jueves, 13 de julio de 2023

Entre lo espontáneo y lo difícil (de Miguel Argaya)

Lamentando mucho que mis múltiples obligaciones me hayan tenido apartado de la atención que los lectores de mi blog merecen (y por lo que pido sinceras disculpas), rompo hoy mi involuntario silencio de los últimos meses para recomendar la lectura de este libro, ya clásico, de mi amigo Miguel Argaya: "Entre lo espontáneo y lo difícil: apuntes para una revisión de lo ético en José Antonio Primo de Rivera".

El libro original, que ahora vuelve a ser editado con correcciones y añadidos, fue publicado inicialmente en 1996 y, pese a su escasa distribución, no pasó desapercibido, pues tuvo la valentía de afrontar aspectos nada fáciles del pensamiento de José Antonio Primo de Rivera y de sus importantes diferencias con el de Ramiro Ledesma Ramos.

El autor tiene el gran acierto de analizar las fuentes del pensamiento de José Antonio menos analizadas: las de los pensadores tradicionales. No sé si será por esa tendencia innata que todos tenemos, en mayor o menor medida, a relacionar el pensamiento de quienes tenemos por referentes con el pensamiento de los intelectuales más de moda o de mayor fama (que no necesariamente de mayor prestigio), el de José Antonio siempre se tiende a comparar con el de los regeneracionistas, el de la Generación del 98 y el de José Ortega y Gasset (a quien el propio José Antonio dedicó un artículo tanto de homenaje como de reproche y con quien tenía notables coincidencias y no menos notables diferencias...). Sin embargo, la enorme influencia que ejercieron en su pensamiento los pensadores tradicionales (basta con leer sus textos más doctrinarios para comprobar que desde Santo Tomás a Donoso Cortés, su formación intelectual debe más al pensamiento tradicional que al moderno) no había sido antes analizada con la profundidad y rigor que lo hace Miguel Argaya en este libro, y no porque pretenda hacer un análisis sistemático y cerrado de dicha influencia -que no lo hace, dejando abierto el estudio a otras influencias del mismo signo-, sino porque resalta y analiza influencias concretas que, insisto, anteriormente no se habían analizado con la necesaria atención y profundidad (intentos como los de Salador de Brocà -"Falange y filosofía"- o Moisés Simancas -"José Antonio: génesis de su pensamiento" y "José Antonio: madurez de su pensamiento"-, no tocan apenas estas influencias, y otros como los de Adolfo Muñoz Alonso -"Un pensador para un pueblo"- o Arnaud Imatz -"José Antonio: entre odio y amor"-, pese a su gran rigor y amplitud de análisis, tampoco creo que hayan analizado esa influencia del pensamiento tradicional con la suficiente profundidad). Miguel Argaya se centra mucho justamente en ese aspecto tan insuficientemente analizado (dejando más a un lado las influencias más trilladas) y, finalmente, se atreve a analizar con bastante profundidad las diferencias del pensamiento joseantoniano con el de Ramiro Ledesma Ramos... ¡Y aquí es donde más polémico resulta el libro!

Que el pensamiento de José Antonio (un pensador esencialmente tradicional que no quiere perder el tren del mundo moderno) y el de Ramiro Ledesma (un pensador esencialmente moderno, muy influido por la filosofía germánica) se diferenciaban en muchas cosas, es algo muy evidente. Pero claro, como ambos coincidían en muchos aspectos esenciales (el patriotismo español, el ansia de Justicia Social, la necesidad de un regeneracionismo social, etc.), en vida estaban condenados a entenderse (y así lo hicieron, aunque no tardaron en aflorar las diferencias), al igual que sus herederos políticos... ¡algo que para Miguel Argaya es más un problema que otra cosa! Es muy valiente Miguel al "coger el toro por los cuernos" -sin importarle las consecuencias- e intelectualmente no le faltan razones para defender la necesidad de que el pensamiento joseantoniano se distancie del pensamiento ramirista, aunque políticamente dicha separación tajante no resulte ni tan sencilla ni, seguramente, conveniente... Y es que, como el mismo José Antonio escribió en su famoso artículo de elogio y crítica a Ortega y Gasset, entre lo intelectual y lo político hay importantes diferencias:

"Los valores en cuya busca se afanan los intelectuales son de naturaleza intemporal: la verdad y la belleza, en absoluto, no dependen de las circunstancias. El hallazgo de una verdad es siempre oportuno; la indagación de una verdad no admite apremios por consideraciones exteriores. Uno de los más bellos rasgos de la vocación científica está en esa abnegación con que los operarios de la inteligencia se afanan, a veces, en seguir un rastro a cuyo término no le permitirá llegar la limitación de la vida. Legiones de sabios oscuros caminan por desiertos hacia tierras de promisión que sus ojos no verán nunca. En cambio, la política es, ante todo, temporal. La política es una partida con el tiempo en la que no es lícito demorar ninguna jugada. En política hay obligación de llegar, y de llegar a la hora justa. El binomio de Newton representaría para la Matemática lo mismo si se hubiera formulado diez siglos antes o un siglo después. En cambio, las aguas del Rubicón tuvieron que mojar los cascos del caballo de César en un minuto exacto de la Historia."

En definitiva, un libro muy interesante -de hecho, muy importante y de imprescindible lectura para comprender el pensamiento de José Antonio-, pero desde luego no exento de polémica. ¡Como se espera de los verdaderos intelectuales que no tienen miedo a nada ni a nadie!