domingo, 14 de marzo de 2010

El Sindicalismo en la España del siglo XXI

El Sindicalismo en la España del siglo XXI


(Jorge Garrido San Román; I Jornadas sobre Sindicalismo; Hotel Lasa de Valladolid; 6-III-2010)


Voy a dividir mi exposición en dos bloques claramente diferenciados, uno en el que haré un repaso a los orígenes del sindicalismo en general, y otro en el que plantearé la situación actual del sindicalismo en España y el futuro que se nos presenta, especialmente a los nacionalsindicalistas, en la economía del siglo XXI.



A) De los orígenes del sindicalismo a la actualidad


1.- El socialismo humanista y el primer sindicalismo


A comienzos del siglo XIX como respuesta a los problemas sociales generados por el industrialismo y el liberalismo en Europa surgen los primeros movimientos socialistas premarxistas, despectivamente denominados por Federico Engels como “utópicos”, siendo su orientación de tipo más bien humanista. Es precisamente su humanismo el elemento determinante, si bien en algunos casos hay que reconocer que existen elementos ideológicos utópicos. Sus representantes más destacados fueron Robert Owen en Inglaterra, y Henri de Saint-Simon, Charles Fourier y Étienne Cabet en Francia.


Las diferentes corrientes de ese primitivo socialismo terminaron por disolverse o integrarse la "Asociación Internacional de Trabajadores" (1864-1876) inspirada por Carlos Marx y Miguel Bakunin, si bien dejaron cierta huella en el cooperativismo, la socialdemocracia y el cristianismo social.


Es en Inglaterra donde aparecen los primeros movimientos obreros, como el ludismo conducido por Ned Ludd, “rompedores de máquinas” (1810-1811), y es en 1824, por la fuerte presión popular el parlamento británico deroga las "Combination Acts", leyes que prohibían las organizaciones obreras.


En 1829, Robert Owen, uno de los fundadores del socialismo moderno, crea las primeras cooperativas, que eran sociedades industriales de trabajadores, y ese mismo año John Doherty fundó la Gran Unión de los Hiladores y Tejedores a Destajo de Gran Bretaña y la primera central sindical de todos los oficios de la historia: la “Asociación Nacional para la Protección del Trabajo”.


En 1830 aparecen las primeras organizaciones obreras agrupando a los trabajadores según su oficio. En Inglaterra tomaron el nombre de “trade-unions” (“uniones de oficios”) o simplemente “unions”.


En Francia el sindicalismo aparece también en la década de 1830, con las primeras crisis económicas, adoptando la denominación de “syndicat” (sindicato), que quiere decir también “unión”.


En lo referente al sindicalismo cristiano, nacido a raíz del pontificado de León XIII y su doctrina social, hay que reconocer que en general tuvo una importancia desigual, pero que incluso donde sí consiguió entidad, como es el caso de la España de la primera mitad del siglo XX, su incidencia real en la sociedad fue mínima por su escasa combatividad y su posicionamiento práctico más próximo en líneas generales al corporativismo que al sindicalismo revolucionario. Sólo el Nacionalsindicalismo terminará aglutinando a los elementos más revolucionarios del sindicalismo de inspiración cristiana sin renunciar a sus principios espirituales, en tanto que los que se inclinarán a posiciones más socialistas o comunistas sólo podrán hacerlo al precio de renunciar a lo más valioso que tenían: la concepción católica de la sociedad y de su propia lucha social. Éstos terminarán en su inmensa mayoría aceptando con el tiempo la dialéctica materialista y la filosofía marxista.



2.- El marxismo partidista frente al sindicalismo revolucionario


A partir de la década de 1840, los alemanes Carlos Marx y Federico Engels se instalan en Inglaterra y darán origen a un particular pensamiento obrero, el marxismo, o socialismo científico (construido sobre la base de los tres principios del materialismo histórico, de la lucha de clases y del ánimo de represalia social y religiosa), que será seguido en buena parte del mundo con formas totalitarias y que ocasionaría a lo largo del siglo XX más de 100 millones de muertos. Si ha habido una ideología que ha generado verdadero odio y que ha batido todos los récords de asesinatos, ésa ha sido en términos absolutos –e incluso relativos– la ideología marxista, y la causa de ello radica precisamente en ser una ideología basada en el odio de clase, en la revancha, en el rencor, en la falta de caridad, en el rechazo a los valores sociales y familiares tradicionales, en definitiva: en el materialismo más inhumano y desarraigado.


Pese a sus distintas corrientes (el leninismo –el Partido como vanguardia en la alianza de obreros y campesinos–, el estalinismo –el socialismo en un solo país–, el trotskismo –la revolución permanente–, el gramscismo –la filosofía de la praxis–, el mahoísmo –la revolución cultural–, etc.), puede decirse que el motor revolucionario para los marxistas es el Partido Comunista en cuanto instrumento catalizador de la lucha de clases a favor del proletariado. El Partido para ellos lo es todo, y desde los comités (en Rusia llamados “soviets”) hasta los sindicatos, desde las asambleas de obreros hasta las agrupaciones de intelectuales, todo pasa por asumir las directrices emanadas del Partido.


En esa misma época el ruso Miguel Bakunin y el francés Pierre-Joseph Proudhon, sientan las bases del anarquismo, más sindicalista que partidista, tanto en los medios como en los fines. Aquí se aprecia una primera división transversal a todos los movimientos de tipo social revolucionario, ya sean marxistas, anarquistas o de cualquier otra ideología: la división entre los revolucionarios de partido (defensores del Partido como “vanguardia revolucionaria”) y los sindicalistas revolucionarios (el Sindicato como motor de la Revolución). Consecuentemente puede decirse que los sindicalistas que no asignan al Sindicato el papel de vanguardia revolucionaria no son sindicalistas revolucionarios, y en muchas ocasiones ni siquiera son verdaderos sindicalistas.


En la década de 1850 el movimiento sindical se extiende por Europa y se crean sindicatos en Portugal, Bélgica y Alemania y en 1864 se crea en Londres la "Asociación Internacional de Trabajadores" (AIT), “La Internacional, que en 1866 celebra su primer congreso. Ese mismo año en Inglaterra se funda el "Trades Union Congress" (TUC), primera asociación de obreros que puede recibir propiamente el nombre de sindicato, ya que las personas afiliadas a él son defendidas y representadas desde la organización. Este sindicato pervive en la actualidad con más de seis millones de afiliados.


En 1872, durante el V Congreso de la AIT se produce la escisión entre marxistas y bakuninistas, y en 1884 se reconocen los sindicatos obreros en Francia. Es en Lyon donde en 1886 se crea la “Federación Nacional de Sindicatos y grupos cooperativos” (FNS), antecedente tanto de la CGT francesa como del sindicalismo revolucionario.


En 1889 se fundó la Segunda Internacional, de orientación marxista, cuyo primer congreso se celebra en París el 14 de julio. Este congreso declara al 1º de Mayo como Día Internacional de los Trabajadores, en conmemoración de los 5 huelguistas ejecutados en mayo de 1886 en Chicago y adoptan la reivindicación de la jornada de ocho horas.


En 1895 la FNS francesa se transforma en la "Conféderation Genérale du Travail" (CGT).


En 1917 se produce la Revolución rusa, que establece el primer estado comunista de la historia, y un poderoso impacto en el movimiento obrero mundial, además de operar como elemento de agitación del comunismo internacional.


En 1919 se crea la "Organización Internacional del Trabajo" (OIT), regido en forma tripartita por gobiernos, sindicatos y empresarios.


En el siglo XX los sindicatos tendieron a dividirse internacionalmente en cuatro grandes corrientes mundiales (que finalmente se reducirán a tres):


  • Los comunistas, organizados en la "Federación Sindical Mundial" (FSM);
  • Los socialistas, organizados en la "Confederación Internacional de Organizaciones de Trabajadores Libres" (CIOSL);
  • Los cristianos, organizados en la "Confederación Mundial del Trabajo" (CMT).
  • Los anarquistas, organizados en unos casos en la organización "Solidaridad Internacional Libertaria" y en otros en la nueva "Asociación Internacional de los Trabajadores" (AIT) creada en 1923.


El 1 de noviembre de 2006 la CIOSL y la CMT se disolvieron para fusionarse junto con varias federaciones independientes en la nueva "Confederación Sindical Internacional" (CSI), fusión que en la práctica ha supuesto la desaparición definitiva del sindicalismo de orientación cristiana y su absorción por el socialista materialista y laico.



3.- El sindicalismo revolucionario y la socialdemocracia como revisiones del marxismo


En sentido estricto, el sindicalismo revolucionario es una corriente sindical histórica inspirada en Georges Sorel, Arturo Labriola, Hubert Lagardelle, etc., donde el Sindicato es la institución clave tanto para proteger a los trabajadores como para organizar la vida productiva y administrativa de la sociedad. Es decir, no sólo como instrumento defensivo de acción directa, sino también como elemento organizador de la economía. Los sindicalistas revolucionarios clásicos son esencialmente marxistas, es decir, asumen plenamente la filosofía materialista y la dialéctica del marxismo clásico, y por ello rechazan la revisión del marxismo que supone la socialdemocracia.


La Socialdemocracia es criticada por los sindicalistas revolucionarios clásicos porque asume los valores del parlamentarismo demo-liberal, esencialmente burgueses y que destruyen la conciencia de clase del proletariado. Es decir, sustituyen la lucha de clases por la lucha política parlamentaria, contaminándolo todo con sus caducos principios, lo que inhibe la acción revolucionaria obrera y sólo logra pequeñas concesiones parciales que sólo sirven para desactivarlo y evitar con ello la Revolución (que, según esta concepción, es la única forma de alcanzar la plena emancipación del proletariado).


Desde 1895 un grupo de dirigentes sindicales dirigidos por el anarquista Fernando Pelleutier y el socialista blanquista Víctor Griffuelhes, preocupados por el aislamiento en que se encontraba el movimiento sindical, comienzan a sostener la necesidad de que la organización sindical sea independiente de las corrientes ideológicas y políticas, lo que históricamente significaba mantener a los sindicatos fuera de los compromisos políticos de los socialistas y de las acciones violentas de algunos anarquistas, al mismo tiempo que abrir una tradición de convivencia pluralista en los sindicatos. Es por ello que puede considerarse al sindicalismo revolucionario como una revisión del marxismo que rompe con el principio centralista del Partido como motor revolucionario (ha de serlo el Sindicato), si bien mantiene la esencia doctrinal materialista y de lucha de clases.


La "Confederación General del Trabajo" (CGT) francesa evolucionó gradualmente hacia las posiciones sindicalistas revolucionarias, que son las que finalmente se imponen en el Congreso de Amiéns de 1906, donde se redacta la "Carta de Amiens" , documento clave y fundacional del sindicalismo revolucionario redactado por Víctor Griffuelhes, donde se establece una estricta distinción entre el Sindicato y la ideología política.


El principal teórico de sindicalismo revolucionario en Francia fue Georges Sorel (1847-1922), quien desarrolló sus ideas fundamentalmente en su conocido libro “Reflexiones sobre la violencia” (1908). A través de Sorel, el sindicalismo revolucionario influenció considerablemente a Benito Mussolini y el movimiento fascista (una de las diferencias teóricas entre el fascismo originario –y el de su última etapa en los años 1944 y 1945– y nacionalsocialismo, pues la influencia de éste es más la del socialismo clásico). No obstante, hay que aclarar que esa influencia no tuvo un reflejo directo en la práctica durante el denominado “ventenio”, en el que rigió un modelo simplemente corporativista bastante alejado de las ideas sindicalistas revolucionarias.


En un sentido más amplio, suelen denominarse también como sindicalismo revolucionario aquellas corrientes sindicalistas opuestas al parlamentarismo liberal y, en algunos casos, a la sujeción de los trabajadores y su lucha a un partido político concreto, reclamando la independencia del movimiento sindical respecto a los partidos. En este sentido hay diversas variantes de sindicalismo revolucionario en sentido amplio, desde las individualistas que priman el aspecto ideológico (caso del Anarcosindicalismo, una de las corrientes principales del anarquismo en la actualidad y que nace precisamente de la influencia que sobre éste ejerció el sindicalismo revolucionario), a las que beben de la filosofía tradicional católica (caso del Nacionalsindicalismo en España o –en menor medida– del Justicialismo en Argentina). Son ramas del sindicalismo revolucionario sólo en sentido amplio en la medida en que elevan el papel del Sindicato como vanguardia revolucionaria y como elemento vertebrador de la estructura económica que propugnan.


En cualquier caso, lo que caracteriza al sindicalismo revolucionario es la independencia partidista, es decir, la autonomía que reclama respecto al Estado en el modelo económico-social que defiende y como agente o motor de transformación social, política y económica.



4.- Influencia en España


Todos estos movimientos socialistas y sindicalistas de los que he hablado en esta primera parte de mi exposición, tuvieron un amplio eco en España, especialmente el Anarcosindicalismo en la primera mitad el siglo XX. En ninguna otra nación tuvo esa ideología tanto peso como en España, donde la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) logró ser la fuerza más importante de ese espectro ideológico que en sentido amplio se suele denominar “la izquierda”. El comunismo siempre fue marginal y sólo asumió un papel importante durante la guerra civil y el franquismo, mientras el socialismo se iba descafeinando y se veía impotente para ser una fuerza opositora real al régimen del General Franco.


El Nacionalsindicalismo, que llega al sindicalismo revolucionario desde una filosofía tradicional católica y no desde el materialismo, en España nunca llegó a ser realmente importante, y sólo durante el régimen franquista logró tener cierta influencia a base de renunciar a sus principios revolucionarios y practicar el posibilismo. El único intento serio de hacer una Revolución Nacionalsindicalista se dio entre los años 1939 y 1941 durante la etapa en que Gerardo Salvador Merino ocupó el cargo de Delegado Nacional de Sindicatos. Su intento cobró tanta entidad que llegó a sentar las bases de una verdadera transformación socioeconómica desde los postulados nacionalsindicalistas, por lo que rápidamente tuvo que ser abortada por Franco, frustrándose con ello el que probablemente haya sido el intento más serio de implantación del Nacionalsindicalismo en España.


La Falange anterior a la guerra civil nunca tuvo una entidad importante como para plantearse seriamente la posibilidad de hacer la Revolución Nacionalsindicalista, y el sindicato falangista, la CONS (Central Obrera Nacional-Sindicalista), fue siempre muy minoritario en comparación con la UGT socialista y, sobre todo, la CNT anarquista.



B) El Sindicalismo español de hoy y de mañana


1.- El sindicalismo oficial en la España del siglo XXI y su decadencia


En la España actual sólo hay un desinterés comparable al que hay hacia los partidos políticos: el desinterés sindical. El porcentaje de afiliación a los sindicatos es tan bajo que llega al ridículo, y eso se debe principalmente al desprestigio que tienen los sindicatos oficiales, UGT y CCOO principalmente, anclados en una forma de hacer “sindicalismo” más bien propia del siglo XIX, y eso sólo en el mejor de los casos. En otros, y esto es lo más frecuente, los sindicalistas oficiales parecen sufrir más por sus subvenciones, por sus sueldos de liberados y sus horas sindicales, por su burocracia funcionarizada, que por los problemas de los trabajadores a los que representan y debieran defender. Y es que, aunque siempre haya algunos sindicalistas de verdad que se preocupan sinceramente de los problemas de los trabajadores, el panorama general que ofrecen esos “sindicatos oficiales” es ciertamente desolador, especialmente desde que la caída del muro de Berlín y del socialismo de Estado les dejara desnudos ideológicamente.


Es por ello que los trabajadores españoles sienten desapego y hasta verdadero rechazo por estos “sindicatos” que dependen de las subvenciones oficiales para subsistir, que muchas veces se preocupan más por causas ajenas al mundo laboral e incluso mantienen o justifican actitudes separatistas en determinadas regiones españolas, que se financian de forma irregular con las concesiones que les hacen las patronales en las negociaciones de expedientes de crisis, despidos colectivos, convenios, cursos de formación fantasmas y hasta la administración de pensiones con los distintos gobiernos; unos “sindicatos” que son capaces de dar su apoyo decidido al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero tras la última reforma laboral de 2006 que restringió aún más los derechos sociales de los trabajadores (¡¡y eso por no hablar de la próxima reforma laboral que ya están ultimando con el Gobierno!!), los mismos “sindicatos” que convocan huelgas por mucho menos si los intereses políticos así se lo aconsejan, o que negocian con el Gobierno enormes cantidades de dinero e inmuebles en concepto de devolución de “patrimonio sindical histórico” cuya justificación es en gran parte de los casos es insostenible (unas veces porque ese sindicato no existía antes de 1936 y poco se le pudo expropiar pues, otras porque se devuelve lo que nunca se tuvo con la finalidad de ayudar a compensar a los miles de trabajadores que fueron estafados con la cooperativa “PSV”…).


Cuando a finales de los años 70 del pasado siglo se diseñó el actual modelo sindical, que culminó con la aprobación de la Ley Orgánica de Libertad Sindical de 1985, pocos sindicatos apostaban por un modelo de sindicalismo unitario. La mayoría, con UGT a la cabeza, aunque sin el apoyo de CCOO –todo hay que decirlo–, apostaron por un sindicalismo fragmentado con la excusa de la “pluralidad sindical”. Es decir, que preferían dividir a los trabajadores y afrontar competiciones electorales siguiendo el modelo de los partidos políticos (lo que nos hace recordar la crítica a la Socialdemocracia parlamentarista que hacía el sindicalismo revolucionario clásico). Nada impedía que la pluralidad sindical se manifestara dentro de una estructura representativa unitaria, pero no, ellos prefirieron que el movimiento sindical siguiera por otros derroteros menos representativos y que restaran fuerza a los trabajadores asumiendo los principios burgueses demo-liberales. Había demasiadas subvenciones y “devoluciones” (asignaciones más bien) patrimoniales en juego que ese momento interesaban mucho más. Y para empezar, lo primero que hicieron los grandes “sindicatos oficiales” fue permitir la estafa a millones de trabajadores de los 50.000 millones de pesetas que constituían los fondos de las Mutualidades Laborales en tiempos del Gobierno de la UCD, callándose a cambio de todos sabemos qué… Aún hoy se siguen “devolviendo” locales que nunca fueron suyos o que se construyeron décadas después. Es de destacar cómo son capaces de incluso de declararse herederos del viejo Sindicato Vertical para justificar esas “devoluciones”, como es el caso –verdaderamente sorprendente e insólito– de CCOO.


Los actuales sindicatos clasistas sólo sirven para maquillar los fallos en materia social del sistema económico capitalista, y es que en cierta medida resulta lógica y coherente la crítica que los liberales hacen a estos sindicatos: que distorsionan las leyes del mercado libre. José Antonio Primo de Rivera lo diría de otra manera: sin pretender alterar las bases del sistema capitalista, sin ser ni pretender ser una alternativa a este injusto sistema económico, estos falsos sindicatos se dedican a “echarle arena en los cojinetes”.


El panorama sindical “oficial” es tan lamentable en España que no es de extrañar el escaso interés de los trabajadores por sindicarse. Por eso es hoy tan necesario dar carpetazo a ese falso sindicalismo decadente, aburguesado, funcionarizado y desfasado, a esa auténtica estafa a los trabajadores españoles y por eso es preciso construir un nuevo sindicalismo nacional.



2.- El Sindicalismo revolucionario como alternativa de futuro


El Sindicalismo, aunque la situación actual sea la de la anestesia general, tiene un gran futuro, pero sólo si es capaz de redescubrirse como ideología revolucionaria –realmente inédita en la praxis– y de ofrecer una alternativa real y completa al Sistema capitalista. Y para ello quisiera parafrasear –generosamente, lo reconozco– al sindicalista revolucionario francés Hubert Lagardelle para recordar que el sindicalismo se opone al corporativismo por su espíritu revolucionario, al socialismo por dar más importancia a los trabajadores que al Estado, y al anarquismo por rechazar su individualismo (el anarco-comunismo es una cuestión aparte) y la preeminencia de la idea sobre la praxis.


El Sindicalismo, si queremos ser precisos, no es propiamente una ideología, sino una idea conjugada con la acción (algo similar a la “filosofía de la praxis” de Antonio Gramsci, pero como es obvio, no necesariamente vinculada a su filosofía materialista y clasista marxista). Y como idea es compatible con ideologías diversas, lo que explica que haya sindicalistas –en el sentido ideológico del término– de tendencias políticas y filosóficas tan dispares como los casos del Anarcosindicalismo y del Nacionalsindicalismo. Difícilmente se atrevería uno a negar su condición de sindicalista al otro, y sin embargo en casi todo lo demás están en las antípodas. Esta es la razón por la cual nunca fructificaron ni podían fructificar las negociaciones que históricamente tuvieron Falange Española de las JONS, la Confederación Nacional del Trabajo y el Partido Sindicalista de Ángel Pestaña.


En cualquier caso, yo estoy absolutamente convencido de que el siglo XXI será en España el siglo del Nacionalsindicalismo, y para ello su primera tarea debe ser la de desenmascarar a esos falsos sindicatos oficiales vendidos al capitalismo e incapaces de aceptar otro papel que no sea el de intentar armonizar el capital con el trabajo. Quién diría hace un siglo que iban a terminar así… Hoy en España sólo el Nacionalsindicalismo representa el verdadero sindicalismo revolucionario, y nadie más ofrece alternativas de ningún tipo, al menos que sean dignas de tal nombre.


3.- Construyendo un nuevo sindicalismo: necesidad de una teoría revolucionaria


Pero junto a esa tarea de desenmascaramiento del falso sindicalismo, se imponen otras dos de vital importancia: la construcción teórica de un sistema económico alternativo nacionalsindicalista y la labor política y sindical revolucionaria que haga posible su implantación. Y esto en la economía del siglo XXI no sólo es posible, sino absolutamente necesario. La crisis del sistema capitalista se agudiza por momentos fruto de sus propias contradicciones, y es por ello por lo que el sindicalismo revolucionario reivindica el papel del Sindicato unitario como agente económico de primer nivel y como centro del modelo de propiedad productiva; como organismo oficial del Estado pero autónomo de él, porque no se trata de que el Sindicato sea estatal, sino de que el Estado sea sindical, que no es lo mismo.


Pues bien, esta transformación económica que presupone una alteración del modelo de propiedad de los medios de producción según la naturaleza finalista de los bienes (privada la de los bienes de consumo, familiar la que exceda la finalidad puramente individual, sindical o comunal la que cumpla fines de carácter social, y estatal la que sea de interés nacional) es cada vez más necesaria. No es una utopía, sino una auténtica necesidad en la economía del siglo XXI, cuando la crisis del capitalismo se agudiza y se anuncia el próximo fin de lo que hasta ahora se ha llamado “el Estado del bienestar”. Es por ello que el capitalismo amenaza con volver a los postulados más liberales y aparece ante nuestros ojos un nuevo proceso de proletarización: menos derechos sociales y laborales, menos salarios, menos estabilidad laboral, menos protección social, menos pensiones, etc. Los mileuristas de hoy son los nuevos proletarios del siglo XXI.


Hace falta, pues, recuperar el espíritu revolucionario del sindicalismo y proponer alternativas reales al sistema económico capitalista. Eso requiere de una organización política que tenga claros los planteamientos ideológicos y que se proponga seriamente hacerlos realidad, pero el Partido yo entiendo que sólo debe ser uno más de los instrumentos –en este caso el político, con la importancia que tiene, pero no más– de los que se sirva el Movimiento Nacionalsindicalista para hacer la Revolución. Y el verdadero motor de ese Movimiento ha de ser el Sindicato. No puede ser de otra manera para que el Nacionalsindicalismo permanezca fiel a la esencia del sindicalismo revolucionario: el Partido en cuanto instrumento debe ser el portavoz político del Movimiento en sentido amplio, debe ser el que facilite legislativamente la labor revolucionaria y debe, en definitiva, llevar a los órganos políticos de la Patria la voz del Movimiento. El Partido, que en realidad es algo artificial impuesto por las circunstancias, ha de estar subordinado al Movimiento y sus fines, y el motor del Movimiento ha de ser realmente el Sindicato, no el Partido. Por eso la Falange en cuanto Movimiento es más bien –según la propia definición de su fundador, José Antonio Primo de Rivera–, “un antipartido”, y por eso para él en el Estado futuro habría de ser el Sindicato la base sobre el que se asentara todo el sistema económico y político, siendo el eje de todo ello el hombre en cuanto Persona. El Sindicato como base y motor de la Revolución Nacionalsindicalista: esa es la clave hasta ahora tan escasamente explorada. Esa es la clave del futuro.


Uno de los muchos problemas endémicos del Nacionalsindicalismo ha sido y es la falta de una teoría revolucionaria, y creo que es precisamente por ello por lo que históricamente nuestra actividad política y sindical ha sido en gran medida estéril.


4.- El papel futuro de UNT en España


Para los nacionalsindicalistas es fundamental defender esa nueva forma de hacer sindicalismo, y por ello existe la Unión Nacional de Trabajadores. La UNT es un sindicato que defiende, desde una posición ideológica nacionalsindicalista, y por ello no clasista ni meramente materialista, la Libertad, la Dignidad y la Integridad del trabajador en cuanto Persona, con la permanente referencia del Bien, la Verdad y la Justicia, especialmente de la Justicia Social. Su filosofía no es ni colectivista ni individualista, sino que enlaza con el personalismo cristiano que valora al hombre en cuanto Persona, es decir, no sólo en su particularidad, sino en su relación con la sociedad, con los demás y con Dios. Esa antropología no tiene nada de revolucionaria, por supuesto, pues sólo hay que ser revolucionario con las cosas injustas. El elemento revolucionario lo incorpora a su visión sindicalista: el Sindicato como instrumento de transformación socioeconómica. En esto es en lo que hay que ser revolucionario.


Por ello, desde una perspectiva humanista social y trascendente, UNT denuncia la incompatibilidad del sistema económico capitalista con la plena garantía de esos valores, defendiendo la necesidad de garantizar la integridad y grandeza de España como nación política y económicamente soberana, así como un sano patriotismo que también sea garantía de defensa de los trabajadores frente a la mundialización económica que los somete a intereses ajenos. Por eso UNT denunciará siempre el falso patriotismo de quienes utilizan como coartada la Patria y las amenazas que se ciernen sobre ella para no abordar el problema de la injusticia social. El patriotismo que no sea al mismo tiempo social es una estafa para los españoles en general y para los trabajadores en particular que debe ser desenmascarada y denunciada.


El Nacionalsindicalismo en España sólo tendrá futuro si es capaz de asumir ese papel revolucionario: denunciar los falsos “sindicatos” del Sistema y su papel anestesiante de los trabajadores, luchar por la Justicia Social, servir de instrumento para la transformación socioeconómica, y servir de alternativa real y completa al decadente sistema económico capitalista asumiendo el Sindicato su propio papel y su propia responsabilidad como tal.


Este es el camino y este es el futuro.


8 comentarios:

  1. Hola Jorge, soy Jose (Hispanorrevolucionario). Leyendo en wikipedia el manifiesto de Verona de la República Social Italiana de Noviembre de 1943, me he encontrado 5 puntos que me han llamado la atención por su proximidad con el nacional sindicalismo:

    10 La propiedad privada, fruto del trabajo y del ahorro individual, complemento de la personalidad humana será garantizada por el Estado. Sin embargo, la propiedad no debe convertirse en desintegradora de la personalidad física o moral de otros hombres, por medio de la explotación laboral.

    -Opino: Este en principio no parece decir nada no nacional sindicalista.

    11 En la economía nacional todo aquello que, por dimensión o función, exceda el interés individual para entrar en el interés colectivo, pertenecerá a la esfera de acción que le es propia al Estado. Los servicios públicos y, por lo general, la industria militar deberán ser gestionados por el Estado, a través de entidades para-estatales.


    -Opino: Este parece igual que en el nacional sindicalismo. Servicios públicos e industrias de interes nacional gestionadas por el Estado.



    12 En cada empresa (industrial, privada, para-estatal o estatal) los representantes de los técnicos y de los obreros cooperarán estrechamente (a través de un conocimiento directo de la gestión) en la equitativa fijación de los salarios; así como al reparto equitativo de los beneficios, entre el fondo de reserva, la renta del capital accionarial y la participación en los beneficios mismos por parte de los trabajadores. En algunas empresas esto podrá darse con una extensión de las prerrogativas de las actuales comisiones de fábrica, compuestas por técnicos y obreros, con un representante del Estado; en otras incluso, en forma de cooperativa para-sindical.


    -Opino: ¿Está diciendo que los trabajadores de las empresas serian propietarios de los medios de producción? Se refiere claramente al reparto de las plusvalías, y eso va unido a la propiedad.



    13 En la agricultura, la iniciativa privada del propietario encontrará sus límites, allí donde la propia iniciativa faltare.La expropiación(5) de las tierras no cultivadas y de las explotaciones agrícolas mal gestionadas, podrá llevar a la partición de las mismas en lotes entre los jornaleros, para convertirlos en agricultores autónomos(6), o a la constitución de cooperativas para-sindicales o para-estatales. Según varíen las exigencias de la economía agrícola. Esto, por otra parte está previsto por las leyes vigentes, a cuya aplicación, el Partido y las asociaciones sindicales están imprimiendo el impulso necesario.

    -Opino: Aqui se aleja, pues si bien da un primer paso no acaba la faena. No dice nada de que todos los jornaleros vayan a ser propietarios sino solo que se repartiran las tierras mal gestionadas y desaprovechadas.

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  2. 16 El trabajador será inscrito de oficio en el sindicato del gremio(8), sin que ello le impida transferirse a otro sindicato, cuando cumpla los requisitos. Los sindicatos convergen en una única confederación que comprende a todos los trabajadores, técnicos y profesionales, con exclusión de propietarios que no sean directores o técnicos. Llamada Confederación General del Trabajo, de la Técnica y de las Artes. Los trabajadores dependientes de las industrias del Estado y de los servicios públicos conforman sindicatos gremiales(8) como cualquier otro trabajador. Todas las imponentes providencias sociales realizadas por el régimen fascista en un ventenio permanecerán íntegras. “La Carta del Trabajo” constituye en su letra la consagración, así como constituye en su espíritu el punto de partida para continuar el camino.


    -Opino: En esto último propone un sistema de sindicatos verticales.


    Y otros 2 puntos, este último no económico dice esto:

    3 La Constitución republicana deberá asegurar a los ciudadanos, soldados, trabajadores y contribuyentes el derecho de control y de crítica responsable sobre los actos de la administración pública. Cada cinco años el ciudadano será llamado a pronunciarse sobre el nombramiento del Jefe de la República. Ningún ciudadano arrestado en acto flagrante o detenido por medida preventiva, podrá ser retenido más de siete días sin una orden de la autoridad judicial. Salvo en caso de acto flagrante, incluso para los registros domiciliarios será necesaria una orden de la autoridad judicial. En el ejercicio de sus funciones, la Magistratura actuará con plena independencia.


    -Opino: Esto haría que dejara de ser una dictadura unipersonal, al estilo del veintenio.


    4 La negativa experiencia electoral, ya realizada en Italia y la experiencia parcialmente negativa de un método de nombramientos demasiado rígidamente jerarquizado; contribuyen ambas a una solución que concilie las exigencias contrapuestas. Un sistema mixto – por ejemplo: elección popular de los representantes a la Cámara y nombramiento de los ministros por parte del jefe de la República y del Gobierno. Mientras que en el Partido:elecciones de Fascio, salvo la ratificación y el nombramiento del Directorio Nacional por parte del Duce – parece el más aconsejable.


    -Opino: Con esto que dice ya hay participación popular, que elegiria el equivalente al Senado Nacional (participación a través de familia) que se propone en el Nacional Sindicalismo.


    En definitiva ¿Qué diferencias a nivel de participación ciudadana, a nivel económico, y si se quiere a otros niveles hay entre el nacional sindicalismo y la llamada "socialización fascista" de la RSI? Yo veo algunas, pero parecen más bien superficiales y no de fondo (salvo el tema de los jornaleros).


    En alguna ocasión he leído que si la RSI era el sistema que ha habido más parecido a lo que queremos, en otras he oido que no era mas que un socialismo de Estado (aunque leyendo estos puntos no me lo parece), etc. ¿Qué diferencias ves y que opinas al respecto? ¿Si te preguntan por las diferencias a todos los niveles entre nacional sindicalismo y la RSI que dirias?

    Puedes responderme a: elrondjf@hotmail.com

    Gracias de antemano.

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  3. Bueno, aunque no sea la extensa y detallada respuesta que querría dar (sinceramente, no tengo tiempo últimamente), daré mi opinión al respecto.

    El punto 10 es esencialmente correcto, pero el 11 es matizable. El Nacionalsindicalismo distingue la propiedad según los fines de las cosas, por lo que la que excede de lo personal no tiene por qué ser competencia del Estado. Puede serlo sindical, por ejemplo. Nuestro concepto de propiedad es más bien orgánico-finalista.

    El punto 12 no es nacionalsindicalista, y de hecho no es sino una forma más avanzada de corporativismo. En ese punto se sigue poniendo al mismo nivel el capital y el trabajo (cuando el primero debería ser un mero instrumento del segundo), y de hecho se reconoce el derecho a pagar interés al capital, algo que ya criticó José Antonio. Incluso se acepta un modelo similar al de los "jurados mixtos" que también criticó José Antonio, y el reparto de beneficios no supone necesariamente la copropiedad. Es un corporativismo más avanzado que el del ventenio, sin duda, pero corporativismo a fin de cuentas.

    El punto 13 es interesante, pero se nota de fondo que la idea es la de la corporación estatal, no la del Estado Sindical que defendemos nosotros.

    El punto 16 deja bien claro que los trabajadores no son propietarios y que los propietarios no se integran en el Sindicato. Es decir, se mantiene la relación bilateral del trabajo y el sistema de salariado, lo cual no concuerda con el Naconalsindicalismo. Se queda muy corto.

    Los puntos 3 y 4 configuran un sistema de participación no muy concreto, pero en cualquier caso inorgánico y con un partido único (el fascista...). Tampoco ese modelo se adecua al Nacionalsindicalismo.

    Me gustaría extenderme más, pero bueno, sólo decir que el modelo propuesto en la RSI es el de un corporativismo mucho más social que el fascismo anterior, pero que no llega a tocar los elementos esencales que definen el sistema capitalista. En eso nunca teorizaron mucho los fascistas, la verdad (Feder sí teorizó más en el caso de los nazis, aunque la práctica tampoco se ajustara mucho a sus ideas).

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  4. Pues llevas razón, resulta que era más una mezcla de corporativismo y socialismo de Estado.

    Es cierto que el reparto de plusvalías no vaya necesariamente unido a la copropiedad, y más sumándole beneficios para el capitalista, como dice el punto 12. No me percaté del detalle.

    Y en el tema de la participación, sobre todo que con ese sistema no quitan el partido único, por mucho que metan la participación ciudadana.

    Gracias por la explicación.

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  5. Gracias por publicarlo, Jorge, me hiciste caso. Es muy interesante.

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  6. Muchas gracias, Francisco.

    Otro abrazo para ti.

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