viernes, 28 de enero de 2011

Habla Santo Tomás de Aquino: "El gobierno Republicano es superior al Monárquico"


Hoy es 28 de enero, festividad de mi santo predilecto, Santo Tomás de Aquino. Pero hoy no le voy a mencionar para hablar propiamente de religión, sino más bien de política. Es conocida la postura elogiosa de Santo Tomás para con la Monarquía, pero quienes lo mencionan creyendo que con ello defienden esa forma de gobierno, no sólo demuestran su ignorancia de las ideas de Santo Tomás, sino que involuntariamente consiguen reatificar la inferioridad de la Monarquía como forma de gobierno, ya que para el aquinate la Monarquía sólo es mejor para las sociedades corrompidas, faltas de virtud y de sabiduría, que es como eran la mayoría de las de su época. En cambio la República es la mejor forma de gobierno entre personas sabias y virtuosas, pues permite ascender según el mérito.

Santo Tomás dixit...

Particularmente graciosos me resultan algunos monárquicos católicos (normalmente carlistas -aunque no todos los carlistas sean tan cerriles e intransigentes-, siempre empeñados en mezclar el tradicionalismo religioso con el político y en anatematizar a todos los que no pensamos como ellos en estas materias mundanas que no son objeto de ningún dogma de fe) que, con un argumentario absolutamente superficial, citan de oídas a Santo Tomás llegando a afirmar incluso que un buen católico sólo puede ser monárquico... ¡¡¡Hasta ahí podíamos llegar!!!

Dedica Santo Tomás a este tema el Capítulo IX del Libro II de su "Opúsculo sobre el gobierno de los príncipes", y por no transcribirlo todo, extracto sólo los dos argumentos principales que da (el segundo es menos sólido, al menos en las sociedades modernas, donde el clima es un factor menos determinante que en la Edad Media):

"(...) Se ha de saber, que según dos consideraciones el gobierno Republicano es superior al Real. Lo primero, si volvemos el gobierno al estado primero de la naturaleza, que se llama estado de la inocencia, en el cual no hubo gobierno Real sino Republicano; porque entonces no había dominio que causase servidumbre, sino una preeminencia y sujeción en el disponer y gobernar los súbditos según los meritos de cada uno, porque en el ordenar y cumplir lo que se ordenaba cada uno estaba dispuesto conforme a lo que le tocaba, por lo cual entre los hombres sabios y virtuosos, como fueron los romanos, por imitación de la misma naturaleza el gobierno Republicano fue mejor. Mas, porque "los perversos se corrigen difícilmente, y es infinito el número de los necios", como se dice en el Eclesiastés (Ecl. 1, 15), por esto en la naturaleza ya corrompida el gobierno Real es más provechoso, porque la naturaleza humana constituida en este estado conviene refrenarla dentro de su corriente, poniéndole límites y términos (...)."

"(...) Además de lo cual es de considerar que el sitio de la tierra dispone las cosas de ella conforme al aspecto de las estrellas (como arriba se ha dicho) por lo cual vemos algunas Provincias dispuestas a la servidumbre, y otras para la virtud; y así Julio Cesar y Amonio, que escriben los hechos de los Franceses y Alemanes, les atribuyen las mismas costumbres y obras en que hoy perseveran. Los ciudadanos Romanos algún tiempo vivieron debajo del gobierno de los Reyes, desde Rómulo hasta Tarquino el soberbio, que fueron doscientos sesenta y cuatro años, como lo dicen las historias, y también los Atenienses después de la muerte del Rey Codro se gobernaron por Magistrados; porque están debajo del mismo clima de los Romanos, los cuales, considerando que su Reino por las causas dichas era más a propósito para el gobierno Republicano, lo gobernaron con él hasta el tiempo de Julio Cesar debajo de la potestad de los Cónsules, Dictadores y Tribunos, por tiempo de cuatrocientos y cuarenta y cuatro años, en los cuales con este modo de gobierno, como arriba dijimos, tuvo grandes aumentos la República."

14 comentarios:

  1. En todo caso, camarada, como bien sabemos, la accidentalidad del sistema de Estado no es el meollo de la cuestión.
    Sea República, sea Monarquía, lo fundamental es que los que gobiernen tengan el sentido del honor, de la ética y la estética, y que se garantice que tanto los electores como los elegibles tangan la aptitud necesaria para garantizar el éxito de la empresa nacional.
    Hoy por hoy, haya Monarquía o República, teniendo en cuenta la cantidad de indigentes intelectuales que hay en cualquiera de los bandos y potenciales gobernantes y/o reinantes, ninguna garantiza el buen gobierno y la honradez en el cargo.
    Por ello, la Revolución debe pasar, necesariamente, por la erradicación de la clase política vigente y la toma del poder por los que la Providencia tenga a bien asignar.

    Yo prefiero a San Jorge....

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  2. Coincido contigo en quela forma de gobiernoes accidental yque lo importante es el contenido (hoy tenemos una Monarquía y ya ves...), lo que pasa es que estoy un poco harto de los "monárquicos católicos" intransigentes que, tergiversando -cuando no falseando directamente- la doctrina católica, pretenden anatematizar como anticatólicas las posturas republicanas, especialmente apelando a un Santo Tomás que parecen no haber leído (o si lo han hecho, desde luego no han sabido digerirlo intelectualmente).

    Yo sólo admito dogmatismos con los dogmas de fe y los axiomas filosóficos, pero es que suele pasar que los fanáticos quieren hacer dogmas de todas sus opiniones, y por muy respetables que estas sean, si son opinables, son opinables y punto, les guste más o les guste menos. Y pretender la condenación de quienes no opinamos como ellos en esas materias opinables, es simplemente de locos.

    ¡Qué razón tenía José Antonio cuando criticaba "el viejo carlismo cerril e intransigente", que aunque fuera junto a la Falange lo único ideológicamente sano, resultaba antipático e insoportable! No todos los ideólogos carlistas son así (aunque entre las bases, como en todos los sitios, haya de todo), por supuesto, pero el porcentaje es significativamente alto.

    Se puede estar o no de acuerdo con las ideas de los demásen materias opinables, pero al menos hay que tener una mínima honestidad intelectual y no hacer interpretaciones sesgadas de la doctrina de la Iglesia o del pensamiento de Santo Tomás. Y es que estos días he llegado a tener que leer que, de la doctrina de la Iglesia y del pensamiento de Santo Tomás, la única conclusión política moralmente válida (¡¡¡la única!!!) para un español coherente con su fe es... ¡¡¡ser "sixtino"!!! Y, por supuesto, que ser falangista supone ser un hereje modernista, liberal y rouseauniano, como era José Antonio Primo de Rivera...

    Y lo más gracioso es que no se trata de ninguna broma... ¡¡¡Hay gente que opina así!!! Increíble, pero cierto.

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  3. O como cuando un día me acerqué al foro de los subsodichos y me espetan que no es compatible la Tradición con la Revolución.
    Inútil argumentar, a pesar de que dejé claro nuestra postura, ellos mantenían la tesis nacida allá por el siglo XVIII y desarrollada a lo largo del XIX, que considera la Revolución como la antítesis del orden, confundiendo aquélla con la mera algarabía.
    En fin, eso es lo que hay....pero no te olvides que hay muchos también en nuestras "filas" que consideran que el nacionalcatolicismo es lo mismo que nacionalsindicalismo.....o que se asombran (alguno he visto sonrojarse....de ira, por supuesto) cuando descubren que bajo el nombre del nacionalsindicalismo, además se encierra la lucha obrera y auténticamente sindical.
    Pero es como luchar contra molinos de viento...por ello, sigo insistiendo en la Providencia, "alma máter" de nuestro devenir, pero que garantizará la supervivencia de España como Nación y de la Fe como estandarte.

    Y, sin más, te dejo porque voy a tomarme algo muy español, sobre todo en sábado, que se llama "santa siesta"....

    ¡ARRIBA ESPAÑA!

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  4. Claro que los católicos debemos ser monárquicos Jorge, sólo que nuestro Reino no es de este mundo. Precisamente por eso, ningún hombre debería ostentar el título de Nuestro Señor, tal y como hizo Godofredo de Bouillón. Además, la monarquía es un sistema político antagónico a la nación soberana, las llamadas monarquías parlamentarias son repúblicas con gorrón hereditario.

    Un saludo

    Antonio

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  5. Sí, claro, si del Reinado Social de Nuestro Señor Jesucristo yo soy el primer monárquico, y de las monarquias de verdad (Reyes Católicos, Carlo i o Felipe II) también. Ahora, ni se puede decir que en lo temporal para ser católico hay que ser monárquico, ni mucho menos seguidor de un rey o pretendiente concreto, jejeje.

    Un saludo.

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  6. ....sobre todo si es de la casta decadente, afrancesada y burguesa de los Borbones....

    ¡VIVA CRISTO REY!

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  7. Apelar a la teoría política clásica a día de hoy es estar en las batuecas, pues el esquema "monarquía-aristocracia-democracia" no es válido en un mundo en que encontramos estados de tipo republicano-democrático que se adecúan mejor a la monarquía clásica, y a la inversa regímenes monárquicos que formalmente carecen de diferencia alguna con la "democracia" clásica que hoy llamaríamos república.

    De aquí: http://eldiablillodedescartes.blogspot.com/2011/01/res-publica.html

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  8. Por casualidad me he encontrado con este hilo. Leyéndolo con atención Santo Tomás llega a un juicio de circunstancia y jamás a un axioma doctrinal. Se refiere claramente Santo Tomás a la República romana y por extensión a la repúblicas en un sentido clásico, la "res publica" que no tienen nada que ver con las repúblicas que se proponen a partir del s. XIX. Y en las cuales han de inscribirse los perfiles poco claros de la "república nacionalsindicalista", que seria una corrección totalitaria al carácter disolvente de las repúblicas modernas. No hay apelación a una "república tradicional" en el nacionalsindicalismo, con lo que es evidente que cuando el mismo apela a la república lo hace en el sentido convencional pero inspirado por los principios políticos nacionalsindicalistas.

    El pensamiento tradicional español no rechaza la república en el sentido de Santo Tomás. Vázquez de Mella, que fue el único pensador tradiconal español que influyó un poco en José Antonio se refiere a las Españas como "confederación de repúblicas coronadas por la Monarquía". Son propuestas de pensamiento político ortodoxo que tomados a la ligera son tan difíciles de entender como fáciles de manipular. Pero la disolución social que las repúblicas modernas determinaron hizo perfilarse netamente el antagonismo entre monarquía y república.

    La doctrina de la Iglesia señala que los pueblos deben organizarse conforme a sus tradiciones y siempre ha afirmado la mayor perfectibilidad de la monarquía, el título de Cristo sobre las comunidades politicas es el de Rey y la misma Iglesia es una monarquía. El pensamiento tradiconal español recoge esta doctrina y concluye que en el caso español la más importante de nuestras tradiciones es la monarquía. En el caso español monarquía y catolicismo son históricamente una misma cosa hasta la repugnante usurpación de los antirreyes liberales. En cambio en nuestra Historia los gobiernos republicanos han sido siempre caóticos y anticristianos, pese al intento de algunos católicos por reconducirlos (desde un Alcalá Zamora hasta un nefasto Ángel Herrera Oria, sobre el que José Antonio no tenía ninguna simpatía).

    Por lo tanto este estracto de Santo Tomás hay que situarlo en el contexto de toda su doctrina y situarlo en los términos justos de su contenido. Nada tiene que ver la res pública de la que habla Santo Tomás con los regímenes políticos de la modernidad que se han dicho república.

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  9. Estimado amigo: disiento en tu interpretación del texto. Yo no veo por ningún lado la referencia a la "res publica" o a la república romana, y en el capítulo del libro (esto no deja de ser un extracto) creo que se ve claramente a qué se refiere.

    Tampoco creo que defender la monarquía como principio sea lo mismo que defender una disnastía regia; el principio monárquico (unidad de poder, sumisión a la ley moral, etc.) puede defenderse perfectamente en una república meritocrática.

    Es cierto que a José Antonio le influyó bastante Vázquez de Mella, pero también Ramiro de Maeztu, Jaime Balmes, Donoso Cortés o Menéndez Pelayo. Es decir, la influencia del pensamiento tradicionalista es grande en él, pero precisamente de pensadores no carlistas principalmente (porque no es lo mismo el tradicionalismo que el carlismo).

    Respecto a la referencia a la república "totalitaria", hay que tener mucho cuidado con el término, pues José Antonio siempre dejó claro que no se refería a "Estado absorvente" (ni siquiera defendía un modelo estatal de tipo jacobino), sino a "Estado integral". Hoy hablar de "totalitario" es hablar de otra cosa.

    En cuanto a la identificación entre Tradición, monarquía y catolicismo, creo que ciertamente fue así en una época, pero esa época ya pasó y no va a volver; la monarquía tradicional es Historia y no es ya tradición viva; esa tradición desapareció y de poco sirve en mi opinión recrearse en ella como si fuera posible resucitarla... No es posible. Estamos en el siglo XXI y creo que ni siquiera tiene mucho sentido ya pensar en que la Jefatura del Estado deba ser heredable. España no puede concebirse ya como si fuera un patrimonio familiar. Esa monarquía tradicional tuvo su sentido histórico, sin duda, pero esa monarquía -como dijo el propio José Antonio- está "gloriosamente fenecida" y nunca más volverá.

    En mi opinión ahora se trata de aprovechar lo sustancial y superar las formas periclitadas, no vaya a ser que por defender el continente nos olvidemos de que lo importante es el contenido.

    Pero bueno, no deja de ser una opinión personal...

    Un saludo.

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  10. Estimado Jorge: Su reconocimiento del principio monárquico demuestra su honradez intelectual, y además su tomismo. Precisamente Santo Tomás coincide en la necesidad del principio monárquico pese a que en una hipótesis ideal, de naturaleza no corrompida, la res pública podría ser superior. Pero por la fe creemos en la naturaleza imperfecta del hombre con lo que conviene a los pueblos la unidad de mando. La Historia ha evidenciado esa tendencia, mucho más acusada en el contexto de las repúblicas de la modernidad, pero incluso en el ejemplo que propone Santo Tomás de la República romana cabrían justificables discrepancias. Si bien en el Imperio (que fue una monarquía) romano existían muchas carencias desde el ámbito de lo político es indudable que el apogeo de la civilización, la cultura y el derecho vino en ese periodo frente a las inestabilidades de la República (en este sentido se expresan Mommsen, Dudley o Álvaro d´Ors).

    Su principal objeción procede de una premisa de ontología de la Historia: el agotamiento de las dinastías legítimas. Al margen de la superioridad de lo teleológico en la especulación histórica (siempre que partamos de una concepción cristiana de la Historia y de la positivista, interpretada esta como una mera enunciación de azares y circunstancias) la misma premisa podría ser opuesta frente al agotamiento del sindicalismo, del patriotismo o de la dignidad humana (no digamos ya respecto de la política católica). Más hoy día en el contexto del “fin de la Historia” y del crepúsculo de las ideologías fuertes, sustituidas por un pensamiento débil de consenso entre todos los centros de poder y actores sociales, políticos y económicos oficiales. Pero en cambio aquí estamos, y si existimos es que algo representamos. ¿Quién se acuerda hoy en día de ideologías, doctrinas o utopías mucho más modernas estrepitosamente fracasadas? ¿Qué ha sido de tantos partidos, tantos proyectos populistas, financiados con tanto dinero de incierta procedencia que enseguida se han disuelto con un azucarillo en un café? ¿Quién iba a pensar en Alemania en los años 40 que el Reich no duraría mil años? ¿Cuántos años le quedan de hegemonía a los Estados Unidos?

    El carácter hereditario de la monarquía lo hace más perfectible, por hacer la suprema Magistratura de las Españas ajena a la perversión de las luchas por el poder. Por supuesto, siempre nos referiremos a una monarquía con contenido pleno, de intachable ejecutoria católica y tradicionalista, las otras (anti)monarquías son en frase de Mella “decoraciones heráldicas de la revolución que usurpan su nombre”. Hasta ahora no se conoce otra forma de gobierno dentro del acervo de la Tradición Española que no sea la monarquía, y la protesta monárquica jamás ha dejado de ser ejercida, por lo que la misma (en elemental lógica jurídica) no ha podido prescribir para instaurarse un modelo alternativo al mismo.

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  11. Estimado Jorge: Continuo el comentario anterior con una necesaria exégesis de las palabras de José Antonio que no he podido incluir antes por ser demasiado largo para un sólo mensaje.

    La lapidaria sentencia de José Antonio hay que entenderla dentro del ámbito especulativo de la dinastía liberal (usurpadora), a la que indefectiblemente estaba vinculado. Empezado por su (ilegítimo) título nobiliario de tercer marqués de Estella, al que nunca renunció, heredado por la imposición a sangre y fuego en Navarra por sus ascendentes de la restauración de Alfonso llamado el XII, que trajo las constituciones y las leyes más anticatólicas de nuestra Historia (hasta ese momento). Continuado por la ejecutoria de su padre que dirigió una Dictadura de prosperidad material e indiferencia moral que en puridad salvó la antimonárquica de Alfonso (llamado “XIII”). Sus inicios políticos en la Unión Monárquica Nacional se dan antes y después del cobarde e ignominioso abandono de Alfonso (llamado “XIII”) de España, siendo el propio José Antonio uno de los pocos que va a despedir al antirrey a Cartagena, quejándose de que “ni un triste piquete de alabarderos lo acompañe”. Conforme arrecia la infame campaña contra su padre José Antonio se centra en su deber de piedad filial, pero no olvidemos estos antecedentes para referirse a la “monarquía gloriosamente fenecida”, que era la de los usurpadores (y que ciertamente de glorioso no tuvo nada su fenecimiento) a los que tanto por pulso vital como por convicción intelectual se sentía vinculado. Curiosamente Ramiro sin esos condicionamientos vitales tendrá en sus escritos más cercanía a “las masas carlistas”, de hecho las JONS fichan a más de un carlista, como Adolfo Rincón de Arellano en Valencia, que llegaría a ser alcalde de la ciudad. Las ignominias y cobardías de los usurpadores, dejando sólo a José Antonio en su defensa de la Dictadura hacen que evolucione su pensamiento, pero no hacia el pensamiento tradicional, sino hacia un republicanismo orteguiano. Sin duda por los sectores del falangismo progre se ha intentado exagerar esa influencia, pero la misma es inapelable e in disimulada: José Antonio, en sus escritos y en sus relaciones personales de aquellos años está mucho más cerca de la Revista de Occidente que de Acción Española. Se enuncia entonces un republicanismo vago, de perfiles poco claros, pero que parte de hecho de la República presente en aquel entonces, y por eso se organizan manifestaciones bajo la masónica bandera tricolor, tan detestada por la mayoría de los católicos (y no sólo por los carlistas, que de hecho son los únicos que mantienen los símbolos de España: bandera e himno, pese a multas, cárcel y persecuciones). La eclosión de la guerra y la entrada en Falange de miles de arribistas procedentes de los partidos rojos hace que ese republicanismo poco desarrollado se exacerbe, lanzando soflamas “contra los Borbones” que en muchas ocasiones están directamente copiadas de partidos liberales y comunistas. Hay pequeñas excepciones en esta dinámica tan atrabiliaria como imprecisa de republicanismo, como es el caso de José Luis de Arrese, que patrocinan una salida monárquica al franquismo desde el Carlismo apoyada por los falangistas. Con esta síntesis histórica pretendo dejar claro los condicionamientos vitales que hicieron muy difícil el encuentro de José Antonio con el Carlismo y la Dinastía Legítima, además de advertir contra cierta pose republicana inconcreta y poca razonada que en ocasiones determinados sectores del falangismo han exagerado sin una razón clara.

    Un saludo.

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  12. Agradezco tu extensa y sustancialmete correcta exposición. Creo que en ella hay cosas opinables, pero en general estoy de acuerdo.

    Obviamente disiento en la importancia que das a la legitimidad dinástica, pues yo suelo percibir en ella normalmente un exceso de apego a la legitimidad de origen (respecto a la legitimidad de ejercicio, que considero perdieron todas las dinastías españolas hace ya demasiado tiempo).

    Me gustaría extenderme un poco más, dado que el tema lo merece, pero la verdad es que no dispongo apenas de tiempo.

    Reiterando mi agradecimiento por tan interesante aportación, recibe un cordial saludo.

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  13. Estimado Jorge: En todo movimiento político hay histriones y vehementes. Siento si te has topado con alguno de ellos y te has llevado una visión errada del carlismo.

    Aunque también es cierto que fuera de esos casos la lealtad monárquica hace aflorar unos sentimientos y un apego que para el que no la tiene puede resultar chocante. Sin embargo creo que el contenido siempre históricamente ha estado por encima del continente y la lealtad monárquica se ha distinguido siempre bien de la fidelidad caudillista al líder carismático de los totalitarismos.

    Agradeciendo que me hayas dejado exponer mis opiniones aprovecho para felicitarte por el blog, que a partir de ahora seguiré con interés.

    Un cordial saludo y que tengas una Santa y Feliz Navidad.

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  14. Histriones y payasos hay en todos lados; personas razonables que saben defender sus ideas sin caer en la arrogancia también. Yo no juzgo las ideas por ese tipo de cosas (salvo que todos sus seguidores fueran iguales, claro, jejeje).

    Conozco a carlistas de todas las familias y talantes (CT, CTC, PC, círculos varios...), y aunque políticamente tenga muchas discrepancias, al menos no me duelen prendas en reconocer que se trata de una ideología -aunque ya sé que no aceptáis ese concepto- sana y respetable.

    Un saludo y recibe también mis mejores deseos para esta Navidad.

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