Según parece, los debates doctrinales entre las autoridades del Vaticano y la Hermandad Sacerdotal San Pio X se desarrollan normalmente según el calendario previsto, previéndose su finalización para la primavera de 2011. No obstante, los resultados hasta ahora parecen ser bastante decepcionantes, ya que la aparente simpatía de los comisionados romanos por los planteamientos de la HSSPX (que se mantienen simplemente dentro de los planteamientos del Magisterio tradicional de la Iglesia) no se concretan en un debate profundo que intente encontrar soluciones satisfactorias por su parte (obviamente Roma preferiría un acuerdo meramente práctico, es decir, una regularización jurídica de la HSSPX sin tener que entrar en estas cuestiones doctrinales que son el verdadero problema). De tal forma que el debate de cada cuestión se desarrolla de la siguiente manera: se plantea un problema, la HSSPX expone la doctrina del Magisterio tradicional en contraposición a las afirmaciones ambiguas o erróneas de las últimas décadas y finalmente la Comisión vaticana las estudia y responde en la reunión conjunta. Estas sesiones están siendo grabadas en vídeo para que quede constancia de las mismas, pero al parecer la profundidad teológica de las respuestas vaticanas está siendo un tanto decepcionante, y no por ser respuestas necesariamente negativas en sí mismas -que al parecer en buena medida también-, sino principalmente porque se esperaba una mayor altura intelectual en las mismas.
En cualquier caso, en Roma está aumentando el número y prestigio de quienes intentan poner fin a los problemas planteados y puestos en evidencia -que no generados- por Ms. Lefebvre y su HSSPX. Reproduzco una noticia relacionada precisamente con el más inteligente y serio de los últimos que se conocen (publicado en DICI):
En cualquier caso, en Roma está aumentando el número y prestigio de quienes intentan poner fin a los problemas planteados y puestos en evidencia -que no generados- por Ms. Lefebvre y su HSSPX. Reproduzco una noticia relacionada precisamente con el más inteligente y serio de los últimos que se conocen (publicado en DICI):
El juicio de Mons. Brunero Gherardini sobre el Debate Teológico entre la Tradición y el Concilio Vaticano II
En la edición de Mayo de 2010 de Courrier de Rome (n°333), el profesor Paolo Pasqualucci propone un esclarecedor comentario sobre el estudio de Mons. Brunero Gherardini, que aparecio en la revista teológica Divinitas, bajo el título Quod et tradidi vobis – La tradizione vita e giovinezza della Chiesa (Quod et tradidi vobis. La Tradición, vida y juventud de la Iglesia), estudio reimpreso por Casa Mariana Editrice.
Mons. Gherardini quien es autor de El Vaticano II: Un debate por abrir, el cual apareció en francés anteriormente este año, presenta en Quod et tradidi vobis un muy pertinente análisis del debate teológico entre la Tradición y el Concilio Vaticano II. Aquí el largo extracto que puede encontrarse en Courrier de Rome, que propone una lista de 9 puntos de tropiezo; a la cual hemos añadido los tres parágrafos siguientes, en donde Mons, Gherardini no duda en hacer un juicio personal muy explícito.
“En mi esfuerzo por establecer una síntesis de las posiciones defendidas por el Obispo Lefebvre a favor de la Tradición, y sin pretender tratar exhaustivamente el asunto, me parece que el conflicto se establece como sigue:
1. Una formación sacerdotal que encuentra sus principios en la Tradición eclesiástica y en los valores supernaturales de la divina Revelación, confrontando una formación sacerdotal abierta al horizonte fluctuante de una cultura en perpetuo devenir.
2. Una liturgia que ciertamente tiene un fuerte punto en la Misa llamada tradicional, enfrentando una liturgia [la de la Misa Novus Ordo] antropocéntrica y sociológica, en la cual lo colectivo prevalece sobre el valor de lo individual, la oración ignora el aspecto latréutico, la asamblea se convierte en actor principal y Dios cede su lugar al hombre.
3. Una libertad que hace depender su “liberación” en el Decálogo, de los mandamientos de la Iglesia, de las obligaciones del deber de estado, y del deber saber, amar y servir a Dios, frente a una libertad que pone en nivel de igualdad los cultos, pasa en silencio acerca de la ley de Dios, deja libre al individuo y la sociedad en el campo ético y religioso, y deja a la sola conciencia la solución de todos los problemas.
4. Una teología que saca sus contenidos de fuentes específicas (la Revelación, el Magisterio, la Patrística, la Liturgia), frente a una teología que abre sus puertas, día tras día, a las emergencias culturales del momento, incluso a aquellas que claramente contradicen las fuentes recién mencionadas.
5.Una soteriología (nota del editor: el estudio de la obra de la salvación) íntimamente ligada a la persona y a la obra redentora del Verbo Encarnado, a la acción del Espíritu Santo, unida a la aplicación de los méritos del Redentor, a la intervención sacramental de la Iglesia y a la cooperación de los bautizados, frente a una soteriología que considera la unidad del género humano como consecuencia de la encarnación del Verbo, en quien (cf GS 22) cada hombre encuentra su propia identificación.
6. Una eclesiología que identifica la Iglesia con el cuerpo Místico de Cristo y reconoce en Su presencia sacramental el secreto vital de la existencia y acción eclesiástica, frente a una eclesiología que considera la Iglesia Católica como un componente entre otros de la Iglesia de Cristo, y que, en esta fantasmal Iglesia de Cristo, adormece el espíritu misionero, dialoga pero no evangeliza, y sobre todo renuncia al proselitismo como si se tratara de un pecado mortal.
7. Un Misa-Sacrificio expiatorio, que celebra los misterios de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, representando sacramentalmente la redención satisfactoria, frente a una Misa en la cual el sacerdote es sólo un presidente y cada uno toma una parte “activa” en el sacramento, gracias al hecho de que la Fe no se funda ya en Dios que se revela, sino que es una respuesta existencial hecha a Dios que nos interpela.
8. Un Magisterio conciente de tener el cargo de guardar el sagrado depósito de la Revelación divina con el deber de interpretar y transmitirlo a las futuras generaciones, frente a un Magisterio papal que, lejos de sentirse ser la voz de la Iglesia enseñante, sujeta a la Iglesia misma al colegio de obispos, dotado con los mismos derechos y deberes del Romano Pontífice.
9. Una religiosidad que realiza la vocación común al servicio de Dios y, por amor a El, de los hermanos en la humanidad, frente a una religiosidad que revierte este órden natural, hace del hombre el centro y, por lo menos en la práctica si no en la teoría, sustituye a Dios .
“De cuanto precede, uno puede fácilmente deducir cómo la Fraternidad de San Pío X entiende la Tradición. En efecto, la Tradición es todo lo contrario de aquello que la Fraternidad niega y a lo que se opone. Directamente o entre líneas, la Fraternidad rehusa las innovaciones de los documentos del Concilio y sus aplicaciones postconciliares, y se opone al salvaje uso que ha sido tan casualmente hecho de ellos.
“Es cierto que en los escritos de la Fraternidad de San Pío X el concepto de Tradición no es a menudo explicado, y no lo encontramos sistemáticamente desarrollado. Pero lo que se entiende, tal como se conjetura, nunca permanece en la sombra. En la base de todo está “la fe de siempre” para cuya salvaguardia nació la Fraternidad. ‘Salvaguardia’ indica una oposición a una cosa presente o posible, a favor de su contrario o de su reemplazo. La “fe de siempre” es el valor que Mons. Lefebvre quizo salvaguardar, un valor que está siendo reemplazado por todos los atenuantes, reinterpretaciones, reducciones y negaciones de los tiempos conciliares y postconciliares. Esta “fe de siempre” es el eco fuerte y claro de la enseñanza agustiniana resumida en las palabras de San Vicente de Lerins: : “Quod semper, quod ubique, quod ab omnibus creditum est” (San Vicente de Lerins, Commonitorium, c. 23). La institución misma de la Fraternidad, junto con su finalidad primera que es la formación sacerdotal, obedece a este ideal y al compromiso por salvaguardarlo. Salvaguardar la fe y combatir el error.
“No entro en los detalles de las relaciones y de las dificultades entre la Santa Sede y la Fraternidad de san Pío X. Me quedo en el tema común de la Tradición y observo que “salvaguardar la fe y combatir el error” debería ser el ideal y el compromiso tanto de la Iglesia como de sus hijos. A la luz de ello, es difícil para mi entender cómo el reproche de una “incompleta y contradictoria Tradición” formulada por Juan Pablo II en 1982 (Motu Proprio Ecclesia Dei, 2 de Julio de 1988), podría tener un fundamento real. Lo que yo entiendo es que él no tiene nada que ver con el «espíritu de Asís»” (Mons. Gherardini, Quod et tradidi vobis – La tradizione vita e giovinezza della Chiesa, Ed. Casa Mariana Editrice, pp. 241-244).
( DICI n°218, Julio 10, 2010)
Muy interesante resumen de los “conflictos” abiertos entre la Iglesia “tradicional” y la post conciliar.
ResponderEliminarEn línea con lo que tuvimos oportunidad de comentar en Astorga, la primera se mantiene fiel a la fe, la segunda se ha rendido con armas y bagajes a la “modernidad”. Una gran tragedia, sin duda.
Pues sí, la verdad es que en estos momentos en Roma se está desarrollando una verdera batalla doctrinal (y no sólo doctrinal) en la que se están posicionando cada vez más miebros de la jerarquía eclesiástica. La posición católica tradicional parece ser que está ganando poco a poco cada vez más apoyos, pero por la información que tengo aún hay muchas dificultades por delante.
ResponderEliminarAl final el fondo del problema considero que es éste: ¿hay que poner el orden de prioridades primero en el mundo para adaptarse a él desde el catolicismo -lo que lleva normalmente a la desacralización-, o hay que ponerlo en Dios y ver al mundo más en clave de conversión -lo que puede llevar a un cierto distanciamiento de lo mundano-? Yo creo que de ahí deriva gran parte del problema: un progresista diría que lo importante es acercarse al mundo para luego mostrarle a Dios (lo que suele llevar a perder por el camino gran parte de la espiritualidad intrínseca al catolicismo); un tradicionalista respondería que lo único que importa es Dios y su vivencia, y que el mundo es en principio enemigo de quien sigue a Dios (en línea con la idea de los tres enemigos tradicionales del hombre: el demonio, el mundo y la carne) y la labor a realizar es la de su conversión, no la de nuestra adaptación a él.
Y de ahí creo yo que vienen en gran medida el resto de los problemas del Concilio Vaticano II y de su desarrollo postconciliar (el problema litúrgico, el ecuménico, el de la libertad religiosa versus tolerancia religiosa, etc.): de la obsesión por cambiar el orden de prioridades tradicional y poner por delante al mundo en vez de a Dios.
Es muy conocida y criticada mi posición "tradicionalista" que, en realidad, es la posición que ha mantenido unívocamente la Iglesia de Cristo hasta la fecha, sin perjuicio de una cada día más creciente marea de voces discordantes que, en realidad, son más heréticas que integradoras.
ResponderEliminarSigo, en consecuencia, manteniendo mi más absoluta fidelidad y lealtad al Santo Padre como Vicario de Cristo y, por lo tanto, confío plenamente en que el Espíritu Santo lo ilumine para concluir la vuelta de todos al redil....antes de que anochezca.....que no falta mucho....
No voy a negar, por otro lado, mi simpatía por las tesis doctrinales de la HSSPX, por lo que estoy convencido que en muy breve tiempo las otrora distancias se tornarán en afluentes de un mismo río....el cual, desde hace más de dos mil años, tiene un único fin y guía.
Un saludo
Estimado Francisco. sólo puntualizar que la lealtad y fidelidad al Santo Padre como Vicario de Cristo de ninguna manera es negada por la propia HSSPX, y en ella no tienen cabida las tesis sedevacantistas. Sólo que esa lealtad no es tanto a una persona como a una institución, y de la misma manera que San Pablo tuvo que enfrentarse cara a cara con San Pedro y de ese enfrentamiento surgieron tantos bienes para la Iglesia (empezando por el propio reconocimiento del primado de Pedro), la verdadera lealtad no consiste en callar ante los errores con el consiguiente debilitamiento de la fe y la Verdad, y eso muchas veces puede dar la impresión de que son ataques a la figura del Santo Padre, cuando la realidad es muy otra.
ResponderEliminarEl drama terrible de Ms. Lefebvre y de los otros cinco obispos que protagonizaron en 1988 la por ellos denominada "operacion supervivencia", consistió precisamente en verse forzado por imperativo de conciencia a hacer un aparente acto de desobediencia precisamente para demostrar obediencia (a Dios, a la Iglesia ¡¡y al propio Papa!!). Por ello dijo que estaba absolutamente seguro de que con los años el propio Santo Padre les agradecería infinitamente su acto de lealtad incomprendida.
En fin, reconozco que el asunto es complicado...
Sé que muchas de las afirmaciones de Lefebvre eran ciertas y fundadas, no en vano, su famosa acusación contra la masonería eclesiástica y su infiltración cada día más dramática contra la Iglesia de Cristo, hoy, se hace patente.
ResponderEliminarEllo, no obstante, sigo creyendo que la lucha, que debe seguir vigente y cada día más patente, debe hacerse en el seno de la Iglesia y, en alguno casos, por no decir en muchos, de manera silenciosa, con el fin de desenmascarar y erradicar al enemigo de la Fe.
Sé que todo llegará a buen fin...es decir, la unidad...sólo espero que las piedras que nos ponen en el camino se vuelvan contra sus inductores....
¡VIVA CRISTO REY!
Si me permitís, el problema de todo radica en no saber en qué plano se habla. Y ello a sabiendas, pues, entre los interlocutores nombrados por el Vaticano no hay ninguno tonto. Cuando la HSSPX habla en el plano teológico, los otros hablan del ontológico; cuando la HSSPX habla en el plano ontológico, los otros responden en el psicológico, y claro, así no hay quien se aclare. Benedicto XVI arrastra una posición muy conocida cuando era el teólogo Ratzinger, esta es que el Syllabus (piedra de escándalo para el modernismo) es CONTINGENTE, así, eliminado el escollo por la contingencia se puede hablar perfectamente de herméutica de la continuidad, y esto, es también una confusión de orden. Cuando Pío IX condena, por ejemplo, la libertad de cultos (la libertad religiosa) porque lleva inexorablemente al indiferentismo religioso, no lo hace en virtud de efecto-causa, sino de causa-efecto. Lo primero es contingente e inductivo (analiza los "fenómenos" y llega a la causa "más probable"), lo segundo profético y deductivo (parte de la verdad conocida y deduce las consecuencias) que es una de las notas de la Iglesia. Esto es reducir a la Iglesia a una escuela de pensamiento y no a la depositaria de la Verdad absoluta. La hermenéutica de la continuidad dice que aquello se condenó en esa época por los efectos dañinos que se producían entonces, pero que ahora se puede comprobar que esa libertad religiosa no produce el indiferentismo, y por tanto, como no se va a negar el magisterio, se le califica como contingente. Confusión total de órdenes. Por el mismo razonamiento, podríamos decir que el "homonomio" no produce la destrucción de las familias, la ley civil se ha aprobado y las familias no se rompen, siguen igual que antes, así que dentro de unos años las condenas de la Iglesia de ahora podrán ser catalogadas como contingentes. Un absurdo.
ResponderEliminarMuy buen análisis, sin duda.
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