En el número 15 (diciembre de 2010) del periódico falangista "Patria Sindicalista" se publican, nuevamente, muchos artículos de indudable interés. Mis aportaciones escritas a ese magnífico periódico hasta ahora no han sido muchas y se han limitado a la sección sindical (de la que me encargo yo personalmente) y a dos entrevistas, una que hice yo mismo a Ceferino Maestú, y otra que me hizo el propio periódico.
En este último número aparece un magnífico artículo religioso cuya autoría desconozco, pero con el que estoy completamente de acuerdo. Simplemente yo no lo hubiera podido explicar mejor en tan poco espacio, así que me tomo la libertad de reproducirlo en su integridad.
Catolicismo: ¿diálogo o huída?
Podría parecer excesivo —y hasta ridículo— tratar de cuestiones preternaturales en un artículo de carácter político, en un mundo en el que, además, la prioridad de la acción política parece circunscribirse a la consideración de las contingencias temporales. Sin embargo, la psicologíadiabólica tiene muchísimo que ver con la psicología humana porque la caída humana tiene un origen muy parecido a la gran caída.
Ante todo se trata de un engaño, de una apariencia de bien, que conduce al fracaso. Difícilmente puede una acción pastoral vivificar la vida pública desde la fe si sus presupuestos están viciados. El fracaso de la acción política católica de la segunda mitad del siglo XX demuestra que el hecho de que sus promotores fueran gentes “espirituales”, no garantiza que esa acción esté exenta de error y no de errores cualquiera sino, con frecuencia y sobre todo, de errores espirituales. Como dice Jesucristo, no puede un árbol bueno dar un fruto malo y si lo hace es que el árbol simplemente no es bueno. En contra de esta posición están los recalcitrantes que prefieren el fracaso patente antes que dar marcha atrás en sus “humildes” opiniones.
Con estos mimbres se ha construido la acción política de los católicos desde la segunda guerra mundial hasta la actualidad, siguiendo las sendas de la antropología personalista y la Nueva Cristiandadmaritaniana. Si tuviéramos que hacer alguna observación a los presupuestos deesta nueva “teología política” debería ser de orden antropológico. La protestantización de la liturgia católica no es un hecho irrelevante sobre el que se pueda “negociar” en aras del bien supremo de la unidad de los cristianos, porque Jesucristo no anuncia unidad si no es en la verdad.Y quien cede en la verdad contraviene a Cristo que ya anunció que la falsedad iba a ser signo de contradicción y de división. Como la liturgia afecta al modo de relacionarse el hombre con Dios no es algo de poca monta que podamos arreglar según nuestras conveniencias.
La protestantización litúrgica ha precedido a la protestantización espiritual del catolicismo y la protestantizaciónespiritual del catolicismo está en la raíz de la secularización del catolicismo político. El primer paso consiste en oponer la Gracia a la Naturaleza y no al pecado, como advierten algunos sectores de la Iglesia. A partir de ahí se produce un cisma entre la política y la moral porque se priva, so pretexto de espiritualidad, a la moral de los instrumentos de combate necesarios para prevalecer sobre sus enemigos. La Iglesia no va a tener cruzados porque ya no los quiere, porque prefiere un rebaño de débiles soberbios que dejan el campo libre a la acción de la maldad. No es la Iglesia de Bernardo de Claraval que llamaba al combate contra la maldad sino una secta de gnósticos encantados de conocerse a sí mismos, incapaces de luchar y morir por Cristo. Son flores de invernadero incapaces de vivir en la selva del mundo porque renuncian a las espinas que les son lícitas a las rosas para defenderse, so pretexto de que así son más santos. Lejos de ser más santos, estos santos lo que hacen es facilitar la acción del enemigo. El primerpaso es afectar espiritualidad refiriéndonos a temas temporales. Jean Ousset en su obra La Acción señala cómo el catolicismo político pretende “humanizar” la acción política oponiendo a la noción de “eficacia” la idea de providencia. La noción de eficacia es un término marxista, superficial, que ignorara la noción de providencia. Al cristiano le bastaría sembrar y el resto, el resultado, depende de la voluntad de Dios. Como Dios puede triunfar con nada, nosotros no hacemos nada. No nos oponemos al enemigo para no incurrir en impureza ritual. De esta forma, transferimos a Dios lo que es nuestra propia responsabilidad. La primera victoria del enemigoes dividir el campo cristiano entre cristianos buenos, espirituales, auténticos que respetan los derechos humanos —es decir, aquellos que dejan el campo libre a la acción de la izquierda en todo lo que le da la gana, desde el aborto a la eutanasia— y, por otro lado, a fanáticos desobedientes—es decir, aquellos que siguiendo la doctrina tradicional de la Iglesia frente a sus enemigos noestán dispuestos a dejar el campo libre a los enemigos de Cristo porque se lo pidan unos resbíteros.
Y es que esa piadosa omisión de acción se parece mucho a la tentación del demonio “tírate al abismo porque escrito está que enviará a sus ángeles para que su pie no toque la roca.” Y es que el demonio maneja las escrituras como nadie pero entre pedir ayuda a Dios y tentar a Dios para que Dios haga lo que es nuestra responsabilidad la diferencia no es poca. Y es que en esa separación entre lo espiritual y lo temporal donde se comete el error de creer que lo temporal no afecta a lo espiritual y, por tanto, el hombre puede salvarse por su propia piedad con independencia de lo que haga el Estado. Los católicos han asumido este punto de vista y creen que la impiedad del Estado no les afecta por ser una realidad natural. Sin embargo, desconoce —o finge desconocer— que el hombre, como parte del cuerpo político, es responsable de sus acciones u omisiones. Esa aconfesionalidad que se vende como solución a cambio de paz con losanticlericales está en radical contradicción con la doctrina bíblica, y no porque no haya ámbitos temporales que no puedan tener cierta autonomía.
Los Estados que sacrificaban sus hijos a los demonios eran tan abominables en el Antiguo Testamento como lo son hoy: lo que falta es el valor necesario para la acción consecuente.Determinadas instancias de la Iglesia prefieren jactarse de lo que hubieran hecho de haber nacido en determinada situación para no tener que plantearse lo que tendrían que hacer en la situación actual. Eso tal vez les granjee la amistad de los impíos (lo que ellos llaman el diálogocon las gentes de buena voluntad) pero tengo serias dudas que les pueda granjear la paz de su conciencia.
Pues sí, tengo una nueva cita con la Justicia el día 14 de enero. Cualquiera que no me conozca debe pensar que soy un delincuente habitual, pues no deja de resultar sorprendente que alguien tenga que hacer frente a tantas querellas, demandas y denuncias a lo largo del año.
Pero sí, hay quienes se creen "fumigadores" de plagas ajenas (obviamente ellos no se consideran plaga, aunque lo sean con mucha más razón) y se molestan mucho cuando las cosas no les salen bien y alguien tiene la osadía de ponerles en su sitio, y claro, ya se sabe que si se trata de abogados con mucho tiempo libre, poner querellas y demandas no les supone mucho. No me extraña que la Justicia esté tan saturada como está, retrasándose casos realmente serios e importantes por culpa de tantos casos insustanciales y perdidos de antemano. Pero bueno, las cosas son así y a estas cosas hay que ponerles buena cara.
Al señor Ignacio Toledano, el protagonista sedicente "fumigador" de nuestra historia de hoy, le ha molestado mucho que yo destapara públicamente sus conspiraciones de mal aficionado contra FE-JONS, considerando que hacer públicas sus infantiles -aunque maliciosas- maquinaciones atenta contra su intimidad (sic). ¡¡¡Eso sí que es tener pudor!!!
Pues nada, otro Juez que tendrá que perder una mañana ese día. Yo al menos, aunque no sea precisamente por el hecho de ser funcionario o por mi condición de Delegado Sindical -como algún malicioso pensaría de no mediar la explicación-, tendré el día libre... Bueno, el Ministerio en el que trabajo podrá pasar esa mañana sin mí, jejeje.
Es cosa sabida que la Iglesia ha condenado "ex cathedra" el liberalismo desde siempre, por lo que no es de extrañar que la Doctrina Social de la Iglesia haya sido históricamente tan dura con el capitalismo (que no deja de ser la plasmación económica del pensamiento liberal).
Algún amigo, sin duda con toda la buena intención del mundo, me ha querido convencer últimamente de las bondades de ciertos medios de comunicación liberales ("Intereconomía", "Alba", etc.) que se muestran abiertamente católicos (o eso aparentan al menos). Mi respuesta siempre ha sido a misma: en esos medios hay gente muy valiosa y se defienden muchas veces causas nobles (la vida, por ejemplo), pero al mismo tiempo se difunden errores gravísimos que se hacen pasar por católicos: se defiende el capitalismo, el naturalismo religioso, la democracia liberal, etc. Ello hace que mi disgusto con esos medios de comunicación sea mayúsculo, pues su buena labor en ciertos campos se ensombrece de una manera total con la filosofía errónea con la que impregnan casi todo. De los medios de comunicación en general ningún católico espera coherencia doctrinal con su fe, pero de los que presumen de católicos sí se espera eso, por lo que se da por hecho que la correspondencia existe y con ello el daño que producen es finalmente mucho mayor. Nadie espera coherencia con los principios católicos en "El País" o "Cuatro TV", pero sí en "Alba" o "Intereconomía TV", y por eso es tan dañina su línea editorial sin parecerlo a simple vista.
Los oyentes y lectores habituales de esos medios de comunicación se empapan de "liberalismo católico" (contradicción donde las haya) casi sin darse cuenta, y con ello ven alterados sus principios religiosos sin percatarse de ello. ¡Hasta cuando defienden abiertamente a la Iglesia se apoyan en argumentos económicos, humanitarios o artísticos que son absolutamente secundarios y accesorios!
A ellos, a los católicos de buena voluntad que no se dan cuenta de los peligros de ese "liberalismo católico", dedico hoy unos párrafos del magnífico libro -todo un clásico del pensamiento católico del siglo XIX- titulado "El liberalismo es pecado":
"Por lo demás se llaman católicos, porque creen firmemente que el Catolicismo es la única verdadera revelación del Hijo de Dios; pero se llaman católicos liberales o católicos libres, porque juzgan que esta creencia suya no les debe ser impuesta a ellos ni a nadie por otro motivo superior que el de su libre apreciación. De suerte que, sin sentirlo ellos mismos, encuéntranse los tales con que el diablo les ha sustituido arteramente el principio sobrenatural de la fe por el principio naturalista del libre examen. Con lo cual, aunque juzgan tener fe de las verdades cristianas, no tiene tal fe de ellas, sino simple humana convicción, lo cual es esencialmente distinto.
Síguese de ahí que juzgan su inteligencia libre de creer o de no creer, y juzgan asimismo libre la de todos los demás. En la incredulidad, pues, no ven un vicio, o enfermedad, o ceguera voluntaria del entendimiento, y más aún del corazón, sino un acto lícito de la jurisdicción interna de cada uno, tan dueño en eso de creer, como en lo de no admitir creencia alguna. (...)De ahí el respeto sumo con que entienden deben ser tratadas siempre las convicciones ajenas, aun las más opuestas a la verdad revelada; pues para ellos son tan sagradas cuando son erróneas como cuando son verdaderas, ya que todas nacen de un mismo sagrado principio de libertad intelectual. Con lo cual se erige en dogma lo que se llama tolerancia, y se dicta para la polémica católica contra los herejes un nuevo código de leyes, que nunca conocieron en la antigüedad los grandes polemistas del Catolicismo.
Siendoesencialmente naturalista el concepto primario de la fe, síguese de eso que ha de ser naturalista todo el desarrollo de ella en el individuo y en la sociedad. De ahí el apreciar primaria, y a veces casi exclusivamente, a la Iglesia por las ventajas de cultura y de civilización que proporciona a los pueblos; olvidando y casi nunca citando para nada su fin primario sobrenatural, que es la glorificación de Dios y la salvación de las almas. Del cual falso concepto aparecen enfermas varias de las apologías católicas que se escriben en la época presente. De suerte que, para los tales, si el Catolicismo por desdicha hubiese sido causa en algún punto de retraso material para los pueblos, ya no sería verdadera ni laudable en buena lógica tal Religión. Y cuenta que así podría ser, como indudablemente para algunos individuos y familias ha sido ocasión de verdadera material ruina el ser fieles a su Religión, sin que por eso dejase de ser ella cosa muy excelente y divina.
Este criterio es el que dirige la pluma de la mayor parte de los periódicos liberales, que si lamentan la demolición de un templo, sólo saben hacer notar en eso la profanación del arte, si abogan por las ordenes religiosas, no hacen más que ponderar los beneficios que prestaron a las letras; si ensalzan a la Hermana de la Caridad, no es sino en consideración a los humanitarios servicios con que suaviza los horrores de la guerra; si admiran el culto, no es sino en atención a su brillo exterior y poesía; si en la literatura católica respetan las Sagradas Escrituras, es fijándose tan sólo en su majestuosa sublimidad. De este modo de encarecer las cosas católicas únicamente por su grandeza, belleza, utilidad o material excelencia, síguese en recta lógica que merece iguales encarecimientos el error cuando tales condiciones reuniere, como sin duda las reúne aparentemente en más de una ocasión alguno de los falsos cultos.
Hasta a la piedad llega la maléfica acción de este principio naturalista, y la convierte en verdadero pietismo, es decir, en falsificación de la piedad verdadera. Así lo vemos en tantas personas que no buscan en las prácticas devotas más que la emoción, lo cual es puro sensualismo del alma y nada más. Así aparece hoy día en muchas almas enteramente desvirtuado el ascetismo cristiano, que es la purificación del corazón por medio del enfrentamiento de los apetitos. y desconocido el misticismo cristiano, que no es la emoción, ni el interior consuelo, ni otra alguna de esas humanas golosinas, sino la unión con Dios por medio de la sujeción a su voluntad santísima y por medio del amor sobrenatural.
Por eso es Catolicismo liberal, o mejor, Catolicismo falso, gran parte del Catolicismo que se usa hoy entre ciertas personas. No es Catolicismo, es mero Naturalismo, es Racionalismo puro, es Paganismo con lenguaje y formas católicas, si se nos permite la expresión."
Félix Sardá y Salvany, Pbro. – "El liberalismo es pecado" – 1884
¿Qué diría hoy ese magnífico sacerdote, tan catalán como español hasta la médula, de los medios de comunicación "católicos" del siglo XXI? Creo que no es difícil de adivinar, ¿verdad? Pues eso mismo.
Ponencia presentada a la Asamblea General de FE-JONS
Presentada por Jorge Garrido San Román (Vicesecretario General)
(Madrid, a 20-XI-2010)
La inmigración: el enfoque falangista
A modo de introducción
De un tiempo a esta parte se viene observando en la sociedad española una creciente inquietud ante el fenómeno de la inmigración, cada vez más numerosa, que existe en España y que, directa o indirectamente, se ve asociada con fenómenos de inseguridad ciudadana, conflictos religiosos y culturales, problemas laborales, etc.
La inspiración católica de la doctrina nacionalsindicalista debería ser bastante para situar el fenómeno en sus justos términos y evitar cualquier tipo de posicionamiento falangista incorrecto, ya sea por caer en los absurdos complejos de los autodenominados como “progresistas”, como en los mensajes siempre fáciles –y desde luego también falsos, además de poco humanitarios– de los demagogos de extrema derecha que identifican todos los problemas con el inmigrante y creen encontrar la solución mágica a todos ellos con su expulsión de España, olvidando que el inmigrante es el último eslabón de una cadena, la víctima propiciatoria del que es el verdadero problema causante de casi todos los males actuales de la sociedad: el Sistema liberal-capitalista.
Es verdad que siempre habrá personas fácilmente manipulables y especialmente sensibles a suscribir ese mensaje demagógico generado por el propio Sistema para desviar la atención, pero los falangistas no podemos caer en ese juego, y ello básicamente por dos razones: la primera y más importante, por pura convicción ideológica (un falangista jamás puede ser xenófobo –y menos aún racista–, pues eso supondría negar sus propios principios ideológicos); la segunda, por una razón estratégica (la xenofobia la fomenta el propio Sistema para desviar la atención y evitar ser señalado él mismo como el verdadero problema, por lo que seguirle el juego supondría para nosotros caer en su trampa y, a la postre, fortalecer la propio Sistema que combatimos asumiendo el papel de “malos” que él mismo nos asignaría ante la sociedad).
El Sistema intenta por todos los medios asociar a la Falange con la violencia, el fascismo y el racismo, y aunque todo ello sea una gran falsedad que en absoluto se corresponde con la realidad, ese mensaje va calando en la sociedad y no son pocos los españoles que se acercan a nosotros creyendo que representamos precisamente eso.
Si bien es cierto que la actitud de FE-JONS ha sido históricamente siempre clara en contra de cualquier posicionamiento xenófobo o racista, no es menos cierto que el tema de la inmigración, precisamente por no formar parte tradicionalmente del discurso político falangista, ha sido soslayado en exceso, siendo tratado en muy contadas ocasiones. Por ello se hace preciso aprobar una declaración oficial que, basándose en los principios ideológicos del Nacionalsindicalismo, acertadamente consagrados en los actuales Estatutos de FE-JONS, sea tenida de ahora en adelante como la única postura que pueda adoptarse sobre este tema en nombre de Falange Española de las JONS, quedando expresamente prohibida cualquier manifestación que pueda diferir en algo de la presente Ponencia.
La inmigración: el enfoque falangista
Es el asunto de la inmigración uno de los que genera en España más controversia desde los años noventa del pasado siglo XX, y sobre ese asunto es poco habitual encontrar posicionamientos políticos que puedan considerarse razonables, de forma que se cae con demasiada frecuencia en posturas maximalistas: o se ignora el asunto, e incluso se pide una desregulación del mismo, o se ataca al inmigrante con inhumana ferocidad, como si fuera ya de entrada un delincuente o no tuviera una mínima dignidad inviolable.
En materia de inmigración Falange Española de las JONS ha apostado siempre por acabar con los complejos que impiden afrontar su realidad tal cual es, ya sea por falso “progresismo” o por pura lógica “liberal”. Ambas posturas son la cara y la cruz de una misma moneda, la del mundialismo capitalista que necesita la mano de obra barata de la que es la verdadera víctima: el inmigrante. Además de que hay un efecto tremendamente negativo que provoca a nivel mundial y que muchas veces se olvida: la inmigración resta su mejor potencial humano a los países de origen, lo que limita aún más sus ya de por sí escasas posibilidades de desarrollo. La inmigración forzosa, pues, no beneficia a nadie.
Aceptando la idea de que la inmigración voluntaria es en principio buena (no la forzosa, y menos aún para el inmigrante, pues si decide emigrar es por pura necesidad, no por hacer turismo), el exceso –como en todo– puede terminar generando problemas de convivencia en los países receptores, y negar eso es negar la evidencia. Por ello es necesario un mayor control –especialmente en lo que se refiere a las estancias, pues las entradas es difícil controlarlas más de lo que ya se hace– y evitar la imprevisión que hasta ahora ha habido por parte del Gobierno, lo cual es una tremenda irresponsabilidad que hay que reprochar tanto al PP (que generó un problema de grandes dimensiones con su actitud de mirar para otro lado y así permitir una enorme economía sumergida con mano de obra semiesclava que beneficiara a los capitalistas), como a un PSOE que creyó solucionar ese problema humano real regularizando irresponsablemente a todos los inmigrantes ilegales masivamente, creando inevitablemente lo que se llamó “efecto llamada” (con la consecuencia trágica de numerosas muertes al tratar de llegar a España en auténticos viajes suicidas desde África).
Los falangistas defendemos que en materia social y política lo primero son siempre las personas, y por eso rechazamos cualquier mensaje o medida que se olvide de que el inmigrante es, antes que nada, eso: una persona. Por eso condenamos las medidas xenófobas que, con total falta de humanidad y desconociendo los principios básicos de la caridad, algunos proponen. Es falaz el argumento de que ocupan los puestos que no queremos los españoles, como argumentan tantos “progres”, sino más bien los que están mal pagados (lo que supone menor productividad e intensificación del trabajo no cualificado, algo que beneficia al capitalista a corto plazo, sí, pero perjudica a la economía en general al desplazar la producción de alto valor añadido), y precisamente por lo mismo resulta también falso el argumento de que quitan el trabajo a los españoles: el trabajador español simplemente no quiere perder las mínimas condiciones laborales ganadas tras un largo y duro esfuerzo de lucha sindical, mientras que el inmigrante acepta lo que sea dado su estado de necesidad. ¿Acaso no sería más lógico cargar las tintas contra los malos empresarios que ofrecen condiciones y sueldos miserables? ¿No son ellos los verdaderos culpables, en vez del inmigrante que acepta esas condiciones porque no le queda más remedio? Por eso defendemos que para trabajar tengan los mismos derechos y deberes que el resto de trabajadores, algo que en la práctica hoy no sucede y ante lo cual los “sindicatos” oficiales no hacen nada. Y es que aquí el papel de los sindicatos debería ser mucho más combativo, y si no afrontan el problema con la necesaria firmeza es porque para ellos se trata de algo “políticamente incorrecto” dentro de su absurda mentalidad “progre”. Y así nos va, claro…
Algunos denuncian la enorme masa de dinero que los extranjeros envían a sus países de origen, alegando que se trata de remesas que salen de España para invertirse en sus países y no en nuestra economía. Se trata de otro argumento falso por ser, como casi todos los referidos a esta materia, una verdad a medias. Y eso es así por dos razones. La primera es que esas remesas está demostrado que perjudican a los países receptores –subdesarrollados normalmente– más de lo que les benefician, ya que no se invierten generalmente en nada productivo y desincentivan enormemente el trabajo de quienes son mantenidos por esas remesas que les envían sus seres queridos. La segunda razón obedece a un principio básico de la economía: el trabajador siempre aporta más riqueza con su trabajo de lo que recibe en forma de salario, con lo cual el extranjero que trabaja en España jamás enviará más riqueza a su país de la que él ha generado en España con su trabajo, y ello ¡aunque enviara su sueldo íntegro!
En FE-JONS creemos que con la actual Ley de Extranjería, pese a sus muchas imperfecciones (no regula adecuadamente los fraudes de las estancias ilegales tras los viajes por turismo o los matrimonios de conveniencia, por poner dos ejemplos evidentes), debería ser en principio suficiente. Pero claro, siempre que se aplique correctamente, porque lo que pasa es precisamente que no se cumple la ley y por ello luego el mismo Gobierno que hace la vista gorda recurre a las regularizaciones masivas. Es decir, procede a compensar los incumplimientos de la ley regularizando a los incumplidores, y es que claro, una cosa es respetar los derechos que los inmigrantes tienen como personas, y otra muy diferente es que se tenga que regularizar por sistema a todos los que se saltan la ley. La ley está para ser cumplida, y a quienes no la cumplan se les ha de sancionar con toda la naturalidad con que ha de esperarse que proceda cualquier Estado de Derecho. Claro, que en casos como estos uno tiene motivos más que suficientes para dudar de que España sea realmente un Estado de Derecho.
Luego está el espinoso tema de la delincuencia relacionada con los inmigrantes. Pues bien, los falangistas nos negamos por principio a identificar inmigración con delincuencia (aunque la situación de irregularidad muchas veces aboque a ella), pero ciertamente tampoco podemos negar la existencia de delincuentes y mafias extranjeras que han de ser perseguidas con firmeza. Ningún delincuente extranjero debe ser admitido en España, y por desgracia nuestra patria es actualmente el paraíso de todos los delincuentes internacionales: no se controla apenas la estancia de los extranjeros y las leyes penales son simplemente risibles (te pueden detener cientos de veces que no sólo no te pasa nada, sino que incluso tu detención puede servir como prueba de estancia en España a la hora de proceder a la regularización, como ya ha pasado en más de una ocasión). Vamos, que así da gusto delinquir en España…
Defendemos que todas las personas sean tratadas en materia social según sus necesidades, y por eso rechazamos tanto los tratos de privilegio hacia los inmigrantes, como las discriminaciones hacia ellos al amparo de mitos falsos como el de que no pagan impuestos (la ilegalidad supone más fraude, es cierto, pero de los cada vez más cuantiosos impuestos indirectos no se libra nadie; así, según los datos disponibles y redondeando, un inmigrante defraudador recibe de media 2€ en ayudas sociales por cada 3€ que aporta en impuestos indirectos, mientras los que no defraudan reciben 1€ por cada 3€ que aportan).
Finalmente, existe el problema del choque cultural, y por ello proponemos dos medidas. La primera es la de dar preferencia a los inmigrantes que comparten en lo esencial nuestra misma cultura frente a quienes traen concepciones más conflictivas, como es el caso de los musulmanes. Y es que, como es obvio, siempre resultará más sencillo integrar a un hispanoamericano –hermanado con España por la historia, por el idioma y por la religión, y ojalá que también por el futuro– que a un magrebí. La segunda, sin duda la más importante, será la de revitalizar nuestra propia cultura, ya que nuestro verdadero problema de identidad es que como nación hemos renunciado a nuestra historia, a nuestra religión, a nuestra concepción católica del mundo, y todo ello lo hemos sustituido por los falsos valores de la modernidad: liberalismo, materialismo, laicismo, relativismo, antropocentrismo… Así cualquiera que viene a España con unos valores más o menos firmes necesariamente choca con nuestra vaciedad cultural y nuestra falta de convicciones, algo que no le estimula precisamente a adaptarse, sino más bien a reafirmarse en sus valores y creencias. ¿Cómo vamos a pretender que se integre nadie en nuestra patética pseudocultura –o contracultura más bien– actual, mera sucursal de esa “cultura mundialista” de las películas de Hollywood, de los MacDonals y de los pantalones vaqueros? ¿Acaso creemos nosotros mismos en ella? Sin un plan serio de revitalización cultural de España según su propia identidad, el argumento de la escasa integración de los inmigrantes queda cojo.
Y es que a fin de cuentas el problema, el verdadero problema que la inmigración pone en evidencia, es el de la decadencia del proyecto histórico de España como nación. Devolvamos a España la fe en sí misma, en su proyecto histórico, en su misión en el mundo y en su propia cultura, y a buen seguro que casi todos los problemas nacionales, incluidos los que se asocian a la inmigración, se resolverán casi por sí mismos.
No era difícil prever las consecuencias de las confusas palabras del Santo Padre acerca del uso del preservativo. Cuando se pasa de los mensajes claros a los confusos, el abuso encuentra asideros donde justificarse, y como ejemplo tenemos estos días lo sucedido en la Diócesis de Goiás (Brasil), donde se aceptó participar en una campaña contra el Sida que incluía la promoción del preservativo en las propias dependencias religiosas...
Las protestas de los fieles contra el Obispo no se hicieron esperar, y ante ello el Rector de la Catedral -de quien, por muchas barbaridades que diga, nadie duda de su perfecta comunión con el Papa- no ha tardado en responder con contundencia: se trata de ataques de "conservadores y de ideología tridentina, contraria a las definiciones del Concilio Vaticano II" (sic) que no entienden que la Iglesia ahora defiende "en la prevención del VIH la distribución de preservativos como una forma de humanización de la sexualidad".
Como lo oyen. Y se ha quedado más ancho que largo.
Eso es lo que pasa cuando se abre alegremente una ventana: que se nos cuela el vendaval...
Yo no sé si José Luis de Arrese tenía razón, pero algunos aún creemos que otra España y otro mundo son posibles; que nunca se debe renunciar a la Justicia Social, a la Patria, a la Tradición o a la Fe si se quiere alcanzar la verdadera paz (tanto la personal, como la social) y servir al bien común; y que es una obligación (tanto moral como intelectual) para toda persona buscar con honradez y recta intención el Bien, la Verdad, la Justicia y todos esos valores eternos que nos elevan como personas hacia Dios: fe, honor, lealtad, justicia, dignidad, libertad, etc., valores todos ellos que intentan ser destruidos por el relativismo, el subjetivismo, el capitalismo, el mundialismo, el invidualismo y tantos otros "ismos" que en los últimos tiempos han conseguido desligar en gran medida a los hombres de Dios, de la Patria, de la familia y de todo lo que de verdad nos hace ser personas en sentido pleno.
Al menos, a quienes aún creemos en esos valores ciertos nos queda la palabra, y aunque parezca duro clamar en este desierto que es la sociedad de nuestros días, no podemos resignarnos y tenemos la obligación moral de hablar.
Es verdad que el clamor de San Juan Bautista en el desierto era de otra naturaleza, pero en cualquier caso, si Arrese estaba en lo cierto -y seguro que lo estaba-, nuestra voz nunca será del todo estéril.
Decía José Antonio Primo de Rivera que "la vida no merece la pena si no es para quemarla al servicio de una empresa grande", y que precisamente por ello "pase lo que pase, no se puede desertar ni por impaciencia, ni por desaliento, ni por cobardía".
Jorge Garrido nació en Barros (Los Corrales de Buelna, Santander) en 1974.
Fue militar (1994-2006), es licenciado en Derecho y accedió por oposición a la Administración General del Estado, trabajo que compagina con el ejercicio de la abogacía.
Preside desde 2008 el sindicato "Unión Nacional de Trabajadores" y el "Foro Social Manuel Mateo". También es Vicesecretario General de "Falange Española de las JONS" desde junio de 2005. Entre 1995 y 1996 presidió el "Sindicato Español Universitario".
Colaborador de diversos medios de comunicación, ha sido subdirector de los programas de Radio Intercontinental “La Ballena Alegre” (2006-2008) y “La Piel de Toro” (2007-2008), siendo actualmente director del programa "Perspectiva Sindicalista" (desde 2016) y contertulio habitual de "En la boca del lobo" en "Informa Radio".
Defensor del catolicismo tradicional desde los años 90 y de la figura del Arzobispo Marcel Lefebvre, es miembro de la Orden de Caballeros de Santa María.
Ha escrito numerosos artículos y ensayos, y ha publicado dos libros: "Manifiesto Sindicalista" (Madrid, 2007, aunque escrito en 2001) y "España en el mundo. Propuestas para una nueva política exterior" (Madrid, 2017).