miércoles, 10 de febrero de 2021

Entrevista en "El Correo de España"



Agradezco a "El Correo de España" (y en concreto a Javier Navascués) la entrevista que me hizo hace unos días y que aquí reproduzco esperando que sea del interés de mis lectores.


Jorge Garrido nació en Barros (Los Corrales de Buelna, Santander) en 1974. Fue militar (1994-2006), es licenciado en Derecho y accedió por oposición a la Administración General del Estado, trabajo que compagina con el ejercicio de la abogacía. Preside desde 2008 el sindicato "Unión Nacional de Trabajadores" y el "Foro Social Manuel Mateo". También es Vicesecretario General de "Falange Española de las JONS" desde junio de 2005. Entre 1995 y 1996 presidió el "Sindicato Español Universitario". Colaborador de diversos medios de comunicación, ha sido subdirector de los programas de Radio Intercontinental “La Ballena Alegre” (2006-2008) y “La Piel de Toro” (2007-2008), siendo actualmente director del programa "Perspectiva Sindicalista" (desde 2016) y contertulio habitual de "En la boca del lobo" en "Radio Ya". Defensor del catolicismo tradicional desde los años 90 y de la figura del Arzobispo Marcel Lefebvre, es miembro de la Orden de Caballeros de Santa María. Ha escrito numerosos artículos y ensayos, y ha publicado dos libros: "Manifiesto Sindicalista" (Madrid, 2007, aunque escrito en 2001) y "España en el mundo. Propuestas para una nueva política exterior" (Madrid, 2017).

¿Cómo nace su vocación por la abogacía?

Mi vocación como abogado no fue nada precoz (mi verdadera vocación siempre fue la de militar), sino más bien una consecuencia de mi firme compromiso desde mi juventud con el principio de Justicia en general y con la Justicia Social en particular. No es tanto que pensara en ser abogado como en que hay que defender las causas justas, y claro, aunque ello puede hacerse con actividades diversas, la política y la jurídica eran las que más me interesaban. Por eso comencé mis estudios de Derecho en la Universidad de Cantabria, allá por 1992.

Y la compagina con un paso por el Ejército. ¿Por qué lo acaba dejando en 2006?

Así es. Decidí en 1994 aparcar temporalmente mis estudios de Derecho y entrar profesionalmente en las Fuerzas Armadas (FAS), donde estuve en activo hasta 2006. El proceso de transformación de las FAS en esa época me impactó mucho. La desaparición del Servicio Militar Obligatorio y la profesionalización total (una cosa es tener algunos militares de tropa profesionales y otra que lo sean todos y se elimine el Servicio Militar) supuso la progresiva destrucción de los valores militares, algo que, sinceramente, me desanimó como militar. Hoy las FAS (salvo honrosas excepciones) más parecen un cuerpo de funcionarios civiles vestidos de uniforme y dedicados en gran medida a hacer las labores de una ONG que un ejército de verdad. No se enseñan valores militares o patriotismo ni en los periodos de formación, y en general el patriotismo de los militares hoy en día es tan superficial e insustancial que carece de contenido. Obviamente esta generalización es injusta para muchos militares que sí son verdaderos patriotas, pero incluso ellos -si leen estas líneas- no podrán dejar de reconocer que son los menos. Hay diferencias en esto entre oficiales, suboficiales y tropa, pero la tónica general es esa.

Era algo tan triste y desalentador para mí que en 2006 decidí pedir una excedencia, tras aprobar una oposición para personal civil de la Administración General del Estado, a fin de buscar una forma mejor de servir a España: la política, el sindicalismo y la Justicia. Tras retomar y terminar mis estudios de Derecho, durante muchos años abandonados, me colegié como abogado para poder prestar mi ayuda al servicio jurídico del sindicato falangista UNT (Unión Nacional de Trabajadores). Comencé con esta labor en 2006 y en 2008 me eligieron Presidente del Sindicato. No me arrepiento de mi decisión: haciendo lo que hago es como mejor puedo servir a España. En las FAS no sentía estar aportando nada a España en una época tan difícil para la propia supervivencia de nuestra patria. Ojalá me equivoque y nunca tenga que suceder, pero si llega algún día un momento decisivo para el futuro de España, creo más probable una reacción del pueblo para salvarla que de los militares como colectivo (dejando a un lado posibles gestos individuales, por supuesto).

Destaca su militancia en Falange Española de las JONS ocupando diversos cargos en el partido... ¿Cómo nace su afinidad por la Falange y la figura de José Antonio?

En mi juventud mi pensamiento era de izquierda, si bien la famosa primera Huelga General del 14-D de 1988 me produjo un hondo impacto y me alejé progresivamente de la simpatía por el PSOE para acercarme más a Izquierda Unida (aunque era aún muy joven como para poder afiliarme). Mi familia es casi toda de izquierda (mi abuelo materno, con quien siempre tuve una especial afinidad, fue miliciano de la UGT durante la Guerra Civil, aunque también era el encargado de tocar las campañas de la iglesia del pueblo...), así que es normal que mis primeras inquietudes fueran esas.

Mi evolución se debió a varios factores: mi progresivo desencanto con la izquierda (a la que cada vez veía menos interesada por la Justicia Social y más volcada en causas contrarias a los intereses de España, inmorales, antirreligiosas, etc., y yo me sentía patriota y católico); mi abuelo materno, Pedro, que fue el primero que me habló -siempre muy elogiosamente- de José Antonio Primo de Rivera (él sostenía que si en lugar de haber gobernado Franco lo hubiera hecho José Antonio, habría logrado unir a todos los españoles mucho mejor y España se habría transformado completamente); el hecho de vivir en un pueblo montañés (Los Corrales de Buelna) donde FEJONS siempre sacaba buenos resultados electorales y tenía varios concejales (algunos vecinos y conocidos míos muy respetables y que no tenían nada que ver con el socorrido tópico del "fascista violento y chulo" que se vincula a los falangistas); y, finalmente, un libro de la biblioteca municipal, escrito por Antonio Izquierdo ("Yo, testigo de cargo"), que, aunque no trataba propiamente de José Antonio ni de la Falange, comenzaba cada capítulo con una cita suya, y eran todas tan acertadas y con las que me sentía tan identificado, que no pude evitar querer profundizar, leer más sobre el tema y, finalmente, acudir a un mitin de FEJONS que me encantó y comprar el libro recopilatorio de José Antonio "Textos revolucionarios", tras cuya lectura llegué a la conclusión de que yo en realidad siempre había sido falangista sin saberlo.

¿Sabes lo que es haber estado siempre en el lugar equivocado y, de repente, leer algo con lo que te sientes completamente identificado? ¡Era la Falange tan distinta a lo que yo pensaba que era! Si yo no hubiera vivido en esa época en Los Corrales de Buelna, es muy probable que yo nunca hubiera descubierto lo que de verdad era la Falange y me hubiera quedado como mucho en lo bueno que me decía mi abuelo de José Antonio como persona. Esta evolución culminó justo con mi ingreso en la universidad, y allí me afilié al SEU (donde llegué a ser Jefe Nacional) y a FEJONS (donde actualmente ocupo el cargo de Vicesecretario General).

También ha sido muy activa su participación en sindicatos nacional sindicalistas...

Sí, porque para mí el sindicalismo es absolutamente esencial para defender la Justicia Social. La doctrina política falangista es el Nacionalsindicalismo, y en el propio término se incluyen los dos conceptos esenciales que lo conforman: lo nacional (con todos los valores que implica) y lo sindical. Ni lo uno ni lo otro por separado: los dos conceptos necesariamente unidos. Esto es lo que diferencia a la Falange de la derecha y de la izquierda, que teóricamente -en la práctica ya ni eso- se quedan sólo con lo uno o con lo otro, mientras que para nosotros no puede defenderse de verdad la Patria si al mismo tiempo no se defiende la Justicia Social en ella. Sólo sobre la base de una Justicia Social profunda se puede recuperar la preminencia de lo espiritual.

Otra faceta suya es ser articulista y escritor...Háblenos de la importancia de estudiar y difundir la doctrina falangista...

Aunque el activismo sindical y político, unido a mi trabajo y familia, me dejan menos tiempo del que me gustaría disponer para estudiar y escribir, ciertamente creo que he logrado en gran medida que mi vida sea fiel al viejo lema del SEU: "estudio y acción". Nuevamente son dos conceptos que deben ir unidos si no se quiere caer en la esterilidad. El estudio sirve de poco si no se divulga y trata de plasmar en hechos concretos, y el activismo sin una base intelectual y espiritual (que le aporten rigor y altura) está condenado siempre al fracaso.

Y su participación en la radio, en Radio Ya...

Sí, comencé con algunos programas en Radio Intercontinental, luego colaboré en Cadena Ibérica y ahora en Radio Ya, donde dirijo el programa "Perspectiva sindicalista" y participo en las tertulias de "En la boca del lobo". Me encanta la radio. Es una magnífica escuela, especialmente cuando se tiene el privilegio de compartir micrófono y experiencia con personas tan magníficas como las que me han acompañado siempre en estas experiencias. Hay que tener en cuenta que vivimos en la era de la comunicación, y por muy buenas ideas que se defiendan, si no se difunden desde los medios de comunicación es muy difícil que puedan llegar a la gente.

A algunos les llama la atención que siendo falangista defienda la Tradición Católica, cuando en realidad no debería extrañar tanto, ¿no cree?

A mí lo que me sorprende es que haya a quien le sorprenda. Defender la Tradición Católica es algo que debería hacer todo católico, independientemente de sus ideas políticas. Los dos pilares básicos de la Iglesia son la Tradición y el Evangelio (que cronológicamente es un poco posterior). Lo verdaderamente inaudito es que haya católicos de buena fe que no defiendan la Tradición Católica. No puedo comprenderlo.

También destaca su defensa pública de Monseñor Lefebvre, que es un punto de no retorno con relación a la deriva de la Iglesia tras el Concilio...

Yo no conocí la figura de Monseñor Lefebvre hasta 1997. Alguna vez lo había oído mencionar, pero siempre desde la superficialidad. Mi situación en la Iglesia es en cierta manera comparable a la que tuve en la política: veía muchas incoherencias, una crisis de identidad evidente, un querer congraciarse con todo el mundo a costa de dejar de ser lo que se debería ser... Hasta que alguien me habló de la Misa tradicional y fui por curiosidad a una Misa de la Hermandad Sacerdotal San Pío X. Nunca olvidaré aquella primera Misa tradicional en latín... Obviamente ese día no me enteré de nada, pero sentí allí la presencia de Dios como no la había sentido nunca.

¿Cómo han podido robarnos a los católicos ese tesoro tan maravilloso de la Misa tradicional? Fue entonces cuando empecé a entender el problema de la Iglesia: que sus enemigos más dañinos ya no están fuera, sino dentro de ella y ocupando la mayoría de los puestos jerárquicos, empeñados en una auténtica labor de demolición. Tardé algún tiempo en comprender la profundidad del problema (uno siempre quiere pensar que no se trata de un mal deliberado, pero claro, llega un momento en que hasta la mayor de las ingenuidades acaba teniendo que reconocer la realidad) y, lo que es más importante, la dificultad de trabajar por la solución: centrarse con una fe profunda en la labor de reconstrucción de la Cristiandad, empezando por la de la propia Iglesia (hay primero que poner la casa en orden antes de salir a la calle).

Para ello uno debe necesariamente mantener cierta prudente distancia con las jerarquías modernistas (por desgracia más empeñadas en complacer al mundo que a Dios) y no debe perder el tiempo tratando de reconstruir lugares o instituciones irrecuperables (siempre acabarán desautorizándote), sino dedicarse a construir todas las instituciones desde cero: capillas, escuelas, obras piadosas, etc. que, en este estado de necesidad espiritual, no dependan de autoridades modernistas. Yo siempre digo que es como si uno tiene un padre malo que le incita a delinquir. ¿Debe reconocer y respetar a su padre? Sí. ¿Debe obedecerle en lo malo que le ordene? No. ¿Es eso desobediencia? No, es resistencia al mal. Nada más. ¿Deja tu padre de ser tu padre por incitarte al mal? No, siempre seguirá siendo tu padre y debes seguir rezando por él para que vuelva al buen camino, pero en lo malo no puedes cumplir sus indicaciones...

Pues bien, esto lo vio antes que nadie y con una claridad sorprendente Monseñor Lefebvre. En cierta ocasión se lo explicó muy bien al entonces Cardenal Ratzinger, a quien le dijo más o menos esto: "el problema es que ustedes en El Vaticano buscan acercar la Iglesia al mundo mientras que nosotros buscamos llevar el mundo a Dios, y aunque se supone que estamos en el mismo camino, lo cierto es que de hecho vamos en direcciones contrarias...". Mons. Lefebvre fue un hombre de profunda fe que lo sacrificó todo para salvar la Tradición Católica: doctrina, Misa, sacramentos, etc. Sin su heroica resistencia nada habría quedado hoy de esa Tradición. Tuvo que padecer las consecuencias de ello, pero al igual que San Atanasio y otros santos incomprendidos y perseguidos en vida, estoy seguro de que Dios le ha dado su merecido premio de gloria en el Cielo, porque pocas personas han tenido que pasar en esta vida por trances espiritualmente tan duros como los que tuvo que pasar él. Estoy convencido de que fue un verdadero santo, aunque la Iglesia se suele tomar siglos para reconocer la santidad de hombres como él.

¿Qué opina del carlismo y que respondería a las acusaciones de que Falange es un movimiento revolucionario?

El carlismo tiene al menos tres ramas muy distintas, por lo que es difícil opinar de él como si fuera un movimiento homogéneo. Entre el carlismo más doctrinario y el más evolucionado y reformista, pasando por el más moderado, hay grandes diferencias. No obstante, como no pretendo eludir la respuesta, voy a centrarme en lo que considero que es la ortodoxia del carlismo: es un movimiento filosóficamente muy sano, en el que confluyen la defensa de los grandes principios permanentes (empezando por la fe y la Tradición, que, aunque haya intentado monopolizar, nunca lo consiguió), con la defensa de temas accidentales (fueros o dinastías concretas) que son muy discutibles y a los que considero que cometió el error de dar siempre casi la misma importancia, incluso cayendo muchas veces en contradicciones sorprendentes (nunca he comprendido como se puede defender la Tradición y al mismo tiempo la Ley Sálica, por poner un ejemplo).

Creo que del carlismo se deben salvar esos grandes principios de valor general (que, obviamente, no son patrimonio suyo), pero también creo que su plasmación política concreta tiene demasiados añadidos accidentales discutibles y extemporáneos, porque el carlismo no ha sabido adaptarse a la realidad de las sociedades modernas, con economías complejas y problemas nuevos para los que considero que no ofrece alternativas viables. Hoy el carlismo carece de proyectos políticos ambiciosos y apenas sobrevive por la inercia de casi dos siglos de existencia, pero sin aparente voluntad de recuperar el papel político que tuvo en el pasado, por lo que me da la impresión de que camina inexorablemente hacia su extinción. A ello contribuye especialmente su permanente vinculación a una dinastía concreta que hoy no tiene nada que ofrecer a nadie (ni siquiera a los propios carlistas). Curiosamente el carlismo ha aportado sus pensadores más valiosos coincidiendo precisamente con su mayor decadencia política (desde mediados del siglo XX a la actualidad), porque es indiscutible que casi ninguno de los grandes pensadores tradicionalistas españoles del siglo XIX y principios del XX fue carlista (algunos incluso eran manifiestamente anti carlistas). Creo que en la actualidad el carlismo sólo está logrando ofrecer las aportaciones intelectuales de algunos buenos pensadores, lo cual es muy meritorio, pero políticamente poco más puede ofrecer, y cambiar esa dinámica se me antoja una tarea casi imposible.

En cuanto a la Falange como movimiento revolucionario, lo es o no lo es dependiendo de qué se entienda por "revolucionario". El filósofo Ludwig Wittgenstein dedicó su vida -estérilmente- a buscar una solución a lo que él consideraba que era el problema fundamental de la filosofía: "detrás de todo problema filosófico hay frecuentemente un problema terminológico". Es decir, él creía que encontrando un lenguaje común en el que los términos signifiquen lo mismo para todos los interlocutores y utilizando un mecanismo dialéctico neutro y también común, muchos de los problemas filosóficos desaparecerían. Aunque su método es obvio que no logró sus frutos y se equivocó en muchos de sus planteamientos, sí creo que tuvo mucho acierto en su intuición inicial: si no utilizamos los términos con un mismo significado, la consecuencia primera es la falta de entendimiento. La palabra "revolucionario" para un conservador es sinónimo de "destructor de los principios del orden natural y de los valores morales y religiosos tradicionales". Para alguien con una mentalidad muy comprometida con la Justicia Social, en cambio, "revolucionario" significa "comprometido con el cambio radical de las estructuras socio-económicas injustas para crear otras nuevas más justas". Si utilizamos el término "revolucionario" en el primer sentido, es obvio que la Falange no tiene nada de revolucionaria, mientras que si utilizamos el segundo sentido de la palabra (que es el utilizado por los falangistas), parece claro que la Falange es un movimiento profundamente revolucionario.

Algunos cometen la deshonestidad intelectual de apelar al término para tratar de mostrar a la Falange como lo que no es, utilizando la palabra "revolucionario" en el primer sentido y concluyendo que, si la propia Falange dice ser revolucionaria y ser revolucionario es querer destruir el orden natural y los valores morales y religiosos (obviando que la Falange no acepta como propia esa acepción de la palabra), debe deducirse que la Falange busca eso... Hay que ser muy deshonesto intelectualmente para razonar de esa manera. Lo mismo hacen algunos al hablar del presunto "totalitarismo" (a secas) de la Falange, obviando la diferencia entre el "totalitarismo objetivo" (condenado por la Iglesia) y el "totalitarismo subjetivo" (del que es defensora la Falange y del que tan elogiosamente hablaron papas como Pío XI...).

Cuando se utilizan términos y conceptos con falta de rigor o con mala fe, se cae en equívocos y conclusiones erróneas como esas, muy difundidas sobre todo entre algunos círculos intelectuales muy concretos (en este sentido resulta sorprendentemente deshonesto el tratamiento del tema en el clásico libro "Tradición o mimetismo", de Rafael Gambra -por lo demás un gran intelectual al que tuve el honor de conocer personalmente-, donde se llega al atrevimiento de entrecomillar supuestas frases de José Antonio completamente apócrifas). En cualquier caso, para quien tenga dudas sobre el alcance del término "revolucionario" para la Falange, basta con leer sus propios textos (los "Puntos iniciales de Falange Española", los "27 Puntos de FEJONS" o el clarificador artículo "La Tradición y la Revolución" de José Antonio Primo de Rivera) para entenderlo perfectamente.

¿Cómo valora la labor del Correo de España y que espera aportar?

Es una publicación que aporta mucho al penoso panorama de la prensa española, dominada por grupos editoriales y tecnológicos al servicio de intereses espurios en demasiadas ocasiones. Por eso es tan necesaria vuestra labor, porque sois un oasis de libertad y rigor en este desierto insoportable en el que vivimos, donde todo lo que parece maravilloso termina siendo un espejismo en cuanto se le somete a prueba... Espero que mi limitadísimo tiempo me permita aportar algo que los exigentes e inteligentes lectores de este medio consideren interesante. Sé que es difícil estar a la altura de este medio, pero me esforzaré en intentarlo. ¡Muchas gracias por contar conmigo!

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