jueves, 30 de diciembre de 2010

Muy recomendable artículo de Patria Sindicalista


En el número 15 (diciembre de 2010) del periódico falangista "Patria Sindicalista" se publican, nuevamente, muchos artículos de indudable interés. Mis aportaciones escritas a ese magnífico periódico hasta ahora no han sido muchas y se han limitado a la sección sindical (de la que me encargo yo personalmente) y a dos entrevistas, una que hice yo mismo a Ceferino Maestú, y otra que me hizo el propio periódico.

En este último número aparece un magnífico artículo religioso cuya autoría desconozco, pero con el que estoy completamente de acuerdo. Simplemente yo no lo hubiera podido explicar mejor en tan poco espacio, así que me tomo la libertad de reproducirlo en su integridad.

Catolicismo: ¿diálogo o huída?

Podría parecer excesivo —y hasta ridículo— tratar de cuestiones preternaturales en un artículo de carácter político, en un mundo en el que, además, la prioridad de la acción política parece circunscribirse a la consideración de las contingencias temporales. Sin embargo, la psicología diabólica tiene muchísimo que ver con la psicología humana porque la caída humana tiene un origen muy parecido a la gran caída.

Ante todo se trata de un engaño, de una apariencia de bien, que conduce al fracaso. Difícilmente puede una acción pastoral vivificar la vida pública desde la fe si sus presupuestos están viciados. El fracaso de la acción política católica de la segunda mitad del siglo XX demuestra que el hecho de que sus promotores fueran gentes “espirituales”, no garantiza que esa acción esté exenta de error y no de errores cualquiera sino, con frecuencia y sobre todo, de errores espirituales. Como dice Jesucristo, no puede un árbol bueno dar un fruto malo y si lo hace es que el árbol simplemente no es bueno. En contra de esta posición están los recalcitrantes que prefieren el fracaso patente antes que dar marcha atrás en sus “humildes” opiniones.


Con estos mimbres se ha construido la acción política de los católicos desde la segunda guerra mundial hasta la actualidad, siguiendo las sendas de la antropología personalista y la Nueva Cristiandadmaritaniana. Si tuviéramos que hacer alguna observación a los presupuestos de
esta nueva “teología política” debería ser de orden antropológico. La protestantización de la liturgia católica no es un hecho irrelevante sobre el que se pueda “negociar” en aras del bien supremo de la unidad de los cristianos, porque Jesucristo no anuncia unidad si no es en la verdad. Y quien cede en la verdad contraviene a Cristo que ya anunció que la falsedad iba a ser signo de contradicción y de división. Como la liturgia afecta al modo de relacionarse el hombre con Dios no es algo de poca monta que podamos arreglar según nuestras conveniencias.

La protestantización litúrgica ha precedido a la protestantización espiritual del catolicismo y la protestantizaciónespiritual del catolicismo está en la raíz de la secularización del catolicismo político. El primer paso consiste en oponer la Gracia a la Naturaleza y no al pecado, como advierten algunos sectores de la Iglesia. A partir de ahí se produce un cisma entre la política y la moral porque se priva, so pretexto de espiritualidad, a la moral de los instrumentos de combate necesarios para prevalecer sobre sus enemigos. La Iglesia no va a tener cruzados porque ya no los quiere, porque prefiere un rebaño de débiles soberbios que dejan el campo libre a la acción de la maldad. No es la Iglesia de Bernardo de Claraval que llamaba al combate contra la maldad sino una secta de gnósticos encantados de conocerse a sí mismos, incapaces de luchar y morir por Cristo. Son flores de invernadero incapaces de vivir en la selva del mundo porque renuncian a las espinas que les son lícitas a las rosas para defenderse, so pretexto de que así son más santos. Lejos de ser más santos, estos santos lo que hacen es facilitar la acción del enemigo. El primer
paso es afectar espiritualidad refiriéndonos a temas temporales. Jean Ousset en su obra La Acción señala cómo el catolicismo político pretende “humanizar” la acción política oponiendo a la noción de “eficacia” la idea de providencia. La noción de eficacia es un término marxista, superficial, que ignorara la noción de providencia. Al cristiano le bastaría sembrar y el resto, el resultado, depende de la voluntad de Dios. Como Dios puede triunfar con nada, nosotros no hacemos nada. No nos oponemos al enemigo para no incurrir en impureza ritual. De esta forma, transferimos a Dios lo que es nuestra propia responsabilidad. La primera victoria del enemigo es dividir el campo cristiano entre cristianos buenos, espirituales, auténticos que respetan los derechos humanos —es decir, aquellos que dejan el campo libre a la acción de la izquierda en todo lo que le da la gana, desde el aborto a la eutanasia— y, por otro lado, a fanáticos desobedientes —es decir, aquellos que siguiendo la doctrina tradicional de la Iglesia frente a sus enemigos no están dispuestos a dejar el campo libre a los enemigos de Cristo porque se lo pidan unos resbíteros.

Y es que esa piadosa omisión de acción se parece mucho a la tentación del demonio “tírate al abismo porque escrito está que enviará a sus ángeles para que su pie no toque la roca.” Y es que el demonio maneja las escrituras como nadie pero entre pedir ayuda a Dios y tentar a Dios para que Dios haga lo que es nuestra responsabilidad la diferencia no es poca. Y es que en esa separación entre lo espiritual y lo temporal donde se comete el error de creer que lo temporal no afecta a lo espiritual y, por tanto, el hombre puede salvarse por su propia piedad con independencia de lo que haga el Estado. Los católicos han asumido este punto de vista y creen que la impiedad del Estado no les afecta por ser una realidad natural. Sin embargo, desconoce —o finge desconocer— que el hombre, como parte del cuerpo político, es responsable de sus acciones u omisiones. Esa aconfesionalidad que se vende como solución a cambio de paz con losanticlericales está en radical contradicción con la doctrina bíblica, y no porque no haya ámbitos temporales que no puedan tener cierta autonomía.

Los Estados que sacrificaban sus hijos a los demonios eran tan abominables en el Antiguo Testamento como lo son hoy: lo que falta es el valor necesario para la acción consecuente.Determinadas instancias de la Iglesia prefieren jactarse de lo que hubieran hecho de haber nacido en determinada situación para no tener que plantearse lo que tendrían que hacer en la situación actual. Eso tal vez les granjee la amistad de los impíos (lo que ellos llaman el diálogo
con las gentes de buena voluntad) pero tengo serias dudas que les pueda granjear la paz de su conciencia.

(Eiztarigorri)

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