La pregunta no es ¿hasta cuándo? (porque si exceptuamos a los familiares y beneficiados directos de la casta de ladrones, el resto de españoles los echaría ahora mismo) sino que la pregunta sería ¿cómo echarlos?. Porque, siendo realistas, quien más quien menos, tiene algo que perder si se enfrentara en serio a los miembros de la casta de su entorno. Ellos controlan todos los resortes del poder (admón, medios de comunicación)... El descontento crece cada día. No es por ser pesimista, pero al final lo capitalizará la extrema izquierda, as always.
Por eso mismo creo que es hora que la indignación popular cristalice en una verdadera rebelión social, ya sea en las urnas, en la calle o -mejor aún- en los dos sitios.
Hola Jorge. La indignación social, si te das cuenta, va por barrios según se toquen los derechos de unos o de otros, lo que es propio de la idiosincrasia básicamente individualista del pueblo español. No hay un sustrato común que provoque la reacción de la sociedad como bloque, y ello fundamentalmente porque no hay sociedad civil, ya que ha abdicado en la partitocracia a base de expresar ciclicamente cada cuatro años su opinión y luego sestear de manera plácida.
Hablas de una rebelión social. No se producirá. En Grecia ardió Troya en un candil - nunca mejor dicho - y se ha quedado todo en agua de borrajas. Y ello fundamentalmente porque, aquí, el españolito medio está capeando el temporal como mejor puede pero en ningún caso se plantea seriamente la bondad o no de las actuales estructuras, y lo que es peor, ve como absolutamente utópico su cambio.
Esto pasará, a costa de quedarnos miles en la cuneta, y a otra cosa mariposa.
Estoy bastante de acuerdo contigo, David, pero una cosa es creer que no se vaya a dar una reacción social espontánea (ninguna lo es, aunque en ocasiones lo aparenten ser), y otra que no se vaya a producir ninguna.
Espero, confío y deseo que la haya, y algunos desde nuestra modestia y con escaos medios intentamos que así sea. No es fácil, desde luego, pero sí posible.
Yo no sé si José Luis de Arrese tenía razón, pero algunos aún creemos que otra España y otro mundo son posibles; que nunca se debe renunciar a la Justicia Social, a la Patria, a la Tradición o a la Fe si se quiere alcanzar la verdadera paz (tanto la personal, como la social) y servir al bien común; y que es una obligación (tanto moral como intelectual) para toda persona buscar con honradez y recta intención el Bien, la Verdad, la Justicia y todos esos valores eternos que nos elevan como personas hacia Dios: fe, honor, lealtad, justicia, dignidad, libertad, etc., valores todos ellos que intentan ser destruidos por el relativismo, el subjetivismo, el capitalismo, el mundialismo, el invidualismo y tantos otros "ismos" que en los últimos tiempos han conseguido desligar en gran medida a los hombres de Dios, de la Patria, de la familia y de todo lo que de verdad nos hace ser personas en sentido pleno.
Al menos, a quienes aún creemos en esos valores ciertos nos queda la palabra, y aunque parezca duro clamar en este desierto que es la sociedad de nuestros días, no podemos resignarnos y tenemos la obligación moral de hablar.
Es verdad que el clamor de San Juan Bautista en el desierto era de otra naturaleza, pero en cualquier caso, si Arrese estaba en lo cierto -y seguro que lo estaba-, nuestra voz nunca será del todo estéril.
Decía José Antonio Primo de Rivera que "la vida no merece la pena si no es para quemarla al servicio de una empresa grande", y que precisamente por ello "pase lo que pase, no se puede desertar ni por impaciencia, ni por desaliento, ni por cobardía".
Jorge Garrido nació en Barros (Los Corrales de Buelna, Santander) en 1974.
Fue militar (1994-2006), es licenciado en Derecho y accedió por oposición a la Administración General del Estado, trabajo que compagina con el ejercicio de la abogacía.
Preside desde 2008 el sindicato "Unión Nacional de Trabajadores" y el "Foro Social Manuel Mateo". También es Vicesecretario General de "Falange Española de las JONS" desde junio de 2005. Entre 1995 y 1996 presidió el "Sindicato Español Universitario".
Colaborador de diversos medios de comunicación, ha sido subdirector de los programas de Radio Intercontinental “La Ballena Alegre” (2006-2008) y “La Piel de Toro” (2007-2008), siendo actualmente director del programa "Perspectiva Sindicalista" (desde 2016) y contertulio habitual de "En la boca del lobo" en "Informa Radio".
Defensor del catolicismo tradicional desde los años 90 y de la figura del Arzobispo Marcel Lefebvre, es miembro de la Orden de Caballeros de Santa María.
Ha escrito numerosos artículos y ensayos, y ha publicado dos libros: "Manifiesto Sindicalista" (Madrid, 2007, aunque escrito en 2001) y "España en el mundo. Propuestas para una nueva política exterior" (Madrid, 2017).
La pregunta no es ¿hasta cuándo? (porque si exceptuamos a los familiares y beneficiados directos de la casta de ladrones, el resto de españoles los echaría ahora mismo) sino que la pregunta sería ¿cómo echarlos?. Porque, siendo realistas, quien más quien menos, tiene algo que perder si se enfrentara en serio a los miembros de la casta de su entorno.
ResponderEliminarEllos controlan todos los resortes del poder (admón, medios de comunicación)...
El descontento crece cada día. No es por ser pesimista, pero al final lo capitalizará la extrema izquierda, as always.
Por eso mismo creo que es hora que la indignación popular cristalice en una verdadera rebelión social, ya sea en las urnas, en la calle o -mejor aún- en los dos sitios.
ResponderEliminarHola Jorge. La indignación social, si te das cuenta, va por barrios según se toquen los derechos de unos o de otros, lo que es propio de la idiosincrasia básicamente individualista del pueblo español. No hay un sustrato común que provoque la reacción de la sociedad como bloque, y ello fundamentalmente porque no hay sociedad civil, ya que ha abdicado en la partitocracia a base de expresar ciclicamente cada cuatro años su opinión y luego sestear de manera plácida.
ResponderEliminarHablas de una rebelión social. No se producirá. En Grecia ardió Troya en un candil - nunca mejor dicho - y se ha quedado todo en agua de borrajas. Y ello fundamentalmente porque, aquí, el españolito medio está capeando el temporal como mejor puede pero en ningún caso se plantea seriamente la bondad o no de las actuales estructuras, y lo que es peor, ve como absolutamente utópico su cambio.
Esto pasará, a costa de quedarnos miles en la cuneta, y a otra cosa mariposa.
Espero equivocarme, obviamente.
Un saludo
David CF
Estoy bastante de acuerdo contigo, David, pero una cosa es creer que no se vaya a dar una reacción social espontánea (ninguna lo es, aunque en ocasiones lo aparenten ser), y otra que no se vaya a producir ninguna.
ResponderEliminarEspero, confío y deseo que la haya, y algunos desde nuestra modestia y con escaos medios intentamos que así sea. No es fácil, desde luego, pero sí posible.
Un saludo.