
Publica "Deolavide" en su magnífico blog un artículo breve, claro, conciso y esclarecedor sobre el laicismo y la Falange que, por su indudable interés para la mayoría de los lectores de mi blog, reproduzco a continuación:
¿Es laicista la Falange?
La cuestión del laicismo es una constante fuente de controversia entre falangistas. Lo cierto es que no he entendido nunca la razón de ello, por cuanto la posición de Falange en este tema está meridianamente clara desde el primer momento.
Tal vez se deba esta controversia a una cierta ofuscación que trae causa de un mal entendimiento de los conceptos laico y seglar.
Laicismo hace referencia a una actitud o modo de actuar aconfesional, al margen de cualquier confesión religiosa. Estado laico es aquel que se declara ajeno a toda confesión religiosa, que no admite de ninguna confesión religiosa influencia de ningún tipo; ni institucional o funcional, ni filosófica o ideológica.
El Estado laico es así un Estado que se justifica en sí mismo, en los valores que afirma por sí propio, en su propia “voluntad”, sin referencia ni sometimiento a ninguna instancia superior. Es, en este sentido, el paradigma del Estado “totalitarista”. Cabalmente, es el Estado vigente, típico del “occidente moderno”. La “modernidad” consiste cabalmente en esto, en la negación de todo sometimiento a una instancia superior que no sea la expresión de la propia voluntad, que sin referencia a una categoría permanente deriva inexorablemente a mero capricho.
El concepto de seglar hace referencia a lo ajeno a lo eclesiástico o monacal. A lo realizado por seglares, es decir, por no religiosos. Pero tal concepto no conlleva la negación de la influencia religiosa, de los valores propios de la religión, en ese quehacer secular, civil.
Estos conceptos los tiene perfectamente claros José Antonio (y con él deberíamos tenerlo todos los falangistas) por cuanto, estableciendo una clara separación funcional entre Iglesia y Estado, sin que se admitan injerencias recíprocas en sus correspondientes ámbitos; en primer lugar proclama incontrovertiblemente como verdadera la interpretación católica de la vida, además de ser históricamente la española y en segundo lugar incorpora como propio del Estado nacional el sentido católico de la existencia (“toda construcción de España ha de tener un sentido católico”).
Por tanto, el enfoque joseantoniano (falangista) de las relaciones Iglesia – Estado no es laicista por cuanto no prescinde del sentido religioso (católico, por ser el verdadero y el español) en la tarea de construcción de España (que es la tarea del Estado) y siendo de este modo “confesional” no es “clerical” (ni “anticlerical”), por cuanto reserva la tarea política a los seglares, es decir, a la sociedad civil.
El enfoque joseantoniano es bien distinto al de los “partidos confesionales”, puesto que estos fueron instrumentos de la jerarquía eclesiástica para influir en la política. Eran, en definitiva, más que “confesionales”, partidos “clericales”.
Independientemente de todo esto, no se nos debe escapar la extraordinaria importancia que en el orden ideológico tiene la afirmación joseantoniana de catolicidad, por cuanto constituye una referencia moral incontrovertible sobre la que se levanta y justifica todo el edificio ideológico joseantoniano. El sentido católico de la existencia aporta al edificio ideológico de Falange la permanente referencia moral. Constituye el marco moral en que se justifica, impidiendo la deriva totalitaria propia de todos los regímenes surgidos de la “modernidad”, caracterizados todos ellos (también los tenidos por liberales) por justificarse en sí mismos, en su propia voluntad, sin referencia moral superior alguna.
Tal vez se deba esta controversia a una cierta ofuscación que trae causa de un mal entendimiento de los conceptos laico y seglar.
Laicismo hace referencia a una actitud o modo de actuar aconfesional, al margen de cualquier confesión religiosa. Estado laico es aquel que se declara ajeno a toda confesión religiosa, que no admite de ninguna confesión religiosa influencia de ningún tipo; ni institucional o funcional, ni filosófica o ideológica.
El Estado laico es así un Estado que se justifica en sí mismo, en los valores que afirma por sí propio, en su propia “voluntad”, sin referencia ni sometimiento a ninguna instancia superior. Es, en este sentido, el paradigma del Estado “totalitarista”. Cabalmente, es el Estado vigente, típico del “occidente moderno”. La “modernidad” consiste cabalmente en esto, en la negación de todo sometimiento a una instancia superior que no sea la expresión de la propia voluntad, que sin referencia a una categoría permanente deriva inexorablemente a mero capricho.
El concepto de seglar hace referencia a lo ajeno a lo eclesiástico o monacal. A lo realizado por seglares, es decir, por no religiosos. Pero tal concepto no conlleva la negación de la influencia religiosa, de los valores propios de la religión, en ese quehacer secular, civil.
Estos conceptos los tiene perfectamente claros José Antonio (y con él deberíamos tenerlo todos los falangistas) por cuanto, estableciendo una clara separación funcional entre Iglesia y Estado, sin que se admitan injerencias recíprocas en sus correspondientes ámbitos; en primer lugar proclama incontrovertiblemente como verdadera la interpretación católica de la vida, además de ser históricamente la española y en segundo lugar incorpora como propio del Estado nacional el sentido católico de la existencia (“toda construcción de España ha de tener un sentido católico”).
Por tanto, el enfoque joseantoniano (falangista) de las relaciones Iglesia – Estado no es laicista por cuanto no prescinde del sentido religioso (católico, por ser el verdadero y el español) en la tarea de construcción de España (que es la tarea del Estado) y siendo de este modo “confesional” no es “clerical” (ni “anticlerical”), por cuanto reserva la tarea política a los seglares, es decir, a la sociedad civil.
El enfoque joseantoniano es bien distinto al de los “partidos confesionales”, puesto que estos fueron instrumentos de la jerarquía eclesiástica para influir en la política. Eran, en definitiva, más que “confesionales”, partidos “clericales”.
Independientemente de todo esto, no se nos debe escapar la extraordinaria importancia que en el orden ideológico tiene la afirmación joseantoniana de catolicidad, por cuanto constituye una referencia moral incontrovertible sobre la que se levanta y justifica todo el edificio ideológico joseantoniano. El sentido católico de la existencia aporta al edificio ideológico de Falange la permanente referencia moral. Constituye el marco moral en que se justifica, impidiendo la deriva totalitaria propia de todos los regímenes surgidos de la “modernidad”, caracterizados todos ellos (también los tenidos por liberales) por justificarse en sí mismos, en su propia voluntad, sin referencia moral superior alguna.