensable, pero como medio y no como fin. Los fines son los que justifican los medios, y cuando se desdibujan los fines es cuando surgen los problemas. Que Dios en su infinita sabiduría ilumine las mentes de quienes so nuestros superiores en la tierra.

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    1. para mi el fin no justifica los medios. no siempre al menos.
      ademas creo que la unidad es un fin. no un medio. el fin es estar unidos por que esa es la ley primera escribió j. hernandez en el martín fierro. saludos

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    2. Bueno, ciertamente el fin no siempre justifica los medios (si con ello se pretende que un fin bueno justifica un medio malo, como decía Maquiavelo, algo inaceptable, por supuesto). Aquí hablamos siempre de fines y medios buenos, y en este contexto es en el que los fines sí justifican los medios, y la unidad no es un fin, porque el fin es la salvación eterna. En orden a conseguir ese fin es en lo que la unidad se convierte en un medio, de forma que si se trata de una unidad en la fe, el medio es idóneo, mientras que si se trata de una unidad formal que esconde disensiones y diferencias en materia de fe, entonces la unidad no sólo no es idónea, sino que puede ser hasta contraproducente.

      La ley primera no es la de estar unidos, sino la de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. En el Evangelio el mismo Cristo nos advirtió de cómo en la defensa de la fe su mensaje nos iba a suponer divisiones familiares, sociales, etc. (que no traía la paz, sino la espada y la división).

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  3. AMÉN.....de los amenes.....

    Un abrazo desde la tierra del Apóstol.

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