lunes, 17 de noviembre de 2014

La "Renta Básica": una propuesta difícilmente defendible.


Yo nunca he defendido la denominada "Renta Básica" (concesión de un dinero a todo ciudadano por el mero hecho de serlo) por muchas razones. Para mí lo más importante es el propio concepto -filosófico si se quiere- del trabajo: no es un simple derecho individual, sino ante todo un deber social. Vivir en sociedad supone que todos hemos de poner algo de nuestra parte, con nuestro trabajo, en la edificación social y económica del mundo en que vivimos (además de en otros aspectos que ahora no son el objeto de este artículo, empezando por el de la propia realización personal que permite el trabajo -especial, aunque no exclusivamente en las profesiones más vocacionales-). 

Las obligaciones anteceden siempre a los derechos: de la obligación que los demás tienen de respetar mi vida o mis bienes surge mi derecho a defenderme de quienes, incumpliendo su obligación, me agreden o me roban. De la misma manera, las personas tenemos la obligación de trabajar para garantizar nuestra subsistencia y la de nuestras familias, además de para contribuir a la edificación material de nuestra sociedad, y es precisamente cuando esa obligación de trabajar no se cumple (de forma involuntaria), cuando surge el derecho al trabajo. Ese, el derecho al trabajo y la efectividad del mismo, es el camino a seguir, y no el pretender compensar las injusticias sociales y los fallos estructurales del Sistema con limosnas, que en el fondo es lo que supone dar a todos una "Renta Básica".

La Renta Básica no sólo será un alivio para los parados involuntarios (un subsidio permanente al parado involuntario sí sería justo, pero nada tendría que ver con el tema que tratamos), sino también un acicate para los parados voluntarios, los cuales tendrán aún más incentivos para no trabajar. ¿Acaso es saludable que una sociedad pague un sueldo a los vagos? Es decir, no es que ya no se les castigue por su actitud insolidaria, sino que además ¡se les premia! No es razonable. Los zánganos -que "haberlos, haylos"- no pueden tener derecho a una renta básica de ninguna forma. Y además, ¿de dónde saldrá esa ingente cantidad de dinero necesaria para pagarlo? Como siempre, de los que trabajan, que verán inevitablemente incrementados sus impuestos. Es verdad que estas cosas se venden siempre diciendo que "el dinero saldrá de los ricos" (aunque en la práctica ellos tienen los recursos suficientes para evadirse y hacer que los trabajadores resulten ser los agraciados... ¡como siempre!) o de la reducción del fraude y la economía sumergida (actualmente es del 23% del PIB -1 billón de euros aproximadamente- y como mucho se podría reducir en un 10% -ya que al igual que los pecados o los accidentes de tráfico, es ilusorio pretender su desaparición total-, y como de esa cantidad aflorada sólo se recaudarían los impuestos correspondientes -un 33% es nuestra presión fiscal-, supondría un incremento de ingresos de unos 30.000 millones de euros en el mejor de los casos, muy lejos de los 250-300 mil millones de euros que costaría la "Renta Básica" con el actual salario mínimo), pero se trata de argumentos demagógicos que ningún experto considera suficientes sencillamente porque no resisten un análisis serio.

No, la idea de pagar un sueldo a todo el mundo no tiene sentido ni moral (es contrario a la ley natural), ni económico (es ineficiente, como lo era el salario uniforme en el estado soviético). Pero además de lo ya dicho, acabo de ver un artículo que da otras siete buenas razones (aunque alguna matización se podría hacer) para rechazar la idealista y equivocadísima idea de la "Renta Básica", cuyo original puede enlazarse pinchando en el título:

Aunque hace mucho tiempo que se concibió la Renta Básica Universal (RB), no ha sido hasta hace poco cuando ha cobrado importancia en los círculos académicos españoles e incluso en la agenda política y mediática. Esta presencia se ha intensificado especialmente a raíz de la irrupción de Podemos en el panorama político español, puesto que recogen esta medida en su programa electoral. Bienvenido sea este debate, que siempre será constructivo. A continuación expongo los principales argumentos en contra de la RB, pues aunque es una medida potente, factible y muy efectiva para combatir la pobreza, lleva aparejada importantes problemas macroeconómicos. Sin embargo, la propuesta que aquí defenderé no es el rechazo de la RB, sino su modificación para transformarla en un programa de Trabajo Garantizado (TG) que resuelva las limitaciones macroeconómicas al mismo tiempo que logre mejores frutos sociales que la RB.

Recordemos que la RB es la concesión a todo ciudadano, independientemente de su situación particular, de un ingreso fijo que le permita cubrir sus necesidades vitales. De esta forma, nadie se vería obligado a aceptar cualquier tipo de trabajo (por muy duro y precario que fuese) para poder sobrevivir con un mínimo de dignidad.

En cambio, el TG parte de la premisa de que si bien es cierto que hoy día en nuestras sociedades hay muchísimas personas que no están trabajando y nuestro deber como sociedad es evitar que por culpa de ello pasen penurias, también es cierto que hay mucho trabajo por hacer en nuestras comunidades. No tiene sentido que mantengamos inactivas a personas que pueden y desean trabajar mientras las necesidades de nuestros conciudadanos no estén cubiertas. En la actualidad necesitamos que cuiden de nuestros mayores, de nuestros hijos y de nuestros enfermos, que aumenten los servicios de ocio y cultura, que se cuiden las infraestructuras, pavimento y fachadas de muchos barrios de nuestras ciudades, que se reforesten enormes extensiones de terreno, que se cuide la fauna y la flora de nuestro entorno, que aumenten y mejoren los servicios sanitarios, que se defienda a los grupos discriminados y a los más vulnerables, etc…

Por lo tanto, mucho mejor que otorgarle un ingreso fijo a todos los ciudadanos es otorgarle el derecho a trabajar si así lo desean (si no lo desean o no pueden, entonces que reciban un ingreso básico –de menor cuantía que en el caso de trabajar). El Estado podría financiar y planificar este TG a través de programas concretos, aunque en última instancia podrían ser las organizaciones no gubernamentales, las cooperativas o cualquier otro tipo de organización las que gestionaran las actividades en cuestión debido a que son las que tienen experiencia sobre el terreno. La remuneración del trabajo debería ser fija por número de horas; por ejemplo, 10 euros la hora. De esta forma se establecería un ancla de precios para evitar tensiones inflacionistas. Al mismo tiempo, se lograría que ninguna persona trabajase en el sector privado por menos de 10 euros la hora, ya que de ser así siempre podrían abandonar su trabajo para formar parte del programa de TG.

Una vez presentadas de forma sucinta ambas propuestas, pasamos a enumerar y describir las diferencias más importantes:

1) La RB genera tensiones inflacionistas; el TG no. Por el lado de la oferta la RB busca acabar con los puestos de trabajo de peores condiciones. Puesto que el empleado pasaría a cobrar un ingreso mínimo sin necesidad de trabajar, podría abandonar su puesto si considera que no le merece la pena. El empleador tendría que mejorar las condiciones laborales para que el trabajador no abandonase, pero cabe la posibilidad de que no pueda hacerlo (debido a las exigencias del mercado: aumentar salarios le podría suponer demasiado coste para mantener competitividad sin aumentar precios o para darle suficiente rentabilidad a los accionistas. Si la mejora de condiciones laborales se hace en este contexto, los precios de los productos aumentarían para no ver mermado el margen de beneficio empresarial: habría inflación). Si el empresario no puede mejorar las condiciones (en muchos sectores con total seguridad no podría), ese tipo de trabajo desaparecería: habría menos empleo y por lo tanto menos producción (menos oferta de bienes y servicios).

Al mismo tiempo que eso sucede, la demanda de esos bienes y servicios aumentaría puesto que todos los ciudadanos tendrían ahora más dinero en sus bolsillos gracias a la RB. Este efecto conjunto tendría como resultado un aumento notable de los precios de esos bienes y productos (la ley de la oferta y la demanda manda: si ahora se venden menos productos y a la vez hay más compradores el vendedor aprovechará la situación para subir los precios). Con precios mayores el poder adquisitivo de los ciudadanos que han recibido la RB se evapora: los pobres siguen siendo pobres.

En cambio, con el TG no habría inflación. Por el lado de la oferta no se producirían menos bienes y servicios sino que se producirían más gracias a los nuevos programas de empleo. Además, al ofrecer un salario uniforme y fijo (de 10 euros la hora por ejemplo) impide el empujar de los precios por el lado de los costes salariales. Por otro lado, la demanda aumentaría pero en mucha menor medida que en el anterior caso ya que sólo se verían beneficiadas aquellas personas más necesitadas (quienes quieren trabajar y no se les deja, y otras personas con necesidades económicas), y no todas (ricas y pobres) como ocurre con la RB. Por lo tanto, no habría tensiones inflacionistas porque aunque habría más dinero para comprar éste no sería tan abundante como en el caso de la RB y al mismo tiempo aumentaría la cantidad de bienes y servicios puestos a la venta.

2) La RB depreciaría la moneda si España tuviese moneda propia; con el TG el efecto sería menor. Si el dinero que aparece en los bolsillos de los ciudadanos gracias a la RB se destina en buena medida a comprar productos en el extranjero (y conociendo el tipo de productos que se producen y que no se producen en España ocurriría con seguridad), una moneda propia se devaluaría fuertemente. El efecto sería mucho menor en el caso del TG porque el dinero en los bolsillos de los ciudadanos no sería tan abundante. Eso no ocurriría con una moneda común como el euro, pero vale la pena tenerlo en cuenta a tenor de los importantes movimientos anti-euro.

3) La RB no tiene en cuenta el ciclo económico, el TG sí. La RB es universal y constante: siempre el mismo ingreso y para todos, independientemente de si estamos en una época de boom económico o recesión. En una época de expansión económica inyectar más dinero en los bolsillos de todos los ciudadanos no hará sino calentar todavía más la economía, provocando burbujas e inflación. En cambio, el TG es flexible y contracíclico. En épocas de boom económico aparecerán en el sector privado muchos puestos de trabajo mejor pagados que los ofrecidos por el TG, de forma que muchos trabajadores del TG se trasladarían al sector privado. De esta forma se estaría introduciendo mucho menos dinero “extra” en los bolsillos de los ciudadanos, y por lo tanto no se estaría calentando tanto la economía. En épocas de recesión ocurriría lo contrario: muchos trabajadores despedidos en el sector privado pasarían a trabajar en los programas de TG, logrando que no se enfriase tanto la economía y evitando así la amenaza de la deflación (caída generalizada de los precios).

4) La RB genera menos trabajo digno que el TG y de forma más limitada. Con la RB se confía en la disponibilidad y voluntad del empresario para mejorar las condiciones de trabajo hasta convertirse en empleos dignos (de no hacerlo los trabajadores abandonarían). Muchos empleadores podrían hacerlo pero otros muchos no. El TG se ahorra este problema al crear trabajo digno de forma directa, sin necesidad de contar con los empresarios. Además, con el TG se podría combatir directamente la discriminación de género, racial y de cualquier otro tipo; algo que no se podría controlar con la RB.

5) La RB no crea servicios sociales; el TG sí. Con la RB no hay producción social (que sirva a los más necesitados), no al menos más allá de la que estén dispuestos a realizar voluntariamente los receptores del ingreso fijo. En cambio, el TG crea directamente puestos de trabajo cuyo objetivo es a) mejorar las condiciones de vida de muchas personas que lo necesitan y b) cuidar y respetar el medio ambiente.

6) La RB sólo concede dinero, el TG mucho más. Recibir un ingreso es sólo uno de los muchos motivos que hay para trabajar, y a menudo ni siquiera es el más importante. Sentirse útil para con la sociedad, aprender nuevas habilidades y conocimientos, socializarse, entretenerse, viajar, etc, son otros beneficios que otorga el TG y que la RB no puede ofrecer.

7) La RB no forma ni prepara al ciudadano, el TG sí lo hace. Los conocimientos y habilidades adquiridas por el trabajador del TG lo preparan para encontrar trabajo en el sector privado o para iniciar sus propios proyectos en un futuro.

6 comentarios:

  1. ¿Es, o sería, el Trabajo Garantizado una oferta de las instituciones públicas como el estado o los ayuntamientos de manera exclusiva? ¿En qué campos o sectores serían creados esos puestos de trabajo? ¿Cómo se pagarían esos salarios?

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  2. Bueno, eso es discutible y por eso digo que lo que expone el autor del artículo merecería algunas buenas matizaciones.

    En mi opinión deberían ser las distintas administraciones públicas e instituciones sociales quienes deberían sacar una "oferta de necesidades a cubrir" que debería gestionar el SEPE actual -antiguo INEM- (o el organismo que fuere del Sindicato unitario en el caso de un Estado Nacionalsindicalista) con el dinero recaudado con todas las cotizaciones para desempleo (las cuales probablemente deberían incrementarse algo o complementarse con otras aportaciones extraordinarias del Estado).

    Lo que pasa es que la economía capitalista considero que es incompatible con la idea de "paro cero" o de "trabajo garantizado", pues necesita parados desesperados que tiren a la baja de los salarios por estar dispuestos a trabajar por menos que otro (lo que cruelmente llaman los entendidos "tasa natural de paro").

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  3. Dice Jorge en este último mensaje que el capitalismo "necesita parados desesperados que tiren a la baja de los salarios por estar dispuestos a trabajar por menos que otro". Sin embargo, unos pocos renglones más arriba ha llamado "vagos" y "zánganos" a los que no quieren trabajar con determinados salarios y condiciones.

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    1. No es cierto. Yo no he llamado "vagos" y "zánganos" a los que no quieren trabajar con determinados salarios y condiciones, sino simplemente a los que no quieren trabajar (a secas), que es muy distinto. Nadie está obligado a aceptar condiciones inaceptables de trabajo, pero conozco personalmente casos de personas que han rechazado empleos razonables simplemente porque preferían agotar la prestación de desempleo o porque estaban mejor viviendo a costa de los padres (yo personalmente intermedié para ofrecer a dos personas un trabajo con un sueldo neto de 900 euros -que no es mucho, pero el trabajo era fijo y muy liviano- y lo rechazaron porque preferían seguir en su situación; es a los que hacen eso a los que no dudo en calificar de "vagos" y de "zánganos" que no merecen ninguna renta básica ni nada similar, pues son eso, auténticos vagos y zánganos profesionales). A ese tipo de personas es al que me refería.

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  4. Buena matización. La acepto. Hay que tener cuidado con la manera de presentar ciertos argumentos, que pueden dar la impresión de otra cosa al lector extraño.

    Aparte de la inflación y y la depreciación de los salarios de los que sí trabajan, a mí lo más peligroso de la RBU me parece que crearía una clase de personas adictas al sistema.

    Pero hay otras cuestiones asociadas que los falangistas deberíamos tratar más a menudo, por ejemplo, el paro tecnológico; la creciente sustitución de todos los trabajadores (incluso los cualificados) por máquinas o por "freelancers" deslocalizados gracias a la tecnología; la imparable concentración de la riqueza que supone la automatización; el "crowdworking" que incluso ahora mismo estoy haciendo yo al rellenar un "captcha" que le permite a Google prescindir de ciertos trabajos de oficina.

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    1. Es que la diferencia, ciertamente, es sustancial. Resignarse a aceptar condiciones inaceptables o rechazarlas no es una opción razonable, y yo nunca llamaría vago o zángano a quien no acepta condiciones cercanas a las de la esclavitud. ¡Por supuesto que no!

      En cuanto a las otras interesantes cuestiones que planteas, en buena medida yo las he tratado en mi libro "Manifiesto Sindicalista", si bien es cierto que dado que se trata de un libro-manifiesto, requerirían un tratamiento aún más profundo.

      Mi tesis es que, aunque la práctica ha demostrado la falsedad de la afirmación de que la tecnificación iba a hacer que la gente tuviera más tiempo libre y que se iban a generalizar las jornadas de 35 horas semanales o menos, lo cierto es que no todo el trabajo que aparentemente se destruye desaparece realmente: mucho trabajo nuevo surge al mismo tiempo precisamente al rededor de la nueva tecnología empleada, además de que una economía no capitalista permitiría el afloramiento de una enorme economía de la "segunda mano", del reciclaje, de las reparaciones, etc., algo que no sucede en la proporción que debiera en la economía actual (las cosas se hacen para que se averíen en un cierto tiempo y así se vuelvan a tener que comprar, de forma que las reparaciones cuestan más que un producto nuevo; es más, campañas como el "Plan PIVE" consisten en ¡¡pagar por destruir el producto viejo que sigue en funcionamiento a cambio de comprar uno nuevo!!, algo objetivamente absurdo...).

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